CÓMICS PARA NO PARAR DE VIAJAR

Es la literatura de viajes eminentemente escrita. Sin embargo, desde el principio, desde las primeras expediciones que se embarcaron a conocer, descifrar y medir el mundo, viajaron en ellas ilustradores: era la única forma de dejar testimonio visual en épocas en las que aún no se conocía la técnica de fijar imágenes en el papel con la fotografía -bellas, por ejemplo, aquellas láminas de  John James de las aves avistadas en río Misisipi y que recogió no hace mucho en España la ed. Nórdica Libros-. No es extraño que el arte secuencial, tal como teorizó el maestro Will Eisner, sea un perfecto aliado para contar viajes. Las viñetas logran hacer algo que la página escrita no logra hacer de igual modo: plasmar la exacta fragmentación de la experiencia viajera. Lo demuestran estos cinco títulos, ya clásicos modernos, que no deberían faltar en ninguna biblioteca viajera.

PYONGYANG, GUY DELISLE

Dicen de este cómic que es el mejor documental que se ha hecho de Corea del Norte. Como mínimo es uno de los más divertidos. Y es que entran ganas de hacer la maleta e irse a vivir una temporada bajo el régimen totalitario por excelencia del mundo contemporáneo. Es el efecto que tienen los libros de Guy Delisle. No es que en ellos sucedan experiencias únicas, pero tiene el don de convertir lo cotidiano en algo extraordinario, sin que falte nunca el humor y la autocrítica. Guy Delisle, medio trazo minimalista, medio caricatura, narra con tanta honestidad que dan ganas de abrazarle, hecho tú también un garabato de emociones. Es lo que hace desde este Pyongyan (2004). Siguió repitiendo la fórmula el quebequés con su periodismo narrativo en formato cómic. Sus últimos libros recuperan recuerdos de juventud (Crónicas de juventud) y profundizan en su rol de padre (la serie Guía del mal padre). No hay viaje en ellos como ocurría en Crónicas Birmanas o Crónicas de Jerusalem, o no al menos de esa clase de viajes en los que hace falta una maleta.

LA RUTA DE JOYCE, ALFONSO ZAPICO

El centenario del Ulises de James Joyce ha hecho que vuelva a las mesas de las librerías el Dublinés (2011) de Alfonso Zapico, obra ganadora del Premio Nacional del Cómic 2012. Y con esta novela gráfica, habría que recuperar también su cuaderno de viaje, La Ruta Joyce, una deliciosa obra metaliteraria en la que se muestra el intenso trabajo de documentación que le llevó tras los pasos de James Joyce por Dublín, Trieste, París y Zúrich. Clásico, sencillo y narigudo, con un estilo que le debe mucho a los autores de la Nouvelle BD, Alfonso Zapico lleva de viaje al lector, comparte momento autobiográficos y confesiones acerca del proceso creativo que siguió en la confección de Dublinés.

PERSÉPOLIS, MARJANE SATRAPI

Como el Maus de Art Spiegelman, esta es una de esas novelas gráficas que han trascendido el mundo del cómic para convertirse en obras fundamentales del siglo XX. Desde que Marjane Satrapi llegó a Francia en 1994 exiliada, estuvo explicando a sus amistades historias y anécdotas de su vida en Irán en la década de 1980. De algún modo es lo que siguió haciendo con Persépolis, solo que amplió el círculo de personas. Y de qué modo, su cómic se convirtió pronto en un súper ventas que caló en la cultura pop y se convirtió en una película animada de excelente factura. Atrapa el uso de la autobiografía, la línea naif, el humor que logra sacar incluso en los momentos más dramáticos y el magistral blanco y negro con el que da color a sus dibujos, como si lo monocromático fuera un reflejo de la época radical que le tocó vivir en Irán. Han pasado más de 20 años y este libro se ha convertido en un imprescindible que no pierde actualidad, una formidable forma de sacarse un billete a Irán.

AYA DE YOPOUGON, MARGUERITE ABOUET

Y del riguroso blanco y negro de Persépolis a la explosión de color de Costa de Marfil, pero manteniendo, eso sí, la memoria familiar femenina como tema central de la obra. Eso es lo que es esta Aya de Yopougon, una visión femenina, contemporánea y alejada de los estereotipos más comunes que le suelen caer encima a África. Los recuerdos de una infancia feliz en el barrio de Yopougon, en la ciudad de Abidjan (Costa de Marfil), son la base de este cómic que revela una colorida cotidianidad marfileña a través de una composición sencilla pero que alcanza con las viñetas a una página su máxima expresividad.  El primer volumen de Aya de Yopugon se llevó el premio al Mejor primer álbum en el festival de Angoulême en 2006. En 2018 Norma Editorial publicó todos los volúmenes en una edición integral.

 

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