DOI CHIANG DAO, PARAÍSO SENDERISTA
Igual que su hermana norteña, también Chiang Mai es un destino excelente para el senderismo, sobre todo ahora que el Parque Nacional de Doi Chiang Dao acaba de entrar en la selecta lista de enclaves Reserva de la Biosfera. Sus bosques son los únicos del país con vegetación subalpina como la que se encuentra en el Himalaya, y constituyen un auténtico santuario para dos grandes felinos de Asia, el tigre y la pantera nebulosa.
EL ORGULLO SOSTENIBLE DE TAILANDIA
Para completar la exploración de las regiones norteñas, viajamos hacia el este, allí donde los territorios de Tailandia se encuentran con Laos. La provincia de Nan –orgullo nacional del turismo sostenible– fue un reino aislado durante siglos y hoy, ubicada donde terminan todas las carreteras, sigue viviendo un poco al margen. Quienes se aventuran por esta zona, cuyas influencias arquitectónicas y culturales ya no son birmanas sino chinas, suelen hacerlo por su riqueza natural pero después quedan fascinados por todo lo demás.
NAN ENTRE RÁPIDOS Y ‘RISTRETTOS’
Nan cuenta con el Parque Nacional Phukha Doi, con cumbres de casi 2000 m y el río Nam Wa, cuyas aguas bravas son perfectas para la práctica del ráfting. Una vez aquí, los viajeros se prendan de las sencillas aldeas de montaña de los hmong y los mien, de los arrozales infinitos y de las montañas tapizadas por los cultivos de café. Esta bebida negra y amarga se ha convertido hoy en una tendencia en el país. En la provincia de Nan, pero también (y sobre todo) en Chiang Mai y en la cosmopolita Bangkok, lo que se lleva ahora son las cafeterías de autor, que sirven capuccinos elevados a la categoría de arte y ristrettos hechos a base de cultivo 100% orgánico y local.
ENTRE RÍOS Y ANTIGUAS CAPITALES
El viaje toma aquí rumbo sur siguiendo la Y fluvial que forman los ríos Nan, Ping y Chao Phraya, como quien avanza por la línea del tiempo de la historia tailandesa, para visitar las capitales de los antiguos reinos. La primera río abajo es la regia Sukhotai que entre los siglos xiii y xiv ocupó el cargo como la más suntuosa entre las suntuosas. Su hegemonía duró dos siglos durante los cuales florecieron muchas de las artes thai, entre ellas la primera escritura y la literatura. Su sucesora natural en la cronología (y también en este viaje) fue Ayutthaya, situada un poco más al sur, que tomó el relevo como capital y primera corte del reino de Siam entre los siglos xiv y xviii.
AYUTTHAYA: MODO DE EMPLEO
La majestuosa Ayutthaya fue el colmo del esplendor. Contó con más de 400 templos y recintos palaciegos y desde ella se dominaba gran parte del territorio que hoy ocupan Laos, Camboya, Myanmar y la actual Tailandia, excepto el norte, que estaba gobernado por los monarcas Lanna. Tras la destrucción de la ciudad por parte de los birmanos en 1767, a Ayutthaya le sobrevendrían este orden de sucesos en los siglos venideros: fue saqueada, abandonada, restaurada y repoblada de nuevo por turistas que están de paso.
LAS RELIQUIAS DE AYUTTHAYA
La bicicleta es un buen modo de visitar la vieja capital del reino, ya que permite recorrer en menos tiempo el extenso perímetro de esta ciudad-isla encajada entre tres ríos. A pesar de que los birmanos la deshicieron a golpe de fuego, robaron las riquezas y destruyeron las estatuas de Buda, aún queda mucho en pie en esta Ayutthaya que a día de hoy sigue siendo objeto de veneración para los tailandeses. Hay templos abiertos al culto, como Wihaan Phra, varios museos ubicados en antiguos palacios y esqueletos de edificios, con magníficos prangs (torres de estilo jemer) que perfilan el skyline de la ciudad.
DICCIONARIO PARA VIAJAR POR LAS ANTIGUAS CAPITALES
Sukhotai y Ayutthaya, no obstante, no son las únicas urbes que fueron esplendorosas en el pasado para quedar después relegadas al polvo del olvido. La menos célebre Ban Chiang, ubicada en la región oriental de Tailandia, comparte con ellas la condición de grandiosa metrópolis en ruinas, así como un hueco en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. A la hora de visitarlas conviene entender la diferencia entre wat (templo), stupa o chedi (construcción con forma de campana que contiene reliquias) y vihara, un espacio para orar con imágenes de Buda, una sala de ofrendas y una residencia para los monjes (ubosot).
BANGKOK: ‘LIVIN’ LA VIDA LOCA
Bangkok fue la última capital del reino, la que sucedió a las anteriores como residencia real y como ciudad rica en pompa. Y todavía hoy ostenta el título capitalino. Ya en ella, resulta muy conveniente subirse a un tuk-tuk para moverse por el centro. Eso es algo que hacen muchos habitantes por ser el transporte más barato, rápido y eficaz para esquivar los atascos de proporciones épicas que se producen en algunas avenidas.
WAT PHO Y LOS OTROS TEMPLOS IMPRESCINDIBLES DE BANGKOK
La primera escala en la ciudad puede ser el templo de Wat Pho, un clásico entre los clásicos en el mapa viajero de todo el que visita Bangkok. Su belleza es superlativa, guarda la mayor colección de budas de toda Tailandia (más de mil) y es hogar del impactante Buda Reclinado, de 46 m de largo.
