Descender del tren y entrar casi a bocajarro en el casco antiguo de Brujas es equivalente a trasladarse en el tiempo, como si el billete llevara la Edad Media como destino final. En este viaje en el tiempo cinco siglos atrás, el visitante llega a una ciudad donde las suelas de los zapatos no pisan más que calles adoquinadas cuyos trazados solo se ven interrumpidos por los bellos canales que dibujan el entramado urbano de esta pequeña localidad flamenca. Pasear por su centro es todo un placer, pues por en él no se permite la entrada de los vehículos a motor, de modo que se pueden descubrir todos sus encantos sin tener en cuenta más tráfico que el de los barcos y los carros de caballos.
Precisamente a la funcionalidad de unos canales que unen Brujas con el mar le debe la ciudad la prosperidad que experimentó durante el periodo medieval. Estas fluidas vías de comunicación y su estratégica ubicación la convirtieron en un punto clave del comercio en la Europa de la época. Sin embargo, en los siglos posteriores la región experimentó un periodo de decadencia que, a su vez, contribuyó a mantener el buen estado de uno de los burgos medievales mejor conservados del viejo continente.
El skyline de Brujas está claramente dominado por el campanario, la torre del Belfort, que preside, señorial, el nudo en el que todo empieza y acaba, el punto de fuga de toda ciudad flamenca que se precie: la Grote Markt. Las casas gremiales de grandes ventanales embellecen este amplio espacio con sus fachadas de colores y sus típicas puntas escalonadas. Un conjunto que se aprecia a la perfección tras ascender los más de 300 escalones del Belfort para contemplar una de las mejores vistas de la ciudad.
Una vez introducidos en el carácter comercial que forjó y dio esplendor a este núcleo flamenco, para seguir descubriendo el resto de sus atractivos es cuestión de dejarse llevar por su centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad. Esta pequeña ciudad es ideal para conocerla en una visita de un día y, como todo viaje tiene sus imprescindibles, entre los que se encuentra el imperativo de profundizar en su cultura gastronómica. Una visita a una de sus chocolaterías permite descubrir el sabor del clásico chocolate belga, y una parada en una cervecería artesanal introducirá al viajero en el mundo de la cerveza belga, una bebida de tradición histórica.
Plácidos canales, callejones adoquinados y casas gremiales, palacios e iglesias que parecen salidos de un catálogo artístico. Estos son solo algunos de los alicientes que esconde el centro histórico de Brujas, declarado Patrimonio de la Humanidad. El corazón de la ciudad es el decorado perfecto para que el visitante se traslade a la Europa de la Edad Media. Y es que Brujas ha sabido conservar el encanto que respiraba cuando no solo era el mayor puerto europeo para el comercio de lana, sino también la cuna de la prolífica escuela pictórica flamenca. Ni siquiera las guerras mundiales del siglo XX se atrevieron a alterar el encanto de sus edificios medievales. En la actualidad, la ciudad enamora además con sus museos y escaparates rebosantes de encajes –la historia de esta artesanía se descubre en el Museo del Encaje– y de bombones y chocolates. La Belgique Gourmande, por ejemplo, es una de las chocolaterías más antiguas y a la vez más innovadoras de la ciudad, con estanterías llenas de suculentas tentaciones.
EN EL #7: DESCUBRIR EL CONCERTGEBOUW
El centro cultural más activo de Brujas ocupa un moderno edificio recubierto por baldosas de terracota roja, que fue inaugurado en 2002 cuando la ciudad ostentaba el título de Capital Europea de la Cultura. Ubicado en la zona de Zand, no muy lejos del centro histórico, alberga un Gran Auditorio con capacidad para 1290 personas en tres niveles y una pequeña Sala de Música de Cámara, con capacidad para 320. Ambas son famosas por la calidad de su acústica. Sin embargo, este recinto no solo se disruta cuando hay un concierto. Y es que en su interior alberga una sala de exposiciones llamada Lantaarntoren (Torre de los Faroles), dedicada básicamente a exponer arte contemporáneo, cuya estructura construida en vidrio regala vistas fantásticas. Además, su interior se puede recorrer gracias al Concertgebouw Circuit en el que las curiosidades del edificio, las esculturas más modernas y las panorámicas de la ciudad se suceden sin parar.
EN EL #6: IGLESIAS Y JARDINCITOS
La Catedral de San Salvador de Brujas fue el primer templo gótico en Bélgica, erigido entre los siglos XIII y XIV. De su época más antigua conserva sepulcros y capillas medievales. Su amplio interior está iluminado por bellas vidrieras y decorado con tapices y pinturas de artistas de la Escuela Flamenca. En 1788 se convirtió en la catedral de Brujas después de que el ejército francés destruyera la iglesia parroquial del siglo XII. Conserva un órgano del año 1682.
