Por paradójico que resulte en una ciudad de tan grandes dimensiones, nada como caminar para conocer más y mejor todos sus atractivos. Solo la Plaza Roja, con el Kremlin y sus míticos tesoros –históricos, bélicos, arquitectónicos y artísticos–, la icónica Catedral de San Basilio, los centenarios grandes almacenes GUM, el Manezh (picadero) construido en 1817 por el español Agustín de Betancourt, el Mausoleo de Lenin, el Museo Estatal de Historia, el vecino Teatro Bolshoi o el nuevo parque Zariadie con su puente flotante, son razón suficiente para dejarse llevar por el magnetismo del cogollito del viejo Moscú.
EL METRO DE MOSCÚ
El metro –inaugurado en 1935 y con más de 200 estaciones– será el mejor aliado en el recorrido por la urbe que los monjes del siglo XVI llamaron Tercera Roma y que en tiempos de Stalin se popularizó como Puerto de Cinco Mares. Del epicentro que es la Plaza Roja, varias estaciones alrededor de Plóschad Revolutsii se conectan y extienden sus veloces tentáculos, a veces muy profundos para salvar el cauce del río Moscova. En apenas unos minutos se llega a las zonas más sorprendentes, como Presnia, donde ya se respira el feliz encuentro entre la tradición constructiva y el vértigo de las nuevas apuestas urbanísticas, o el barrio judío de Márina Roscha, detenido en el tiempo y lleno de sabores y aromas de la tradición hebraica.
Kiévskaya, Mayakóvskaya, Novoslobódskaya son solo algunos de los evocadores nombres de paradas de metro en las que vale la pena detenerse unos minutos. Escenarios clave durante la Segunda Guerra Mundial, hoy en día son auténticos museos de historia y arquitectura, con estilos totalmente diferentes y que reservan curiosidades como el búnker de Tagánskaya.
LA ARQUITECTURA DEL PASADO Y DEL PRESENTE
Moscú ha sido a lo largo de la historia mito cultural, nudo comercial, faro político y meca ortodoxa. Ahora, siempre a la altura de su leyenda, constituye también el espejo de una modernidad que trasciende lo urbanístico para escenificar los desafíos del mundo globalizado. La ciudad del Kremlin fue siempre visita obligada para amantes de la arquitectura, pues sus calles son un palimpsesto único que abarca desde las viejas casas de madera y monasterios medievales hasta las más rabiosas vanguardias del siglo XX, como la casa cilíndrica del arquitecto Konstantín Mélnikov, hoy subrayadas por propuestas tan audaces como las de Zaha Hadid en el futuro vecindario de Rubliovo, en las afueras. En la actualidad muestra además su condición de polo global. El reto de la humanización del espacio público, impensable hasta hace poco, hoy es una realidad que permite pasear por la peatonal y coqueta calle Nikólskaya, poderosamente iluminada por la noche –aquí estuvo la primera imprenta del mundo eslavo– y contemplar el horizonte desde los rascacielos o la evocadora Colina de los Gorriones, frente al estadio olímpico de Luzhnikí.
UNA OFERTA CULTURAL ESPECTACULAR
Siendo como es durísima la competencia entre grandes megalópolis del siglo XXI por el liderazgo demográfico y económico, acaso Moscú sea la única del mundo que concita semejante número de atractivos para el ciudadano de a pie. El asombroso renacimiento constructivo de la ciudad no es ajeno a una sólida tradición cultural que se traduce en centenares de teatros de alta calidad, una red de universidades del mayor prestigio y miles de salas de cine y de conciertos entre las que la música clásica destaca con vida propia.
En sitios de internet como www.meloman.ru es fácil hacerse una idea de la apabullante oferta diaria de conciertos, clases magistrales y conferencias. Cualquier aficionado puede disfrutar del mejor repertorio, clásico y contemporáneo, en lugares tan llenos de historia como el Conservatorio Chaikovski, donde estudiaron figuras de la talla de Mstislav Rostropóvich o Sviatoslav Richter.
LA RUTA DE LOS MUSEOS
Lo mismo sucede con el arte: los museos y galerías de Moscú albergan tanta maravilla que nunca una sola estancia es suficiente para abarcar todo lo que ofrecen. Por citar solo cuatro de las referencias más visitadas: la Galería Tretiakov, el Museo Pushkin, la nueva Tretiakovka, como familiarmente la llaman los vecinos y antes conocida como Casa del Pintor, o el moderno Vinzavod, una antigua factoría vinícola reconvertida en espacio de arte contemporáneo.
El Pushkin de Bellas Artes alberga la colección más asombrosa. Desde el famoso Tesoro de Troya –descubierto en 1873 por el arqueólogo Heinrich Schliemann, trasladado de Berlín a Moscú en 1945 y expuesto por primera vez en 1996– hasta los más sublimes lienzos de Picasso, Matisse y los impresionistas coleccionados por Shchukin o Mintz. En las pinacotecas del centro de la ciudad se acumulan los grandes hitos de la pintura rusa y europea. Empezando por los medievales iconos de Andréi Rubliov hasta llegar a los siglos XIX y XX, donde encontramos a los clásicos autores de marinas y cuadros históricos como Aivazovski y Repin, a los simbolistas como Serov y Vrúbel y a los vanguardistas como Maliévich, Deineka, Kandinsky, Chagall y un largo etcétera.
LA GRAN MANZANA DEL ARTE
El testimonio de toda una era de escultura pública reside en el Muzeión y la NTG (Nueva Galería Tretiakov), gran «manzana del arte» en Krymsky Val. A apenas kilómetro y medio de la Plaza Roja, al recinto se llega atravesando el río por el Puente de Crimea (Krymsky), recientemente renovado y emblema del Moscú de los años 1930.
Otro sugerente itinerario es el de las casas-museo de poetas, músicos y escritores tan populares como necesarios para entender la modernidad rusa y de todo el continente. Asomarse a la intimidad familiar de la gran poeta Marina Tsvetáeva, del autor de Guerra y paz Lev Tolstoi o del padre del humor ruso Nikolái Gógol es un regalo para cualquier persona interesada en la cultura y la belleza.
Los lectores de Bulgákov, el médico que legó obras inolvidables como El maestro y Margarita, disfrutarán no solo de su museo sino de toda el área conocida como Estanque del Patriarca, sin duda una de las más evocadoras del centro de Moscú. Pero la lista de propuestas es interminable, desde el extraordinario museo dedicado a Darwin hasta el de la Cosmonáutica pasando por el de Arte Moderno, sintetizado como MMOMA.