Hoteles con historia

Por algunos de ellos han pasado reyes, marqueses, actores y todo tipo de celebridades. Otros han posicionado el lugar donde se encuentran como destino turístico. Y en todos, la arquitectura enmarca una historia que merece ser conocida mientras se descansa y disfruta de cada uno de sus rincones. El lujo y la sostenibilidad hacen el resto.

El Andorra Park Hotel no se conforma con haber jugado un papel fundamental en la consolidación turística del Principado. Ahora alberga, también, su futuro.

Ese trayecto incalculable, porque siempre se hace largo, entre la aduana de Sant Julià de Loriay Andorra la Vella es el mejor termómetro para medir las constantes vitales del Principado. No es que de sus cunetas hayan desaparecido las tiendas outlet de ropa de esquí ni esos grandes almacenes con carteles oxidados. Pero lo que antes era una especie de paraíso para el estraperlo alegal y la compra low cost ahora combina los resquicios de aquellos alegres noventas con la inquietud de un país próspero. El indicio que lo confirma todo son las grúas que se elevan, a vista de peatón, más que los propios Pirineos y que flanquean promociones urbanísticas donde abunda el apellido luxury. Sí, este pequeño Principado está mutando, más bien redefiniéndose, y en toda imparable revolución este hotel ejemplifica la vertiente más sofisticada, deliciosa y cultural de dicha metamorfosis.

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AQUEL CHALET…

En la cronología moderna de Andorra hay una fecha clave que llevó a este destino del paelolítico turístico a la contemporaneidad. Fue en 1957, cuando Francesc Viladomat inauguró la que sería la primera estación de esquí del Principado: Pas de la Casa. Ese mismo año, a 1000 metros menos de altitud, Bartomeu Rebés abría el primer hotel de cinco estrellas no solo de Andorra a Vella, sino de todo el país. Este arquitecto, responsable también del urbanismo de la capital, tenía claro que el imaginario alpino y la elegancia tenían que ser los ejes del bautizado como Andorra Park Hotel, de ahí que levantara una borda moderna, con su torre desafiando las montañas, pero con unos techos de pizarra que no chocan visualmente con las afiladas cumbres. Todo ello en un descanso de una ladera a las afueras de la capital que no tardó mucho en convertirse en el place to be de aquella burguesía andorrana incipiente, de sus primos catalanes y de unos primeros turistas que disfrutaban del aire limpio, de su majestuosidad y de los bailes que se organizaban en sus grandes salones.

…Y ESTA PISCINA

Pero el hito de aquella inauguración no se limitó a la creación e un resort lujoso. También trajo consigo la primera piscina del país, una masa de agua que rápido se transformó en el epicentro de la socialización estival de todo el Principado. Y es que lo que podría parecer una frivolidad debido a las frescas temperaturas del verano se convirtió en un reclamo no solo para los huéspedes, también para los propios andorranos. De algún modo, los chapuzones en esa gran alberca abrazada por un majestuoso batolito granítico se convirtieron en un punto de encuentro para los locales y forasteros, en un inesperado lugar donde la etiqueta exigida (el traje de baño) igualaba a todos.

Y EL HOTEL CRECIÓ

Pese a que la piscina y el edificio original se mantienen como antaño, el hotel nunca le dio la espalda al boom turístico del Principado, aunque sí que tomó algo de distancia con la turoperación desmedida que a la vez que popularizó el destino también hundió los precios. Las sucesivas reformas y ampliaciones han hecho que aquel coqueto chalet pirenaico hoy sea un balcón sobre Andorra la Vella, un extenso mirador que va más allá de los tejados y que permite saludar al espectacular entorno cada mañana. Sus instalaciones acogen desde congresos hasta equipos deportivos pero, pese a sus nuevas dimensiones, no ha perdido el encanto ni la calidez. No en vano, el edificio primitivo hoy acoge las suites y las habitaciones más exclusivas del complejo.

EQUILIBRIO AJARDINADO

La cifra de habitaciones podría asustar a los acólitos de los hoteles boutique. Nada más y nada menos que 96 estancias repartidas por varios niveles y edificios que destacan por sus dimensiones y por equipamiento. Eso sí, por encima de una decoración sin estridencias, lo que sobresale son los inmensos ventanales que hacen que el viajero siempre esté, de alguna manera u otra, sumergido en la Andorra más verde. Al fin y al cabo, aquella reforma llevada a cabo en 2002 tenía un objetivo claro: que todo pivotara en torno a ese jardín de 15.000 m2 convertido ya en un símbolo de La Vella.

¡QUE VUELVA LA CULTURA!

Pero el Andorra Park no solo se puede definir como un hotel histórico, moderno, discreto a la par que funcional. Tras un periodo en la que la gestión del mismo estuvo cedida a grandes cadenas turísticas, la familia Rebés ha recuperado el timón del barco siendo la nieta de Bartomeu, Neus Viu Rebés, su nueva capitana. Desde su llegada en 2020, uno de sus objetivos al frente ha sido recuperar aquel Andorra Park en el que latía un país. Un propósito con dos canales claros. El primero es el arte y la cultura, ya que el auge económico que está viviendo el Principado ha traído consigo nuevas inquietudes y sensibilidades. O, mejor dicho, las ha despertado de nuevo. Como muestra, el Museo Carmen Thyssen que se inauguró en 2017 en la vecina Escaldes-Engordany.

