LOS PUEBLOS MÁS BONITOS DE ESPAÑA

Según la RAE, un pueblo es una población de menor categoría, aunque eso no significa que sea de menor interés. De hecho, estas localidades, por mucho que no tengan un número de habitantes muy alto, sí que pueden presumir de contar con un encanto que les hace especiales. Y es que en todas las regiones e islas hay alguna maravilla en miniatura, algún rincón un tanto remoto que cuenta con el aliciente de tener un pasado esplendoroso y una comunión con la naturaleza que lo hace único.

Recorrer Los Pueblos más Bonitos de España es descubrir lo más bello y auténtico de uno de los países más antiguos del mundo. Nuestro patrimonio material e inmaterial, nuestra belleza y el exquisito cuidado por los pequeños detalles hacen de nuestros pueblos la mejor elección para retroceder en el tiempo y dejarse llevar por las emociones.

Содержание
  1. LOS 100 PUEBLOS MÁS BONITOS DE ESPAÑA
  2. AÍNSA (HUESCA)
  3. ALARCÓN (CUENCA)
  4. ALBARRACÍN (TERUEL)
  5. ALCALÁ DEL JÚCAR (ALBACETE)
  6. ALLARIZ (OURENSE)
  7. ALMAGRO (CIUDAD REAL)
  8. ALQUÉZAR (HUESCA)
  9. ALTEA (ALICANTE)
  10. ARACENA (HUELVA)
  11. ATIENZA (GUADALAJARA)
  12. AYLLÓN (SEGOVIA)
  13. AYNA (ALBACETE)
  14. BÁRCENA MAYOR (CANTABRIA)
  15. BESALÚ (GIRONA)
  16. BETANCURIA (FUERTEVENTURA)
  17. BOCAIRENT (VALENCIA)
  18. BUITRAGO DE LOZOYA (COMUNIDAD DE MADRID)
  19. CADAQUÉS (GIRONA)
  20. CHINCHÓN (COMUNIDAD DE MADRID)
  21. CALACEITE (TERUEL)
  22. CALATAÑAZOR (SORIA)
  23. CALELLA DE PALAFRUGELL (GIRONA)
  24. CAMBADOS (PONTEVEDRA)
  25. CAMPO DE CRIPTANA (CIUDAD REAL)
  26. CARDONA (BARCELONA)
  27. CASARES (MÁLAGA)
  28. CASTRILLO DE LOS POLVAZARES (LEÓN)
  29. CAZORLA (JAÉN)
  30. COMBARRO (PONTEVEDRA)
  31. COMILLAS (CANTABRIA)
  32. COVARRUBIAS (BURGOS)
  33. CUDILLERO (ASTURIAS)
  34. DEIÀ (MALLORCA)
  35. ELIZONDO (NAVARRA)
  36. ESTELLA (NAVARRA)
  37. EZCARAY (LA RIOJA)
  38. FORNALUTX (MALLORCA)
  39. FRÍAS (BURGOS)
  40. FRIGILIANA (MÁLAGA)
  41. GETARIA (GUIPÚZCOA)
  42. GUADALEST (ALICANTE)
  43. GUADALEST (ALICANTE)
  44. GUADIX (GRANADA)
  45. HARÍA (LANZAROTE)
  46. HERVÁS (CÁCERES)
  47. HONDARRIBIA (GUIPÚZCOA)
  48. HORTA DE SANT JOAN (TARRAGONA)
  49. LA ALBERCA (SALAMANCA)
  50. LASTRES (ASTURIAS)
  51. LIÉRGANES (CANTABRIA)
  52. Fruto de aquel auge económico, hoy en El Mercadillo, que coincide con la parte más antigua, se puede disfrutar de un conjunto patrimonial de lo más interesante. Entre las joyas, se encuentra el Palacio de Cuesta-Mercadillo, el Palacio de Rañada, la iglesia de San Sebastián, la iglesia de San Pedro ad Vincula, las casas de los Setién y los Cañones o las capillas del Humilladero y el Carmen. De todas formas, el edificio que atrae más visitantes hoy es el emblemático balneario. Rodeado de una magnífica finca, es la estación termal más antigua de Cantabria. Aunque presume de estar activo desde 1717, fue en los siglos XIX y XX cuando disfrutó de su mayor desarrollo e incluso el rey Alfonso XIII vino a darse sus baños aquí.
  53. MADERUELO (SEGOVIA)
  54. MEDINACELI (SORIA)
  55. MIRAVET (TARRAGONA)
  56. MIRAVET (TARRAGONA)
  57. MOGARRAZ (SALAMANCA)
  58. MONDOÑEDO (LUGO)
  59. MONTBLANC (TARRAGONA)
  60. MONTEFRÍO (GRANADA)
  61. MORA DE RUBIELOS (TERUEL)
  62. MORATALLA (MURCIA)
  63. MORELLA (CASTELLÓN)
  64. MUNDAKA (VIZCAYA)
  65. OCHAGAVÍA (NAVARRA)
  66. OLITE (NAVARRA)
  67. OLIVENZA (BADAJOZ)
  68. OLVERA (CÁDIZ)
  69. PALS (GIRONA)
  70. PAMPANEIRA (GRANADA)
  71. PEDRAZA (SEGOVIA)
  72. PEÑALBA DE SANTIAGO (LEÓN)
  73. POLLENÇA (MALLORCA)
  74. PUEBLA DE SANABRIA (ZAMORA)
  75. RIBADAVIA (OURENSE)
  76. RODA DE ISÁBENA (HUESCA)
  77. RUPIT I PRUIT (BARCELONA)
  78. SAN MARTÍN DE TREVEJO (CÁCERES)
  79. SAN VICENTE DE LA SONSIERRA (LA RIOJA)
  80. SANTILLANA DEL MAR (CANTABRIA)
  81. SETENIL DE LAS BODEGAS (CÁDIZ)
  82. SIGÜENZA (GUADALAJARA)
  83. SIURANA (TARRAGONA)
  84. SOS DEL REY CATÓLICO (ZARAGOZA)
  85. TARAMUNDI (ASTURIAS)
  86. TARAZONA (ZARAGOZA)
  87. TAÜLL (LÉRIDA)
  88. TAZONES (ASTURIAS)
  89. TEGUISE (LANZAROTE)
  90. TEJEDA (GRAN CANARIA)
  91. TRUJILLO (CÁCERES)
  92. VALLDEMOSSA (MALLORCA)
  93. VALLE GRAN REY (LA GOMERA)
  94. VALVERDE DE LOS ARROYOS (GUADALAJARA)
  95. VEJER DE LA FRONTERA (CÁDIZ)
  96. ZAFRA (BADAJOZ)
  97. ZAHARA DE LA SIERRA (CÁDIZ)
  98. ZUHEROS (CÓRDOBA)

