FILIPINAS: ASIA EN MODO PARADISIACO

Las más de 7100 islas de Filipinas encarnan uno de los últimos edenes del Sudeste Asiático aún preservados del turismo masivo. Mabuhay, su expresión de bienvenida, abre las puertas a un país de playas paradisiacas, sierras que albergan tradiciones ancestrales y ciudades que guardan la huella española en sus iglesias y su gastronomía.

MANILA CON ‘PASENCIA’

«Maynila, insigne y leal ciudad», como la bautizó la expedición que al mando del vasco Miguel López de Legazpi la fundó en 1572, es la mejor entrada a este fascinante país. Más de cuatro siglos después, la capital filipina se ha convertido en una de las mayores ciudades del mundo, con más de 20 millones de habitantes en su área metropolitana.

La denominada Gran Manila o Metro Manila abarca desde el histórico recinto de Intramuros, a orillas del río Pasig y frente a la bahía de Manila, hasta las zonas ganadas al mar frente a la bahía de Manila, o los modernos centros Makati, Ortigas o Quezon, con su perfil recortado por decenas de rascacielos. En esta megápolis de contrastes tienen cabida lujosas zonas residenciales como Forbes Park y también barrios marginados como Tondo, donde sobreviven los desheredados del «milagro económico» filipino.

La inmensa Manila es una ciudad que nunca para. El tráfico es intenso a cualquier hora, a pesar de las autopistas urbanas y el metro aéreo al que se une el proyecto de una nueva red. De ahí que desplazarse por Manila requiera pasencia, una de las decenas de palabras que el castellano dejó incrustadas en el tagalo, el idioma oficial. En un país con 165 lenguas, el inglés es la más extendida, fruto de la presencia de Estados Unidos tras la derrota española en 1898 y hasta 1946.

LAS HUELLAS ESPAÑOLAS

Si moverse por Manila requiere tiempo, recorrer Filipinas aconseja despojarse de las prisas y disponerse a embarcar en transportes de todo tipo, desde avión y barco, hasta autobús de línea, los populares y coloridos jeepneys o los motociclos tuctuc, sin olvidar las bancas, unas barcas tradicionales con estabilizadores de bambú.

La estancia en Manila se puede dedicar a pasear por el barrio amurallado de Intramuros en busca de la huella española en los vitrales de la catedral, en el fuerte de Santiago, en la iglesia de San Agustín o en la reconstruida Casa Manila, una mansión colonial de inicios del siglo xix. Tras andar por el parque Rizal, donde se alza el monumento al héroe nacional José Rizal, resulta agradable pasear junto a la bahía por el Roxas Boulevard. Desde el mirador del hotel Grand Hyatt Manila, de 318 m de altura, se divisa el volcán Taal, 100 km al sur, cuya última erupción tuvo lugar en enero de 2020.

UNA FANTASÍA COLONIAL

A la hora de lanzarse a explorar el archipiélago de Filipinas resulta aconsejable planificar dos rutas: hacia el norte de la isla de Luzón, que descubre la Filipinas montañosa, valles frondosos y playas de gran belleza; y hacia el sur para visitar las islas Visayas, Palawan y Mindanao. Ambos recorridos merecen la pena si se dispone de un mínimo de tres a cuatro semanas. Siguiendo este plan de viaje, la primera etapa tras la estancia en Manila suele ser la ciudad de Vigan, fundada en el siglo xvi y declarada Patrimonio de la Humanidad por su arquitectura colonial española. Este legado se percibe no solo en catedrales e iglesias –siempre llenas durante los oficios religiosos–, sino también en casas particulares y en las fachadas de la peatonal calle Crisólogo y adyacentes. Es la única ciudad donde las calesas de caballos aún transportan pasajeros. Los restaurantes de Vigan son perfectos para degustar platos tradicionales, como el lechón, los adobos y los famosos chorizos de la isla.

Desde Vigan, en autobús y con pasencia, hay conexión hasta Baguio, en la región de la Cordillera. Por sus temperaturas frescas, es un enclave idóneo para escapar del calor de la capital, además de por sus bosques de pinos y abetos que recuerdan los paisajes alpinos. Los cultivos de hortalizas y de frutas, sobre todo de fresas, convierten esta región en la fértil despensa del Gran Manila.

