Situada en los meandros del río Ourthe, del que se extraen las piedras que adoquinan la calle más antigua del lugar, Durbuy ofrece muchos encantos más allá de su entrañable título. Su centro histórico es todo un laberinto de calles peatonales coronadas en lo alto por murallas y rodeada por la naturaleza exhuberante de la región valona. A pesar de no tener un número de habitantes elevado ni grandes dimensiones, adquirió el calificativo de ville (ciudad) en 1331 por su prestigio en el comercio y la justicia de la zona.
El municipio belga tiene muchos atractivos, entre los que se encuentran el parque de Les Topiaires, el peñasco del anticlinal y el castillo que defiende el valle. El cangrejo y la mermelada son las especialidades gastronómicas de la ciudad, que fue galardonada en el 2007 por el programa europeo EDEN (European Destinations of Excellence) por su gestión en materia de turismo sostenible.
Nos hablan de Hum, una pequeña ciudad medieval perdida en el corazón de Istria , la hermosa península croata bañada por el Adriático. Aunque nuestro interlocutor remarca en más de una ocasión el adjetivo pequeña, nuestra imaginación, ávida por recorrer sus calles empedradas y sumergirse en una historia lejana y seguramente fascinante, pasa por alto este detalle.
Solemos asociar inconscientemente el concepto de ciudad a la existencia de ciertos tópicos como importantes avenidas, animada vida nocturna, una destacada oferta cultural y de ocio, edificios históricos… Sin embargo Hum encaja muy poco con esta descripción: su única coincidencia radica en sus construcciones centenarias y su pasado casi milenario.
Recorremos mil y un rincones de la península y nos sorprendemos por la elegancia de Opatija y la belleza de Rovinj, posiblemente el pueblo más bonito de la zona, visitamos el anfiteatro romano de Pula y nos adentramos en la cueva de Baredine, pero no nos resistimos a acercarnos hasta Hum, en el interior de Istria. En la cima de una colina, a 20 minutos de Buzet y a algo más de 10 minutos de Roc, nos depara una auténtica sorpresa.
Y es que la localidad no es más que una mancha en el horizonte, en un paisaje dominado por campos de cereales; estamos ante la ciudad más pequeña del mundo. Con alrededor de 30 almas, sus dimensiones nos dejan perplejos: mide aproximadamente 100 metros de largo y algo menos de 40 metros de ancho. Ante tal realidad, una gran pregunta golpea nuestra mente: ¿cómo es posible denominar ciudad a un lugar tan pequeño?
La leyenda evoca sus orígenes a la intervención de gigantes, pero la realidad -terca como siempre- nos remonta a la edad media, cuando Hum era Cholm, y las necesidades defensivas obligaron a construir una ciudadela sobre los restos de una antigua fortaleza. Corría el año 1102. Durante siglos, la vida se desarrolló entre muros.
Organizada originalmente desde el punto de vista arquitectónico en tres filas paralelas de casas, con dos calles que ejercían de separación y una plaza, su estructura permitía la defensa militar y el refugio de sus habitantes en el castillo en sus continuos ataques. A pesar de los asaltos, saqueos e incluso quemas, que obligaron a reconstruir la fortaleza en diversas ocasiones, la estructura histórica se encuentra en un buen estado de conservación.
La última de las restauraciones data de principios del siglo XIX y su aspecto actual se completó con la construcción de la iglesia, una obra que obligó a mover ligeramente el muro sur de la ciudad con el fin de que el campanario permaneciera dentro de las murallas.
Hum ciertamente es una ciudad diminuta, sin embargo, su patrimonio cultural es inmenso. Entre sus tesoros descubrimos numerosos documentos escritos en glagolítico, un antiguo alfabeto eslavo que data del siglo IX y que se utilizó en la península de Istria hasta el siglo XIX. Aunque uno de los atractivos más destacados es una ruta que tiene su origen en Roc y que termina en la puerta de cobre de la ciudadela de Hum.
A lo largo de los siete kilómetros que separan ambas localidades encontramos 11 monumentos de piedra en honor a la escritura glagolítica. Una maravilla que enaltece un pasado esplendoroso.
Ya en la ciudad, recorrer sus calles medievales de sólidas casas empedradas mientras descubrimos encantadores rincones se convertirá en un auténtico y relajado placer. La visita no nos llevará más de un par de horas, pero la experiencia y el recuerdo de la Hum perdurarán durante un largo tiempo.