LOS 100 PUEBLOS MÁS BONITOS DE ESPAÑA

Una selección con veinte de las localidades más representativas de la belleza rural del país y que representa la variedad geográfica, desde los pueblos de montaña hasta los costeros, sin dejar a un lado aquellos conjuntos artísticos e históricos que son un destino en sí mismo

Aínsa (Huesca)

Albarracín (Teruel)

Ayllón (Segovia)

Betancuria (Fuerteventura)

Calaceite (Teruel)

Cardona (Barcelona)

Comillas (Cantabria)

Estella (Navarra)

Frigiliana (Málaga)

Horta de Sant Joan (Tarragona)

Lastres (Asturias)

Mogarraz (Salamanca)

Moratalla (Murcia)

Olivenza (Badajoz)

Pampaneira (Granada)

Ribadavia (Ourense)

Santillana de Mar (Cantabria)

Sos del Rey Católico (Zaragoza)

Tejeda (Gran Canaria)

Vejer de la Frontera (Cádiz)

La lista completa de los 100 pueblos más bonitos de España, a continuación.

AÍNSA (HUESCA)

El castillo de Aínsa es lo primero que ve el visitante en cuanto es capaz de apartar la vista del murallón del Monte Perdido, esa legendaria cumbre que se eleva por el norte anunciando un mundo de roca y nieve. Otro mundo, en este caso medieval, se abre al cruzar el puente que conecta el aparcamiento con el casco histórico a través de su milenaria fortaleza. De aquella inexpugnable construcción quedan los muros y el gran patio de armas, una antesala de lujo para uno de los núcleos medievales mejor preservados de Aragón.

La Plaza Mayor, triangular y porticada, se transforma en el escenario de la fiesta de la Morisma. A lado y lado del Ayuntamiento salen sendas calles que confluyen en la encantadora plaza de Santo Domingo: la Mayor y la de la Santa Cruz, que lleva a la iglesia de Santa María, del siglo XIII. Aínsa sigue disfrutado de un emplazamiento único, en la confluencia de los ríos Cinca y Ara, con la sierra de Guara al sur y el túnel de Bielsa al norte, puerta a las maravillas pirenaicas del Parque Nacional de Ordesa y el Monte Perdido. 

ALARCÓN (CUENCA)

Hay muy pocos lugares en el mundo en los que sea tan sencillo explicar el porqué de un emplazamiento como en Alarcón. Y es que esta hoz revirada y caprichosa trazada por el río Júcar lo tiene todo para ejercer de baluarte defensivo. Es muy probable que casi todas las civilizaciones que han poblado La Mancha se dieran cuenta de esta ventaja, pero fueron los árabes quienes, en el siglo VIII, levantaron una primera fortaleza en tan imponente ubicación y, además, le pusieron nombre al lugar. Eso sí, lo primero que se observa al llegar al mirador exterior del pueblo es una maqueta impoluta del perfecto castillo cristiano. Es entonces cuando el viaje se convierte en épica y la visita, en conquista.

