Un perro llamado Pyu deambuló por la capital tailandesa ese día, aparentemente sin rumbo. Su ruta cruzaba un basurero, a menudo iba allí a buscar algo de comer.
Y de repente, al lado de la urna, Pugh oyó un ruido inusual. La curiosidad del perro pasó factura y se acercó.
Notó un paquete allí, del que salió un chirrido, bastante tranquilo, lastimoso. Agarró la bolsa con los dientes, a pesar de que era bastante pesada, y comenzó a arrastrarla al patio más cercano.
Allí se paró frente a la gente y dejó el misterioso hallazgo a sus pies, ladrando en voz alta para llamar su atención.
Una mujer salió a ladrar, al principio con la intención de ahuyentar al perro, pero notó el bulto y oyó el llanto proveniente de él.
Ella pensó que había gatitos abandonados, pero estaba confundida y extremadamente sorprendida cuando abrió el paquete y vio a un recién nacido en muy mal estado.
Una mujer salió a ladrar, al principio con la intención de ahuyentar al perro, pero notó el bulto y oyó el llanto proveniente de él.
Ella pensó que había gatitos abandonados, pero estaba confundida y extremadamente sorprendida cuando abrió el paquete y vio a un recién nacido en muy mal estado.
Sin Pew, el destino de las migajas sería triste. El perro se ha convertido en un verdadero héroe, e incluso el alcalde de la ciudad ha descubierto el maravilloso animal y su acción, que merece la más alta alabanza.
