A la luz de la linterna de mi teléfono, vi una vieja caja cuyas tablas casi se habían podrido por completo. En un charco al lado de la caja estaba sentada una madre-perro encadenada.
Tan pronto como me acerqué al perro, los cachorros que venían de la nada me pusieron de pie. Los niños estaban muy delgados y miserables. Luego me di cuenta de que de la lluvia los niños se esconden bajo un montón de metal, porque la caja no es solo demasiado pequeña para toda la familia, sino que tampoco protege por completo de los elementos.
Esta foto acaba de quitarme el discurso. No había tazones de comida o agua cerca de la caja. Para la alegría de conocer a un hombre, un perro adulto saltó y nos lamió las manos, sus bebés, mientras tanto, trataron de rasgar la bolsa de la que olían la comida. Nos apresuramos a alimentar a los bebés y a su madre.
Los animales estaban inusualmente hambrientos. A menudo me encuentro con animales sin hogar e incluso ellos no comen tan codiciosamente. Pensé que el perro y los cachorros estaban comiendo como si hubieran estado hambrientos durante meses y estaban convencidos de que esta era su última comida.