Pero Alarcón es mucho más que un castillo. Al abrigo de su protección, el pueblo fue creciendo bajo el control cristiano (siglo XII) y se empeñó en tener una de las mayores densidades de iglesias fascinantes de toda Castilla. La de Santo Domingo de Silos conquista por su pulcritud románica. La de la Santa Trinidad, por su desproporcionada portada plateresca. Y la de Santa María, por mezclar a la perfección el gótico con el renacimiento. Eso sí, la gran sorpresa viene al entrar en el templo antiguamente consagrado a San Juan Bautista. En su interior, el artista contemporáneo Jesús Mateo pintó unos imponentes murales que impresionan por su belleza, su lenguaje y su magnífico contraste con el edificio.

ALBARRACÍN (TERUEL)

Hogar de tan solo mil habitantes, esta localidad que en su día fue reino de taifas se encuentra fortificada por una muralla del siglo XI; aún se conservan algunos de sus torreones y las rutas de subida hacia lo alto son más que recomendables, pues se obtiene una maravillosa panorámica del pueblo. Sus muros arropan el conjunto de edificios de interés y casas que parecen asomarse por abruptos precipicios y encierran el entramado de calles adoquinadas. En uno de sus extremos se halla el Castillo de Albarracín, una fortaleza encaramada en lo alto de un peñasco asociada al origen islámico de la ciudad que aún se puede visitar. Más abajo, su plaza Mayor esconde mucho encanto, casi tanto como la Catedral de El Salvador, que data del siglo XVI y fue construida sobre un anterior templo románico o mudéjar.

El telón de fondo es espectacular y el cambio de estaciones surte auténticas maravillas en él. El invierno es de postal, aunque la primavera no se queda corta, y el río Guadalaviar que la rodea tiene parte de culpa. Constituye un fantástico destino para el turismo activo, siendo ideal para la escalada boulder –grandes bloques, sin cuerda– y el senderismo se ajusta a todos los gustos y edades. También se puede disfrutar de turismo gastronómico, ya que en las montañas que lo envuelven se hallan multitud de queserías que producen queso con nombre propio y gran prestigio. Y en busca de platos más contundentes, las migas, el gazpacho serrano y las gachas son unas magníficas apuestas.

ALCALÁ DEL JÚCAR (ALBACETE)

Surcada por el cauce de los ríos Júcar y Cabriel, la comarca de La Manchuela, en la provincia de Albacete, exhibe un aspecto diferente al resto de la comunidad. Los ríos han modelado el paisaje creando un juego de contrastes que se mueve entre los desniveles de los valles y las planicies del llano. En un meandro del río se asienta Alcalá del Júcar, un puñado de casas coronadas por tejados anaranjados que se agrupan en la ladera de la peña sobre la que los almohades construyeron un castillo en el siglo XII. 

Una de las estampas más bellas de esta localidad se refleja en las aguas del río, sobre las que cruza el puente romano que conecta la zona moderna con el casco antiguo. Entre las estrechas y empinadas calles de la parte vieja se levanta la esbelta torre de la iglesia de San Andrés, cuyos elementos góticos brillan con una luz especial al caer la tarde.  La roca caliza que sustenta el pueblo ha permitido que se hayan excavado en ella numerosas cuevas. Algunas atraviesan la montaña y cuentan con más de 700 años de historia. Su uso era muy diverso: desde establos a escondites clandestinos. Constituyen una visita impresionante.

ALLARIZ (OURENSE)

A Ourense siempre le ha marcado su orografía. El haber estado regada por ríos escultores ha hecho que sus colinas se volvieran más vertiginosas y bellas si cabe. Son tierras de viticultura heroica, de termalismo, de escarpados cañones y, también, de pueblos que no se conformaron con domesticar el entorno, sino que a menudo han querido rivalizar en belleza con él. Buena prueba de ello es Allariz, un pueblo enclavado en la Reserva de la Biosfera homónima y atravesado por la Vía de la Plata jacobea. Como otros muchos municipios gallegos, el paisaje de Allariz está íntimamente unido a un río.

La que llegó a ser conocida como «Llave del Reino de Galicia» por Sancho IV y la que se convirtió en escenario de la educación de Alfonso X el Sabio, conserva todo su esplendor tras un largo trabajo de recuperación, que en 1994 mereció el Premio Europeo de Urbanismo. Entre las calles empedradas del centro de Allariz se suceden joyas pétreas una tras otra. Destaca una tríada de iglesias, la de San Esteban, la de Queiroás y la de Santiago, esta última situada en la Plaza de la Villa, levantada en roca viva junto al río. Otra plaza que no debería faltar al callejear es Campo da Barreira. Aquí se levanta el Santuario de San Bieito y el bello Monasterio de Santa Clara, fundado en el siglo XIII por la reina Violante, esposa de Alfonso X.