Sin embargo es la Iglesia de Nuestra Señora la más querida para los habitantes de Brujas. Sobresale por su aguja de 122,3 metros, la estructura más alta de la ciudad y la segunda torre de ladrillo del mundo, después de la que corona la iglesia de San Martin de Landshut (131 m), en Alemania. El templo de Nuestra Señora tardó dos siglos en construirse (del siglo XIII al XV) y combina elementos góticos y barrocos. Detrás del Altar Mayor se pueden ver las tumbas de Carlos «el Temerario» y su hija María de Borgoña, ambos con efigies en bronce dorado. Aunque el tesoro artístico más buscado en esta iglesia se cobija en una sencilla capilla. Se trata de una escultura de mármol blanco conocida como la Madonna de Brujas. Esculpida por Miguel Ángel hacia el año 1504, fue la única de sus obras que el artista renacentista dejó salir en vida de Italia.
Por cierto que cerca de la parte posterior de esta iglesia se esconde uno de los rincones más bucólicos de Brujas. Se trata del canal que salva el Puente de Bonifacio, encajado entre casas medievales en un frondoso parque. Muchos de los paseos en barca que se realizan por los canales de Brujas se acercan hasta este idílico lugar.
EN EL #5: TRÍO DE MUSEOS
El Museo Groeninge es la gran pinacoteca de Brujas. Guarda seis siglos de pintura flamenca y belga, abarcando desde tesoros de maestros flamencos como Jan van Eyck o El Bosco a artistas del país nacidos en los siglos XIX y XX, como Delvaux, Magritte o Broodthaers. Entre las obras más destacadas que pueden admirarse destaca el Tríptico de Moreel, obra de Hans Memling (1440-1494), considerado una de las joyas del arte primitivo flamenco. Fue pintado en 1484 a modo de epitafio para la que iba a ser la capilla funeraria que la familia Moreel.
En esta ruta artística la siguiente etapa es el Museo Gruuthuse. Alojado en un antiguo palacio, su visita permite conocer cómo era la residencia de un rico mercader del siglo XV. La mansión acoge una valiosa colección de tallas y pintura de los siglos XIV al XVIII. Su visita traza un recorrido por la historia de Brujas a través de objetos cotidianos, mobiliario, tapices y armas.
El triángulo se cierra en el Museo Memling, instalado en el Sint-Janshospitaal, uno de los hospitales medievales para peregrinos más antiguos de Europa. Junto a sus obras de arte, incluye una escalofriante exposición de instrumentos quirúrgicos. La capilla exhibe seis obras maestras del artista flamenco Hans Memling, cuatro de ellas pintadas específicamente para esta institución. De origen alemán, en la década de 1400 fue uno de los grandes pintores residentes en la ciudad que se centró en retratos y en obras religiosas.
EN EL #4: BEATERIO Y PARQUE MINNEWATER
El Parque Minnewater o el «lago del amor» como lo llamó Victor Hugo es el lugar más adecuado en Brujas para disfrutar de un relajado paseo. En el pasado en él se situaba un muelle-aduana donde atracaban los barcos extranjeros que llegaban a la ciudad cargados de lana, vino y otros productos importados. Su puente del siglo XVIII ha inspirado a escritores y pintores.
A pocos metros caminando desde el parque se llega al begijnhof o Beaterio de Brujas. Se reconoce por sus fachadas encaladas, dispuestas alrededor de un jardín sombreado por álamos y con narcisos que empiezan a florecer al final del invierno. El recinto, fundado en 1245, estaba destinado a acoger a las beguinas, como en aquella época se conocía a las viudas y huérfanas de hombres caídos en la guerras santas medievales. Estas comunidades femeninas se dedicaban al cuidado de los desamparados, al lavado de sábanas y paños de los hospitales, al bordado de encajes para las damas ricas de Flandes y a la oración, aunque sin pertenecer a ninguna orden religiosa en concreto. Hoy las casas del único beaterio que pervive en Brujas forman parte de un convento cerrado al público, aunque tiene uno de sus edificios convertido en un museo que permite conocer cómo se vivía en estas viviendas. En el propio recinto se puede visitar la iglesia de Wijngaard, reconstruida en el XVIII.
EN EL #3: DE CANAL EN CANAL
Brujas permite infinidad de recorridos, tanto a pie como en bicicleta, aunque hay uno ineludible: el paseo por sus canales, donde antaño circulaban las barcazas cargadas con paños y otras mercancías llegadas del resto del continente y de Asia. La excursión puede iniciarse en cualquiera de los cinco embarcaderos distribuidos por el centro histórico. Un trayecto de poco más de media hora es suficiente para sumergirse en el Siglo de Oro de Flandes y captar las mejores perspectivas del patrimonio medieval que atesora Brujas. Como dato curioso, la ciudad tiene cerca de medio centenar de puentes que unen los tres círculos fluviales que la surcan. Al atardecer, cuando sus edificios de ladrillo adquieren una totalidad uniforme de tonos dorados, es el mejor momento para dejarse seducir por un paseo por sus canales.