Para ello, Neus se ha enfocado en recuperar aquel espíritu integrador de aquella piscina de 1957 convirtiéndose en una auténtica anfitriona de la cultura. El ejemplo más evidente es el antiguo parque infantil, un espacio diseñado para asombrar en los folletos turísticos pero que en el nuevo rumbo de este hotel no tiene cabida. De ahí que se haya transformado en una escuela de ballet que hoy acoge a más de 70 alumnos de todas las edades y que llena de música de piano y de tules las zonas comunes del hotel. Si antaño los bailes de la alta sociedad andorrana marcaban el pulso del Andorra Park, hoy hacen lo propio los compases de Tchaikovski y los pliés relevés de sus estudiantes.

LA MARILYN ANDORRANA QUE BROTÓ DEL JARDÍN

Esta apuesta por el arte no se basa solo en alojar la cultura como si fuera un huésped VIP. También en promoverla, en ir poco a poco transformando los inmensos espacios comunes en una galería de arte con sentido, sin abusar del cuadro de recurso y seleccionando creaciones que emocionen. O, que al menos, conecten de nuevo al andorrano con el hotel para hacer de ese vínculo un lujo intangible. El mascarón de proa de esta inspiradora estrategia es una Marilyn que acompaña, con su belleza pizpireta e inmortal, al viajero desde que hace el check-in. Aquí lo vernáculo no es, precisamente, el retrato de una Monroe que nunca pisó estas latitudes (que se sepa). Es la propia historia de esta obra del artista valenciano Antonio de Felipe, perteneciente a una serie protagonizada por este icono que había cruzado las fronteras para exhibirse en el museo Carmen Thyssen Andorra en una exposición-subasta benéfica. El gancho no solo era la creación en sí, sino el hecho de que este pintor pop iba a personalizar cada obra en función de lo que le inspirara cada mecenas.

Y entonces apareció ese giro en el guión que fue la COVID-19, que hizo que este cuadro estuviera expuesto más tiempo del previsto en los carteles y los exteriores del museo. Sin apenas preverlo, aquel retrato se convirtió en un habitante más de Escaldes-Engordany y de su siamesa Andorra La Vella, en un compañero y meta de peregrinación de los largos paseos que provocó el confinamiento. Cuando la subasta se pudo realizar, el hotel adquirió una de estas Marilyn que el artista Antonio de Felipe culminó en el jardín inspirándose en las flores que crecen aquí en primavera. Este motivo floral no solo enmarca el cuadro, sino que sirve de leitmotiv para los textiles, murales y motivos con los que el hotel se está decorando y que, al fin y al cabo, es un esfuerzo más por encapsular, perpetuar y trasladar la clorofila del prado a los ambientes interiores.

EMBAJADA GASTRONÓMICA

Precisamente, uno de los espacios en los que las flores de Antonio de Felipe lo alegran todo es la cafetería y obrador del pastelero francés Patrice Bernard. Abierto hace apenas unos meses, este establecimiento es otro ejemplo de cómo el hotel está siendo el hogar de la realidad de la actual Andorra ya que ha integrado tanto a este chef como a todo el equipo que estaba triunfando en el Taller Gormand de Escaldes-Engordany. El resultado es un ágora dulce que atrae a los propios locales y, además, un escaparate que acerca lo mejor de la gastronomía de Bernard a los huéspedes. Aquí se merienda el après ski, se empapa el panettone en chocolate caliente y se entremezclan los idiomas. Objetivo conseguido.

MÁS ALLÁ DEL ESCENARIO

La comunión con el jardín no es solo un elemento decorativo. De hecho, el espacio gastronómico más carismático del hotel es La Pérgola, una sofisticada cabaña en el corazón verde del Andorra Park donde la comida rápidamente le roba protagonismo al entorno. Y es que es en este punto en el que se percibe la tradición hostelera de este establecimiento, el saber hacer en los fogones que le ha permitido ser un referente durante décadas. Porque aquí, tanto en La Pérgola como en el resto de los restaurantes, se come muy bien, con una mezcla de sofisticación francesa y producto mediterráneo con el que se sublima el servicio y un recetario donde brillan los arroces, las setas y la caza. Todo una cierto para cualquier tipo de comida o velada.

ESPACIO LIBRE DE WIFI, PERO CON CONEXIÓN

El mero hecho de que el hotel ubique la mayoría de sus mejores habitaciones en el chalet pionero da pistas sobre lo que respeta a aquel emblema levantado hace 65 años. Pero hay otro gesto más inesperado, si cabe. Es la instalación aquí de las primeras habitaciones ‘Clean WiFi’ del mundo, una tecnología testada con estudios científicos hechos por el Centro de Investigación Biomédico de la Universidad de Granada, la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, el Departamento de Física Aplicada de la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC) y el Centro Tecnológico Nanogune y que reduce el impacto de las ondas electromagnéticas generadas por el WiFi y el 5G en el cuerpo humano. No es que cree un espacio sin conexión, es que limpia esta suciedad invisible para cuidar al huésped y, también, al personal del hotel. Y es que, ¿quién dijo que el progreso y las raíces son incompatibles? Al menos, en hoteles así, no.

 

 

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