ALMAGRO (CIUDAD REAL)

Almagro es puro teatro y lo respira por los cuatro costados. Una de sus principales atracciones turísticas es su corral de comedias, un teatro público del siglo XVII único en su género, que se ha mantenido intacto y activo desde su origen. Con más de 400 años, su interior acoge cada verano uno de los eventos culturales más conocidos del mundo teatral: el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. Otra visita indispensable es su plaza Mayor, que está considerada como una de las más bellas de España y es la única acristalada de estilo centroeuropeo en todo el país.

Siguiendo el recorrido a pie por las calles de Almagro se encuentran tesoros ocultos como su Parador, que ocupa el espacio de un convento franciscano del siglo XVI con un antiguo claustro y 14 patios interiores decorados al detalle. Tampoco se quedan atrás edificios sacros como la Iglesia de San Agustín o el Monasterio de la Concepción Bernarda utilizado como sala de exposiciones. Ni las edificaciones palaciegas llamativas por sus portadas, como el Palacio Maestral, que en la actualidad acoge la sede del Museo Nacional de Teatro, o el de los Condes de Valparaíso, utilizado como sede de congresos. De vuelta a la plaza, aguarda un delicioso aperitivo manchego: berenjenas de Almagro.

ALQUÉZAR (HUESCA)

Alquézar mantiene el equilibrio al filo del barranco del río Vero, mientras por el otro lado se extienden olivares y viñedos de la D.O. Somontano que aún beben de acequias de origen musulmán. Al franquear el arco que da paso al núcleo medieval –la única de las cuatro puertas que quedan– conviene estar pendiente de los detalles para descubrir blasones en los dinteles, o pasajes cubiertos que saltan sobre las calles, o bares con terrazas asomadas al vertiginoso barranco del río Vero.

Tres largas calles cruzan el pueblo. En el centro del cogollo se abre la porticada Plaza Mayor, que en 1528 obtuvo el privilegio del rey para acoger un mercado semanal. Será por ese motivo que sus hostales y restaurantes ofrecen recetas suculentas que aprovechan los productos de la sierra de Guara y de las huertas de Barbastro o de Graus. Desde la plaza Mayor caben dos opciones: subir a la colegiata de Santa María la Mayor (siglo XVI), el antiguo alcázar del siglo IX; o bien descender a las pasarelas del Vero por el barranco de la Fuente. Ambas pueden realizarse el mismo día, aunque es preferible bajar al río por la mañana para darse un refrescante baño, y realizar por la tarde una visita guiada a la colegiata, admirar su claustro románico y contemplar las vistas del pueblo, del cañón del Vero y de los montes de Guara.

ALTEA (ALICANTE)

Bajo los primeros rayos de sol, Altea se levanta con el graznar de las gaviotas, acompañadas fielmente por unos barcos que duermen en el puerto y otros que, desvelados en la lejanía, recuerdan que este pueblo alicantino una vez fue de pescadores y de labradores. Hasta hace poco, la calle del Sol todavía olía a pescado y a saladura, y de las puertas colgaban cortinas negras, indicando que se estaba en el barrio marinero. Ahora, esta calle se enfila por el barrio de El Fornet, con sus callejuelas empedradas y sus casas blancas engalanadas con la algarabía cromática de geranios, jazmines y buganvillas.

Subiendo por la calle Major, sin saber cómo, uno se topa con el primer peldaño de la escalera de la iglesia, toda embaldosada de una piedra negruzca que conduce hasta Nuestra Señora del Consuelo. Sus dos cúpulas, cubiertas de tejas vidriadas azules, raciman a su alrededor las calles blancas tan típicas del Mediterráneo, rodeadas por la Torre de Galera y la de Bellaguarda y los accesos de Portal Nou y Portal Vell. En cada balconada hay un mirador en el que detenerse desde donde se alcanzan a ver las sierras de Aitana, de Bèrnia y el Puigcampana a un lado, y la Punta de l’Albir, el Morró de Toix y el Penyal d’Ifac envolviendo la bahía por el otro.

ARACENA (HUELVA)

En el norte de Huelva, la tierra se pliega y gana altura. Encinas, alcornoques, robles y castaños alfombran el lugar donde acaba Andalucía, comienza Extremadura y el Alentejo portugués se extiende hacia el oeste. El pueblo de Aracena da nombre a la sierra y es la capital de la comarca homónima. La variedad de sus blancas y apiñadas casas y sus calles de suelo empedrado convierten cualquier paseo en una delicia. Desde las almenas y arcos de su castillo templario se contemplan los pueblos como motas blancas que destacan a lo lejos, entre altozanos, dehesas y praderas. El monte donde se alza la fortificación está horadado y se entra en él a través de la Gruta de las Maravillas. La primera sorpresa que depara la cueva es su ubicación, en pleno centro del pueblo. Descubierta en el siglo XIX, se abrió al turismo en 1914 –fue pionera en Europa–. Un itinerario circular guiado permite contemplar las asombrosas formaciones de roca y los lagos de sus diferentes niveles. Aracena atesora la iglesia de Nuestra Señora del Mayor Dolor y varias ermitas mudéjares. En su plaza Mayor hay bellos edificios decimonónicos, como el Casino de Arias Montano, del sevillano Aníbal González.