El recinto intramuros alberga la Escuela de Medicina y Masaje Tradicional de Wat Pho, el primer centro de este tipo de enseñanza del país. Hay que buscarlos porque no son evidentes, pero las paredes del templo atesoran intactos los dibujos de anatomía y los mapas corporales de acupresión que usaban los primeros terapeutas venidos de otros países asiáticos para ilustrar el complejo arte de la medicina tradicional.
Bangkok tiene muchos otros templos que conviene descubrir por libre. Hay que dejarse llevar por la intuición y encaminarse hacia donde sobresalga la aguja de una estupa o de un prang. Seguro que el lugar no nos decepcionará.
FLOTANDO BANGKOK
Otra forma de trasladarse por Bangkok es a través del río Chao Phraya y su complejo entramado de canales. Adentrarse por estas avenidas fluviales equivale a sumergirse de pleno en la cotidianidad tailandesa. Los khlongs que fragmentan Bangkok son un poco de todo: vías de transporte, sedes de mercados flotantes y patio trasero líquido de muchas viviendas. Un viaje en taxi-lancha o en ferry a través del Bangkok acuático pone en evidencia que la riqueza de este país no solo reside en su legado artístico y su espiritualidad, sino también en la vitalidad de sus ciudades, en el aroma y el colorido.
GEOGRAFÍA DEL ARTE TAILANDÉS
El intricado arte tailandés salta a la vista en los viejos templos y palacios situados a orillas del Chao Phraya –¡glorioso Wat Arun reflejado en el río al anochecer!– y también caracteriza muchas manufacturas que se producen hoy en día, como las cerámicas, los objetos de plata labrada o las lacas. Para hacerse con ellas hay que visitar las boutiques de barrios como Sukhumvit o Ratchaprasong o, mejor aún, indagar dónde se producen e ir al origen. En las vecinas provincias de Krathum Baen y Bang Chan se domicilian la mayor parte de los talleres especializados en benjarong, una porcelana que ya era apreciada por los monarcas tailandeses en tiempos del antiguo reino de Siam.
ANDAMÁN SECRETO
Desde la capital del país hay que poner la vista en el océano, dirigirnos hacia esa península que apunta al sur como un dedo y decidir en qué lado de la costa nos quedamos. Así, a modo esquemático, tendríamos dos opciones: bajando a la derecha toparíamos con las islas del mar de Andamán y, a mano izquierda, tendríamos las costas del golfo de Tailandia. Ritmo desenfadado, pareo como toda indumentaria, playas abrumadas por los cocoteros y una cocina rica en pescado son los elementos que abundan en el sur thai sea cual sea nuestra elección.
Si decidimos dirigirnos hacia el mar de Andamán, podemos esquivar las muy bulliciosas Phuket y Krabi para establecernos en la más despejada Ko Lanta, un pequeño archipiélago de 52 islas convenientemente situado a medio camino de todo lo demás. La ubicación estratégica de Ko Lanta propició que en el pasado se convirtiera en un puerto de abastecimiento marítimo muy ventajoso para los mercantes que navegaban por este desmigajado litoral rumbo a Malasia y Singapur. Esa vocación comercial sigue siendo evidente en el escueto Ban Ko (pueblo viejo), que aún hoy conserva sus destartaladas casas de madera y las viejas tiendas de comestibles del siglo pasado.
PLAYAS, INMERSIONES Y PAISAJAZOS ENTRE ISLAS
Ko Lanta es famosa por sus playas y por sus restaurantes de marisco, pero también por el buceo, que en esta parte del país es memorable. Las islas deshabitadas de Ko Rok Nai, Ko Rok Yai y Ko Ha atesoran fondos coralinos de colores psicodélicos que están amparados por el Parque Nacional Marino de Ko Lanta. Y no es el único. A tiro de lancha se ubican otras reservas que protegen paisajes isleños dominados por conjuntos kársticos, con grutas, diminutas playas de arena blanca y bosques selváticos por los que no circula carretera alguna. Es el caso de los muy desconocidos parques nacionales marinos de Mu Ko Phetra y de Ko Tarutao; de Ao Phang-Nga, en el mar de Pukhet y de los más mediáticos parques nacionales de las islas Similan y Surin, considerados por muchos expertos como el mejor lugar de Tailandia para realizar inmersiones.
DE ISLA EN ISLA
Al otro lado de la península, en el golfo de Tailandia, otro enclave alza el dedo para reclamar su hegemonía como mejor destino tailandés del buceo. Es Ko Tao, una isla tan escueta como abrupta donde todo gira en torno a las gafas, los reguladores y las botellas de oxígeno. Cada año, multitud de aficionados a la vida submarina acuden a realizar cursos certificados a precios asequibles. Que saludar a las tortugas y a las mantarrayas forme parte del día a día de Ko Tao también contribuye a su fama.
KHANOM, LA ISLA DEL DELFÍN ROSA
Igual que sucede en las islas griegas, el ferry es el mejor aliado en el sur de Tailandia para saltar de isla en isla –o entre estas y tierra firme– sin que sea necesaria una planificación demasiado estricta. Desde Ko Tao podemos desplazarnos a las bipolares islas de Ko Samui y Ko Pha-Ngan, que alternan sus días soñolientos con noches desenfrenadas; a la playa que une los tres islotes de Ko Nang Yuan, perfectos para ver corales a poca profundidad; o a la desconocida y auténtica localidad de Khanom.
Menos atosigada por el turismo y las fiestas a la luz de las estrellas, Khanom conserva su belleza genuina porque ha conseguido mantenerse al margen de la especulación inmobiliaria. También tiene playas color coral, mercados atiborrados de frutas, muelles de pesca y centros de masaje tradicional tailandés. Pero todo en clave local. Y en sus aguas habita el curioso y amenazado delfín rosado, cuyas tonalidades color pastel dejan con la boca abierta a quien piense que los seres mágicos no existen.