EL PUEBLO DONDE NACIÓ EL CASTELLANO

Los documentos más antiguos que lo acreditan son del siglo IX, donde el castellano se mezcla con el latín.

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Alrededor de 400 millones de personas hablan este idioma en el mundo a día de hoy. A diferencia de otras lenguas, como el euskera, se sabe perfectamente dónde nació y cuál fue su origen: un pueblo de Burgos llamado Valpuesta. Con tan sólo 20 habitantes, esta pequeña localidad guarda documentos monásticos del siglo IX donde se pueden leer las primeras palabras en castellano, mezcladas con otras en latín. Este primer vestigio de esta lengua se guarda en el Archivo Histórico Nacional y se conocen como Cartularios de Valpuesta. Aunque por un tiempo se creyó que otros documentos encontrados en el Monasterio de San Millán de la Cogolla podían ser anteriores, expertos y académicos de la RAE certificaron que Valpuesta es la verdadera cuna del castellano.

En este pequeño lugar de no más de 20 habitantes del territorio de Las Merindades se encuentra el origen de nuestra lengua, que hoy en día hablan 400 millones de personas

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Valpuesta es un pequeño pueblo de no más de 20 habitantes del territorio de Las Merindades en la Provincia de Burgos, pero con una importancia vital para más de los 400 millones de hispanohablantes, ya que este recóndito lugar, con un paisaje dominado por verdes valles, profundos bosques y grandes montañas es la auténtica cuna y origen del castellano.

Fue en este pueblo, insertado dentro del declarado Parque natural de Montes Obarenes-San Zadornil, y más concretamente, en la colegiata de Santa María de Valpuesta, donde unos monjes amanuenses escribieron el cartulario más antiguo de la Península Ibérica de que se tiene noticia. Estos documentos del siglo IX -algunos fechados en el año 864- incluyen términos en castellano, en oraciones en las que el latín va desapareciendo y se aprecia el orden lógico del nuevo idioma.

Los fondos de Valpuesta constan de ocho documentos del siglo IX, 39 del X, 49 del XI, 90 del XII y uno del XIII y consisten, sobre todo, en escritos que registran donaciones de bienes materiales de particulares al monasterio a cambio de bienes espirituales, como un entierro en su suelo o misas en su memoria.

Conocidos como Cartularios de Valpuesta, el historiador, filólogo y académico Ramón Menéndez Pidal ya los mencionaba en su estudio ‘Orígenes del español’, aunque no entraba en mayores consideraciones. Estos documentos se guardan en el Archivo Histórico Nacional con los números 1166B (Becerro Gótico o viejo) y 1167B (Becerro Galicano o nuevo). El primero consta de 178 documentos escritos en letra visigótica en su mayoría, de los cuales 23 están repetidos en todo o en parte. Es el más valioso dada su antigüedad.

Sin embargo, la presencia de falsificaciones entre los documentos más antiguos, con las que los monjes simulaban tener privilegios reales que, en verdad, nunca les habían sido dados, hicieron que los estudiosos miraran con desconfianza todo el conjunto y que se consideraran las glosas registradas en el monasterio de Santo Domingo de Silos y en San Millán de la Cogolla, del siglo XI, como los primeros registros escritos del español. De hecho, numerosos expertos, además de la Real Academia Española (RAE), han certificado que son más de 100 años más antiguos que las Glosas Emilianenses del Monasterio de San Millán de la Cogolla y casi 175 años anteriores a las burgalesas Glosas Silenses.

Para poner en valor esta zona de la provincia de Burgos empleando el idioma como eje vertebrador y que sirva, además, como elemento de promoción turística, está prevista la rehabilitación de la propia colegiata de Santa María de Valpuesta, declarada Bien de Interés Cultural desde 1992. Construida a partir de una ermita del año 804, en ella destaca un retablo con un conjunto de tallas muy expresivas con los doce apóstoles, probablemente de la primera mitad del siglo XVI (renacentistas, con influencia flamenca) y atribuidas a Felipe Bigarny (comienzo) y Gregorio Pardo y Juan de Goyaz. En su interior, también destacan sus vidrieras, obra renacentista del siglo XIV-XV. Una verdadera joya.

ra comprobar la veracidad de lo dicho debemos remitirnos a los hechos, tal y como la Historia los recoge, y debemos hacer un viaje muy largo en el tiempo: nos vamos  a la España del año 1032, al reino de Castilla, que acaba de independizarse del reino de León.

De tal forma, el pueblo castellano comienza un proceso expansivo, en lo territorial, que fructifica en dos hechos fundamentales: la conquista de la ciudad de Toledo (año 1085)
la difusión lingüística de una nueva forma de hablar.

Por aquellos días La plebe (la clase social más baja, el pueblo) es analfabeta y habla, desde finales del siglo VIII, un latín vulgar que dista mucho del latín culto que se encierra en los únicos libros que existen.

Libros que se esconden tras los muros de los conventos.

Y, justamente, tras estos muros, un monje y presbítero llamado Munio, comienza a traducir, con pequeñas anotaciones en los márgenes, las palabras latinas escritas en un penitencial del Monasterio de Santo Domingo de Silos; son las Glosas Silenses, a las que seguirán, del mismo modo, las traducciones del códice 60 de San Millán de la Cogolla (actualmente en la Academia de la Historia. Madrid).

Son las Glosas Emilianenses. Lo que hace Munio es aplicar la grafía latina (la forma de escritura) a ese modo de expresión que corre por los campos de Castilla. Munio otorga normas y ortografía a una lengua que anda de boca en boca sin orden ni concierto escritos.