ATIENZA (GUADALAJARA)

El paisaje es medieval, pero Atienza fue una vez Troya. Sucedió en 1970, cuando el director griego Michael Cacoyannis lo escogió como escenario para Las troyanasTres meses de rodaje fueron suficientes para que Katharine Hepburn se enamorara del pueblo. De aquella época, hay una foto de la estrella y del director frente al arco Arrebatacapas, que forma parte de la primera muralla. Atienza se encontraba protegida por dos líneas de murallas que se adaptaban al cerro como un guante. De ahí que el Cid Campeador, que pasó por estas tierras de la Serranía de Guadalajara en su camino hacia el destierro, dijera de Atienza y su castillo que era «peña muy fuerte».

Cerca del castillo se encuentra la iglesia de Santa María del Rey. Fue una de las catorce que hubo durante la Edad Media. La iglesia-museo de San Gil guarda una colección de arte sacro de aquellos templos. Parte de ese esplendor se siente aún paseando por las callejuelas del casco viejo que gira en torno a la plaza de España y del Trigo, descubriendo antiguas casas señoriales blasonadas.

AYLLÓN (SEGOVIA)

Su pasado más remoto lo evidencian los restos celtíberos descubiertos en lo alto de su cerro y, una vez dentro del pueblo, comienza el flashback hacia otros tiempos. Al cruzar el puente medieval se llega al único arco que queda de los tres que tuvo su muralla, uno de los símbolos más característicos de la villa junto con la iglesia románica de San Miguel Arcángel del siglo XII, ubicada en su extraordinaria plaza Mayor y reconocible por su campanario conformado por una única pared y un gran pórtico con rosetones labrados en piedra.

Al mismo periodo histórico pertenece la iglesia del antiguo Convento de la Concepción Franciscana,  que en la actualidad sirve de alojamiento rural, y la iglesia de San Juan. Del gótico se conserva el Palacio de los Contreras y la Casa de la Torre, el edificio civil más antiguo del pueblo, dos construcciones cuyas portadas están reproducidas en el Pueblo Español de Barcelona. Y del neoclásico la Iglesia de Santa María la Mayor, cuyo campanario de 40 m de altura se vislumbra a lo largo y ancho de la villa, y una de las casas señoriales más conocidas por su espectacular escudo con forma de águila de San Juan, la Casa del Águila.

AYNA (ALBACETE)

En la profunda garganta tallada por el río Mundo, las imponentes paredes de la Sierra del Segura acogen con su vertiginosa altura el pueblo manchego de Ayna. Son los mismos muros de roca que han obligado a sus habitantes, desde siglos atrás, a cultivar la tierra en terrazas, moldeando la montaña con la acción humana. La panorámica del pueblo agarrado a la falda del monte San Urbán se contempla a la perfección desde el Mirador del Diablo. 

Desde ese punto también se puede ver el conjunto de la Ermita de los Remedios. Después de un paseo por el núcleo urbano descubriendo cómo las serpenteantes calles se han adaptado a la orografía del terreno, el visitante llega a la calle Mayor, donde se encuentra la actual parroquia. Las ruinas del castillo de Yedra, una fortaleza de origen musulmán construida en el siglo XII, custodian el pueblo e invitan a descubrir los alrededores, donde se encuentra la Cueva del Niño y sus pinturas de arte del Paleolítico en los que se distinguen diversas representaciones animales que han sido fechadas alrededor del 16.000 a.C.

BANDUJO (ASTURIAS)El perfil de la aldea asturiana de Bandujo asoma en un rincón del Valle del Oso, rodeada por la imponente visión de las cumbres de escarpadas montañas como el pico Gorrión, ubicado en la sierra del mismo nombre. Este valle es uno de los destinos predilectos de los visitantes, con la Senda del Oso como principal referente, sin embargo todavía se encuentran pequeñas joyas como Banduxu -en asturiano-, apartadas de las rutas turísticas más populares.

Precisamente el aislamiento geográfico de esta localidad de 40 habitantes, adonde la carretera no llegó hasta el siglo XX, ha permitido que su patrimonio arquitectónico permanezca bien conservado. Declarada Bien de Interés Cultural, en un primer vistazo destaca la robusta torre, construida entre los siglos XI y XIII. El palacio y la iglesia completan uno de los conjuntos medievales mejor conservados de la región. En esta aldea se puede sentir cómo se detuvo el paso del tiempo en la arquitectura popular que descubre un paseo por sus calles: tradicionales hórreos y paneras, casas de madera deshabitadas que luchan contra el olvido, el antiguo lavadero y otras viviendas de piedra cuyas señas de vida en invierno emergen en forma de humo por las chimeneas.