LA CIUDAD DE LOS CEMENTERIOS COLGADOS

Baguio es la puerta de entrada al particular universo de los ifugao y los kalinja, etnias que conservan vivas tradiciones milenarias. El fotógrafo Eduardo Masferrer (1909-1995), nacido en Sagada de padre catalán y madre filipina, descubrió al mundo las gentes de la Cordillera con exposiciones en Manila, Tokio, Copenhague y Arlés durante los años 80. Sus fotografías decoran ahora el pequeño hotel que regenta su hijo en Sagada. Esta localidad es célebre por sus cementerios «colgados», con ataúdes que penden de sogas o se sostienen con barras o maderas hincadas en la roca de las cornisas. También hay cuevas funerarias, como la de Sumaging (Gran Cueva), visitable solo con guía. Aquí perviven las creencias centradas alrededor del anito, que es el espíritu de la persona fallecida.

EN BUSCA DE LOS ARROZALES DEL NORTE

Nuestra siguiente etapa en la ruta por el norte de la isla de Luzón es Banaue y las terrazas de arrozales de Batad. Los autobuses que conectan Sagada con Banaue discurren por carreteras poco recomendables para cardiacos y paran en Bontoc, el punto de partida en jeepneys o tuctucs hacia Batad. Este singular paisaje escalonado que labraron los ifugao hace más 2000 años fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco por su condición de «paisaje cultural vivo». Alojarse en alguno de los alberges familiares de Batad, adonde no llegan ni motos ni automóviles, supone una experiencia única por la oportunidad de realizar una caminata entre los arrozales y admirar el ingenioso sistema de riego que los mantiene siempre con el nivel de agua adecuado.

EL HERMOSO NORTE

Esta zona del norte de Luzón alberga las plantaciones tabaqueras del Valle de Cagayan e Isabela, donde asentó sus negocios la Compañía General de Tabacos de Filipinas en 1881, con sede en las barcelonesas Ramblas de Barcelona. El poeta Jaime Gil de Biedma (1929-1990), que fue secretario del Consejo de la firma tabaquera, describió estos valles como «los más hermosos, ya en las ondulaciones de Sierra Madre» en su libro Retrato del Artista, de 1956.

EL ÚLTIMO REDUCTO ESPAÑOL Y LA PLAYA DE ‘APOCALYPSE NOW’

La ciudad de Baler, en la costa noroeste de Luzón, es otro destino para apasionados por la historia. Aquí se conserva la iglesia donde se atrincheraron los 44 soldados españoles que se negaron a aceptar la derrota y resistieron durante 337 días, cuando ya España había abandonado Filipinas en julio de 1898. Un hecho inmortalizado en las películas Los últimos de Filipinas en sus diferentes versiones, al igual que en varios libros de historia y novelas. La playa de Baler, famosa entre los surfistas, fue el escenario del filme Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979).

CEBÚ HISTÓRICO

Es hora de dirigirse hacia el sur del archipiélago filipino. Aterrizamos en la isla de Cebú, en el grupo de las Visayas. Frente a la ciudad de Cebú emerge el islote de Mactán, donde Fernando de Magallanes murió durante la batalla contra el líder Lapu-Lapu, en 1521. Tras la derrota, las naves españolas continuaron su circunvalación del mundo al mando de Sebastián Elcano.

Al parecer fue en Cebú donde se bautizó al archipiélago con el nombre de Filipinas, en honor del rey Felipe II. Hay que visitar el fuerte San Pedro, la primera construcción militar en la isla, y el mercado del Carbón, de productos agrícolas y con más de cien años. Se puede asistir a alguna de las misas diarias que se ofician en la iglesia Minor del Santo Niño, la figura más venerada en el único país católico de Asia. Y, en Mactán, degustar un lapu-lapu (pargo rojo) a la brasa, un sabroso pescado de escamas de color rosado.

BOHOL Y LAS COLINAS DE CHOCOLATE

Es un placer seguir hacia Bohol, una isla redondeada a solo una hora en ferry desde el puerto de Cebú. Es un destino ideal para bucear en los arrecifes de Pamilican, y admirar el espectáculo de las Chocolate Mountains, un grupo de colinas que por su forma cónica y color marrón parecen bombones. Además, sus bosques son el hogar del tarsero, un primate que ostenta el récord Guinness del mamífero con los ojos más grandes en relación al tamaño del cuerpo, de 15 cm.