Ese hablar corresponde a la zona comprendida entre el valle riojano donde se sitúan los Monasterios de Suso y Yuso, (que recibieron la condición de Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO, debido a esa condición de cuna del castellano), y los propios Monasterios de San Millán de la Cogolla y Santo Domingo de Silos. Son, de esta manera, las primeras palabras de nuestro idioma con intención potencial
de perdurar. La experiencia da resultado y se convierte en hábito o tradición, que después de muchos y diversos vaivenes ha llegado hasta nosotros en la forma que leemos estas líneas.

La conciencia lingüística del castellano nace a finales del siglo XV, cuando se proclama la unidad territorial en lo político, con los Reyes católicos al frente de una nación que habla un mismo idioma y que se extiende  a lo que se vino en llamar español de América, que cuenta con características
autóctonas.

Pero, como se apunta, estamos ante un conjunto de personas que, aunque distantes, tienen un importante nexo de unión. De ahí que pronto se comience a hablar por igual de “castellano y “español” a la hora de señalar la misma cuestión.

No será hasta el año 1925 cuando la Real Academia de la Lengua Castellana adopte la
denominación oficial de Real Academia de la Lengua Española, que aún perdura, a pesar de que en la mayor parte de las Constituciones (o normas jurídicas de rango superior), como la  que los españoles se dieron en 1978, se hable de castellano como lengua oficial del Estado.

En realidad, llamarlo de una u otra forma, es una cuestión baladí que no perturba lo que es un hecho incontestable, que el castellano es el nexo de unión de una amalgama de países, y que, como dijera S.M. el rey D. Juan Carlos l el 28 de abril de 1994, desde el Monasterio de Silos, a las representaciones diplomáticas de todas las naciones de habla hispana; se está en la obligación de mantenerla como unidad ante el mundo.

La tradición que perdura

Santo Domingo de Silos es un pequeño pueblo de la provincia de Burgos. A vista de pájaro, en principio, no divisamos más que el color rojizo extendido de una desperdigada agrupación de casas, entre chopos y encinas, entre lavanda silvestre por la que revolotean las abejas en su afán por elaborar miel jugosa.

Pero, pronto, desequilibrando el paisaje, nuestra mirada se desvía hacia una edificación de la que sobresale, como una lanza, un ciprés de veinticinco metros de altura y cien años de historia. Es un símbolo de admiración que arrancó versos a Gerardo Diego, Rafael Alberti o Miguel de Unamuno.

Es el Monasterio que da nombre al pueblo. Tratándose además de la obra más importante de la escultura románica castellana.

Intramuros se gestó, como decíamos anteriormente, el nacimiento “académico” del castellano. Pero, además, la comunidad clerical del Monasterio, guiándose en el tiempo sin descanso, ha hecho perdurar una tradición solemne que hace pocos años situó en los primeros puestos de las listas de superventas musicales.

El canto gregoriano

San Gregorio I ( 540-604, Papa de la Iglesia romana desde el año 590), a finales del siglo VI recopiló y unificó los cantos existentes, que más tarde con la expansión de la orden benedictina, desde Inglaterra, llegaría a toda Europa; haciendo, en el siglo XI, de la cantinela litúrgica y la reforma gregoriana
un único cuerpo.

Ese canto eclesiástico, que es el gregoriano, está compuesto para servir estrictamente al texto y al culto católico, es decir, a la misa, a la que pasados nueve siglos podemos seguir asistiendo, a la misma hora y en el mismo lugar, pues el oficio es idéntico.

El ambiente de sosiego, quietud y paz que se respira en la iglesia, acompañado de un reposo premeditado, hacen que las voces monódicas de los monjes de Silos fluyan como si de una sola voz se tratase, creando auténtica música que nos traslada a la Edad Media para hacernos creer que el Tiempo o la Historia se han detenido con el ánimo de dar un hálito de descanso al gozo de la cultura.

Los primeros

Gonzalo de Berceo es el primer poeta castellano conocido. Desde Santo Domingo de Silos nos dejó los primeros versos. Así escribía: “Quiero fer una prosa en roman paladino, en qual suele el pueblo fablar con so vezino; canon son tan letrado por fer otro latino; bien valdrá como lo creo un vaso de bon vino”.

A pesar de las variaciones que se han generado a lo largo del tiempo, como se puede comprobar, es perfectamente legible para nosotros.

La primera obra teatral en castellano de la que se tiene noticia es el “Auto de los Reyes Magos”, que data del año 1.160. fue descubierta a finales del XVIII y aunque no se conserva el final, al tratarse de la representación del nacimiento de Jesús, los estudiosos intuyen que bien podría finalizar con la llegada de los Reyes Magos al portal y con la adoración al recién nacido, momento en el que se cantaría un villancico.

Celebración Internacional

La Organización de Naciones Unidas estableció el día 21 de febrero como el día Internacional de la Lengua Materna. La causa de este hecho se encuentra en el intento por preservar la diversidad cultural y proteger las culturas y lenguas en peligro, a la vez que se promueve el pluralismo lingüístico.

El castellano goza de muy buena salud, según el Anuario que el Instituto Cervantes emite cada año, se estima en cerca de 500 millones el número de personas que utilizan el castellano como lengua materna.

Como indica el Centro Virtual Cervantes:

  • Más de 495 millones de personas hablan español en la actualidad.
  • El idioma español es la segunda lengua del mundo por número de hablantes y el segundo idioma de comunicación internacional.
  • En 2030, se estima que el 7,5% de la población mundial será hispanohablante (un total de 535 millones de personas), porcentaje que destaca por encima del ruso (2,2%), del francés (1,4%) y del alemán (1,2%). Para entonces, solo el chino superará al español como grupo de hablantes de dominio nativo.
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