BÁRCENA MAYOR (CANTABRIA)

Ubicado en el corazón del Parque Natural Saja-Besaya, el pueblo de Bárcena Mayor presume de ser uno de los caseríos más antiguos de Cantabria y de España. En el mapa apenas es un rectángulo de casas apiñadas. Construcciones de sillería, con sus tejados rojos y sus mamposterías típicas dan la bienvenida. Sencillez montañesa, pero de tanta perfección y esmero que le valió la declaración como Conjunto Histórico-Artístico en 1979.

Sus calles empedradas, los artesanos que trabajan el mimbre y la madera, las casonas solariegas con balcones con geranios y soportales donde aún se guarda la leña para el invierno, la sonoridad del río Argoza acompañando el paseo, el lavadero que parece salir de otro tiempo ya pasado y un entorno natural de gran belleza son méritos más que suficientes para dedicarle a Bárcena Mayor una jornada completa. No hay que dejar de entrar en la iglesia de Santa María, donde aguarda un tesoro en forma de bello retablo barroco. Y, por supuesto, no es menor la fama de su gastronomía, con un buen cocido montañés como estrella rutilante en toda mesa.

BESALÚ (GIRONA)

Besalú puede presumir de ilustre pasado. Su monumento y acceso peatonal más evocador es el puente románico fortificado sobre el río Fluvià, símbolo de la que fue la capital de un próspero condado en el siglo XI. A pie por el puente, dos torres de defensa dan acceso a este conjunto medieval, uno de los mejor preservados de Cataluña. Entre sus calles empedradas uno imagina el ir y venir de nobles, soldados, monjes y judíos. De estos últimos se hallaron en 1965 cerca del río los restos de una sinagoga que incluía un baño de purificación (mikvé) del siglo XII, uno de los pocos que se conservan en Europa.

A través de calles sinuosas, llenas de tiendas de artesanía y de productos gastronómicos tradicionales, se llega al corazón del casco antiguo, la plaza Prat de Sant Pere, hoy un espacio con soportales, que ya aparecía mencionado en un documento del siglo XI como un prado donde había un cementerio. A la plaza se asoma el antiguo monasterio benedictino de Sant Pere, fundado el año 977. De la construcción primigenia se conserva la iglesia, en cuya parte frontal hay una vidriera con un león a cada lado. En la Edad Media, los leones eran símbolo de la fuerza, el poder y la protección que ofrecía la Iglesia frente al mal y el paganismo, representados con un simio y un hombre.

BETANCURIA (FUERTEVENTURA)

Que el pueblo más bello de la isla sea el más vacío explica los cambios acaecidos desde que en 1404 Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle establecieron aquí la capital de la tierra que estaban conquistando (actualmente, la capital de Fuerteventura es Puerto del Rosario). Solo el interior proporcionaba seguridad, pues la costa –la isla cuenta con 325 km de litoral, de los que nada menos que 77 corresponden a playas– era una fuente de peligros. Por ella irrumpían los piratas –África se halla a 100 km– y las incursiones esclavistas.

Hoy, para quien se aloja en un hotel de la costa, llegar a la vega del río Palmas, encajada entre montañas, implica atravesar un paisaje semidesértico en el que Betancuria aflora casi como un espejismo. Pero la visión se materializa al pasear por sus calles empedradas, a menudo entre casas de sólidos muros con balcones de pino canario. La iglesia Matriz de la Concepción atesora excelentes  retablos  e  imágenes  muy veneradas, aunque ninguna como la Virgen de la Peña (la Peñita), cuyo santuario se halla 5 km al sur y protagoniza una gran romería cada mes de septiembre.

BOCAIRENT (VALENCIA)

Habitado desde el Neolítico, fueron los árabes quienes aportaron a Bocairent su peculiar entramado urbano de callejuelas y casas encaramadas. En lo alto erigieron una fortaleza árabe, sobre la cual en el siglo XVIII se estableció la actual parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, que aparece imponente al final de la calle de la Abadía. Un edificio anexo da la bienvenida al Museo Arqueológico municipal con una clase de historia que va desde el Paleolítico superior hasta la Edad Media. Bien cerca, la plaza del Ayuntamiento da inicio a la conocida Ruta Mágica, que recorre todo el perímetro del casco histórico en un juego de a dos con el visitante.

Las callejuelas de Bocairent abrazan sus plazas, se encuentran con las ermitas de San Juan Bautista, de la Virgen de los Desamparados y de Agosto, y se cubren bajo portales y antiguos accesos como el de Agosto, el de San Blai o el de la Calzada Excusada. También conducen hasta casas de origen medieval excavadas en la roca que, tras ser halladas en 2008, se han convertido en la voz narrativa del pasado textil de la zona, que le llevó a ser reconocida con el título de Real Fábrica de Paños en 1587. Y todo ello aderezado con regalos en forma de fuentes y de flores que decoran los balcones.