LA ISLA DE LAS PLAYAS PERFECTAS

Por si fuera poco, en el sudoeste de Bohol, el islote de Panglao guarda algunas de las playas más bellas de Filipinas. Sobre el mapa, Panglao dista poco de Siquijor, otro islote aislado en el denominado mar de Bohol. Conocida como «la isla de las brujas», es otra perla filipina aún bastante desconocida, a la que es posible llegar desde el puerto de Dumaguete, en el sur de la isla de Negros Oriental.

LOS MIL Y UN PLACERES EN MINDANAO

En un país donde cada rincón tiene su encanto, es recomendable viajar algo más al sur para descubrir Mindanao, la segunda isla en extensión después de Luzón. A una hora en autobús desde Davao, la capital, se halla el Centro del Águila Filipina, dedicado a la cría y protección de la Pithecophaga jefferyi, de la que en 2018 solo quedaban ya 400 ejemplares. El recinto alberga 36 águilas, además de otras aves, mamíferos y reptiles de las islas. El centro se localiza al pie del monte Apo, el más alto de Filipinas con 2954 m, y un objetivo interesante para emprender una excursión de cierta exigencia.

En cuanto a las playas, Mindanao cuenta con múltiples opciones. Destacan las de la isla de Samal, accesible desde Davao, en el sudeste, y la isla de Sirgao, accesible en barco desde la ciudad de Surigao, en el norte. Sirgao se ha convertido en el último grito para los surfistas, en especial Cloud Nine, incluido en el circuito internacional de surf.

La península con forma de trompa que cuelga del oeste de Mindanao guarda varias curiosidades. En Zamboanga del Sur pervive el idioma chabacano, con un 70% de palabras en castellano antiguo, sin conjugación de verbos, fácil de leer pero difícil de entender cuando se escucha hablar. Desde Zamboanga parten barcos de línea hacia el corolario de pequeñas islas que forman frontera con Malasia e Indonesia, como Basilan, Jolo y Tawi-Tawi, aunque no son recomendables para el turista por la tensión con las guerrillas islámicas, un conflicto que parece haberse apaciguado en Mindanao, tras la ampliación de poderes a la región islámica autónoma de Bangsamoro en 2019. El islam llegó siglos antes que el cristianismo a las Filipinas, pero los 333 años de colonización española implantaron la fe católica en todo el territorio hasta el punto de que hoy en día más del 90% de los 104 millones de filipinos son cristianos.

LAS PLAYAS INDISCUTIBLES

Entre las islas con más oferta turística, destaca Boracay –su nuevo aeropuerto tiene conexión frecuente con Manila– y las de Culion y Palawan, en el extremo occidental del archipiélago. Estas últimas sorprenden con propuestas para perderse como un Robinson Crusoe a un precio asequible, o bien disfrutar de un refinado lujo asiático en exclusivos complejos hoteleros asomados a un mar turquesa.

El destino más célebre de Palawan es El Nido, así denominado por los españoles por sus abundantes pájaros. Navegar por las aguas cristalinas que bordean esta península permite descubrir rocas singulares, cubiertas de vegetación y socavadas en su base por el oleaje. De repente, la mano del capitán de la barca –y también cocinero a bordo– señala pequeñas playas escondidas, de arena blanca y palmeras.

Puerto Princesa, la capital de Palawan, se sitúa frente a una bahía en la costa este. En sus aguas es posible observar delfines, tortugas y mantarrayas. Cerca se halla el Palawan Wildlife Rescue and Conservation Center, un centro de recuperación del cocodrilo filipino o de Mindanao (Crocodylus mindorensis), de 46 a 68 cm de longitud.

MARAVILLA SUBTERRÁNEA

La bahía de Sabang, 75 km al norte, alberga el Parque Nacional del Río Subterráneo, declarado Patrimonio Mundial por la biodiversidad de sus once hábitats, desde selva hasta arrecifes marinos, donde habitan animales endémicos como el murciélago zorro o la nutria. Un paseo en canoa de unos 45 minutos permite adentrarse en las cavidades abiertas en la roca kárstica e incluso remontar el río subterráneo que da nombre al parque.

UNA DESPEDIDA DIFERENTE EN CULION

La pequeña isla de Culion, a casi tres horas en avión de Puerto Princesa, cuenta con playas y arrecifes únicos para los buceadores. Además del espectáculo colorido de peces y corales, el submarinista nadará entre buques japoneses hundidos durante la Segunda Guerra Mundial. Puede ser un buen final al viaje por este país fuera de lo corriente, tanto por su naturaleza como por su diversidad de culturas. ζ

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