El Rozenhoedkaai fue un ajetreado muelle de mercancías en la Edad Media. Se halla detrás de las céntricas plazas Markt y Burg. En este rincón, el río Djiver traza una fotogénica curva, justo donde antes atracaban los barcos que transportaban los prestigiosos paños de Brujas. Al fondo emerge la Torre Belfort, con su torre-carrillón de 43 campanas. Uno de los tramos más bellos de las rutas en barca por Brujas es el que enlaza el muelle Rozenhoedkaai con el Beaterio y el Parque Minnewater.
Otro atractivo paseo se puede disfrutar navegando por el canal Spiegelrei. Desde su antiguo muelle zarpaban los barcos hacia el mar, atravesando el cercano y coqueto pueblo de Damme, reconocible por sus molinos. Brujas fue uno de los principales focos comerciales del corazón de Europa como muestra la riqueza de sus edificios asomados a los canales, como el Tolhuis (aduana) o la Logia de los Burgueses, donde los mercaderes extranjeros presentaban sus mercancías. Este canal pasa junto a una plazoleta dedicada a Van Eyck, donde se ve una escultura del pintor que, aunque no nació en Brujas, sí tuvo aquí su residencia y taller, y falleció en 1441.
EN EL #2: PLAZA BURG Y LA BASÍLICA DE LA SANTA SANGRE
Las plazas del Markt y del Burg escenifican el corazón histórico de Brujas. En ellas se concentran las casas gremiales más bellas, los edificios públicos más relevantes y los templos que se erigieron durante la época de mayor prosperidad económica y artística.
En la Plaza del Burg se hallaron los primeros vestigios de la ciudad de Brujas, cuyo origen se remonta al siglo IX. Consagrada como una ciudad artesana y comercial, vivió su máximo esplendor entre los siglos XIV y XVI. La mayoría de edificios de la plaza datan de esa época, aunque su visita abarca más estilos artísticos: desde el románico de la Basílica de San Basilio, pasando por el gótico del Ayuntamiento, el renacentista del edificio de la Antigua Escribanía y el barroco del Palacio del Prebostazgo.
El Stadhuiss o Ayuntamiento es un edificio del siglo XIV, con una fachada de piedra arenisca con ventanas geminadas y adornadas por estatuas y baldaquines. Gran parte del interior es del siglo XIX, salvo el Salón Gótico, la joya del edificio que data de 1402 y que deslumbra por su techo abovedado de madera con policromías. La magnífica decoración en muros y techos incluyen artesanados que relatan la historia de la ciudad flamenca.
Otro hito de la plaza es la Basílica de la Santa Sangre. Presenta una bella fachada de influencia italiana. El interior se estructura en dos iglesias superpuestas. La inferior, dedicada a San Basilio, data de los años 1139 y 1143 y en ella destaca el pórtico con una arquería de piedra. En la superior, la Capilla de la Santa Sangre (siglo XII) guarda un cofre de oro, plata y piedras preciosas que contiene, según la tradición, unas gotas de la sangre de Cristo traídas desde Jerusalén el año 1150.
En la plaza también destaca el Palacio de la Escribanía, sede de uno de los museos de historia de la ciudad. El edificio se construyó entre los años 1534 y 1537 y en él se celebraban las sesiones de los burgueses. Su fachada está coronada por siete estatuas doradas. En la parte posterior tiene un arco bajo el que discurre el breve callejón del Burro Ciego, que conduce hasta la Lonja del Pescado, una construcción abierta rodeada por columnas, que desde 1821 sigue activa.
Y en otro lateral de la plaza se contempla el Palacio del Preboste, un edificio barroco construido en 1662 como residencia de este cargo religioso.
EN EL #1: LA GROTE MARKT
La calla Breidel comunica la plaza Burg con la Markt. Mientras la primera simbolizaba el poder político y religioso de Brujas, la segunda fue el centro social y comercial, y es donde se viene celebrando el mercado desde el siglo X.
La Plaza Markt era en el pasado escenario de ejecuciones de brujas y malhechores, pero luego se convirtió en el centro vital de la ciudad medieval. En los costados se levantan casas gremiales con fachadas escalonadas de los siglos XV y XVI. Considerada el alma de Brujas, esta plaza es un lugar siempre animado gracias a su mercado semanal y a los restaurantes con terraza, que son un buen punto para probar alguno de los numerosos tipos de cerveza belga, mientras se contempla la Torre Belfort, del siglo XIII. Este campanario de planta octogonal tiene una altura de 83 metros que ayudaba a vigilar y alertar de incendios, muy habituales en tiempos antiguos. Se pueden subir sus 366 escalones hasta lo más alto para admirar vistas de la ciudad.