BUITRAGO DE LOZOYA (COMUNIDAD DE MADRID)

Un río y un recinto amurallado de la época medieval en muy buen estado de conservación dan la bienvenida a todo el que decide adentrarse en esta localidad madrileña. Todo este legado se le debe a Abderramán III quien, con la intención de controlar las rebeliones internas y vigilar las incursiones cristianas a través del Sistema Central, mandó levantar una muralla para reforzar sus fronteras. A día de hoy, esta construcción de 800 m de recorrido y tres puertas de acceso a su interior lo convierte en uno de sus mayores atractivos.

Uno de los secretos mejor guardados de este pueblo de no más de dos mil habitantes es que, en el entramado de su casco histórico, se esconde el Museo Picasso de Buitrago del Lozoya. Un espacio donde se recoge una peculiar colección de sesenta piezas, entre las que se incluyen bocetos, pinturas, carteles y documentos que el artista Pablo Ruiz Picasso realizó durante las décadas de los años 50 y 60 en el exilio francés. A tan solo unos pasos del museo, se encuentra la Iglesia de Santa María del Castillo, fundada por el Marqués de Santillana, el único templo medieval que se mantiene en pie dentro del recinto amurallado.

CADAQUÉS (GIRONA)

La silueta encalada de la iglesia de Santa María preside desde el siglo XVII el cautivador pueblo de Cadaqués. El templo es tan marinero que fue edificada con su fachada mirando al mar. Pero los orígenes de este enclave son más lejanos. Se sabe que en el siglo X estaba habitado por pescadores tributarios de los monasterios de Sant Pere de Rodes y de Santa María de Roses, instalados aquí por la bondad del lugar como puerto de pesca y de coral.

La bahía de Cadaqués se encaja entre la Punta de Cala Nans al sur, presidida por un faro, y la isla de S’Arenella al norte, en dirección al Parque Natural del Cap de Creus. Hoy día es una delicia pasear por las calles empedradas y blancas que ascienden hacia la iglesia, entre tiendas, galerías de arte y algún hotel con encanto. O descender hasta el puerto, para comer mirando al mar. La luminosidad mediterránea de Cadaqués lleva décadas atrayendo a artistas que han pintado o escrito sobre sus rincones. El personaje más icónico es Salvador Dalí quien, nacido en la cercana Figueres, ya venía de niño. El Museo Municipal muestra obras suyas y exposiciones de pintores actuales.

CHINCHÓN (COMUNIDAD DE MADRID)

Son varios los motivos que invitan a recorrer sus calles, comenzando por su plaza Mayor, uno de los mayores atractivos del pueblo por la historia que carga en sus espaldas. De planta irregular y estilo medieval, llama la atención por sus 234 balcones, sus galerías y soportales de madera –muchos de ellos intactos desde su construcción.  En la actualidad esta plaza vestida de blanco y verde, que en su día se utilizó como lugar de celebración de ferias de ganado, autos sacramentales, proclamaciones reales, corral de comedias y ferias taurinas, está llena de tascas y restaurantes que atraen cada fin de semana tanto a locales como a foráneos.

En una de las calles que dan a la plaza se encuentra el conjunto del Monasterio de los Agustinos, fundado en el siglo XVII por los Condes de Chinchón. En el lado opuesto a la plaza se ubica la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Allí se encuentra la auténtica joya de Chinchón, pues su interior acoge una de las obras religiosas más importantes que del pintor Francisco de Goya, La Asunción de la Virgen (1812).

CALACEITE (TERUEL)

Situado en el noreste de la provincia de Teruel, su proximidad geográfica a la frontera catalana y valenciana ha convertido esta villa en un punto de encuentro de culturas, tradiciones e historia que se materializa, entre otras cosas, en la lengua, pues también se habla catalán. El trazado urbano de esta localidad turolense no engaña y sus estrechas calles desvelan un entramado medieval. En un paseo por las calles Maella y San Antonio se descubren las típicas casas solariegas de esta localidad, declarada Conjunto de interés Histórico-Artístico. Los soportales dominan la plaza Mayor y la plaza España, auténtico corazón de Calaceite.

Eel laberinto de callejuelas crea fuertes pendientes que discurren a través de plazas como la de los Artistas, un homenaje a personajes como José Donoso, Ángel Crespo o el arqueólogo Juan Cabré, que recalaron en este rincón del Matarraña. Antigua línea ferroviaria ahora en desuso, la Vía Verde es un itinerario ideal para entrar en contacto con la naturaleza que rodea Calaceite, pues uno de sus tramos transcurre cerca del pueblo. Entre campos de olivos, almendros y pinares, este sendero recorre los paisajes del Matarraña en poco más de 18 bucólicos kilómetros.

CALATAÑAZOR (SORIA)

En lo alto del cerro que domina la vega del río Abión y rodeada por una fortaleza que es, a su vez, su seña de identidad, se encuentra esta pequeña villa soriana de origen medieval. Sus calles empinadas y pedregosas transportan al viajero hasta el siglo X, cuando Calatañazor alcanzó la fama en plena Reconquista. En este enclave que separaba la España cristiana de la musulmana fue donde los sorianos vencieron al caudillo al-Mansür bi-llah (el Victorioso), castellanizado como Almanzor, en el año 1002.

Pasear por sus calles es prácticamente como detenerse en el tiempo, pues su trazado se ha mantenido sin grandes cambios desde la Edad Media. El pueblo, de no más de 50 habitantes, consta de una calle principal empedrada que finaliza en la plaza Mayor, justo en la base del castillo. A ambos lados crece una pequeña localidad con casas construidas con madera de sabina y adobe. Entre los monumentos que se pueden visitar en su casco urbano se encuentra la Iglesia románica de Nuestra Señora del Castillo y la Ermita de la Soledad. Y, en las afueras, la Reserva Natural del Sabinar de Calatañazor, uno de los bosques de sabinas mejor conservados del mundo.

CALELLA DE PALAFRUGELL (GIRONA)

Este enclave marinero se sitúa a 3,5 km de Palafrugell, del que en su origen no era más que un barrio de pescadores, con sus casitas agrupadas frente al mar y protegidas desde una loma por la blanca iglesia de Sant Pere. Desde varios miradores anclados en la costa se contempla la sucesión de calas separadas por suaves elevaciones rocosas que penetran en el mar: El Golfet, Els Canyers, Port Pelegrí, La Platgeta, Calau, Port Bo, Malaespina y Canadell, siempre con los islotes de las Formigues en el horizonte.

Al sur, la prominencia del Cap Roig limita el pueblo, coronada por un castillo de aspecto medieval que, en realidad, fue erigido a inicios del siglo XX, cuando un matrimonio ruso se instaló aquí huyendo de la revolución de 1917. Junto a la cala de Port Bo, donde se siguen resguardando las barcas de los pescadores, arrancan Les Voltes, un resguardo en invierno y en verano transitados por visitantes y pintores que colocan allí sus caballetes. «El mar visto a través de una arcada… ¿Existe algo más prodigiosamente bello?», escribía Josep Pla, nacido en 1897 a escasos kilómetros y asiduo de estas playas.

CAMBADOS (PONTEVEDRA)

Las miradas en Cambados se concentran en la Torre de San Sadurniño y en Santa Mariña de Dozo. Sus vestigios son sutiles, evocan más que muestran. De igual forma ocurre con los vinos albariños de la región, que más que mostrar, evocan tierra y paisaje. El Mirador Monte da Pastora confirma la privilegiada ubicación de Cambados junto a la ría de Arousa. A la izquierda, más allá de la desembocadura del río Umia, incluso se divisa la isla de La Toja y el puerto de O Grove. A pocos metros del mirador se halla el espectáculo de Santa Mariña Dozo, una construcción de estilo gótico marinero que es una de las ruinas más fotogénicas de España.

La villa se ve en el plano como una constelación formada por tres estrellas: Fefiñáns, Cambados y Santo Tomé, núcleos originales que se unieron. Destaca la calidad de su arquitectura y un considerable número de pazos, como el de Torrado –hoy museo–, uno de los mejores ejemplos de arquitectura civil del siglo XVIII, o el Pazo de Bazán, que perteneció a los antepasados de la escritora Emilia Pardo Bazán y que desde 1966 es el Parador de Cambados. Otro de los platos fuertes lo sirve la Plaza de Fefiñanes, dicen que la segunda más bella de Galicia, después de la compostelana.

CAMPO DE CRIPTANA (CIUDAD REAL)

Los gigantes a los que Don Quijote acometió lanza en ristre perfilan el paisaje de Campo de Criptana. Declarados Bien de Interés Cultural, los diez molinos que perviven, de los 34 que llegaron a existir, se alzan sobre el Cerro de la Paz, fueron un avance tecnológico en tiempos de Cervantes y han sido vitales para el desarrollo de la comarca al permitir la molienda del grano.

Antes de que el municipio pasara a formar parte del Reino de Toledo, los musulmanes se asentaron en él cincelando un pasado que perdura radiografiado en las casitas de teja árabe pintadas de blanco y añil tan típicas del barrio con espíritu manchego del Albaicín. Sus calles pronunciadas, sinuosas y empedradas cobijan casascueva excavadas en la roca. Antaño fueron viviendas y almacén para los vecinos; en la actualidad algunas operan como museos –es el caso de la Casa Cueva del Cerro de la Paz– y otras como establecimientos hoteleros. En su corazón se halla la plaza del Pósito y más de una decena de iglesias, conventos y ermitas.

CARDONA (BARCELONA)

Cuentan que cuando le mos­traron las imágenes del castillo de Cardona, Orson Welles no lo dudó. Aquella fortaleza de gruesas murallas y baluartes poderosos sobre el cerro del valle del río Cardener le pareció perfecta para rodar Campanadas a medianoche, ambientada en la Inglaterra del siglo XV. Hoy es un Parador Nacional que sigue transportando al viajero a otros tiempos. De estilo románico y gótico, es uno de los mayores castillos de Cataluña.

Cardona creció alrededor de un enorme domo subterráneo de sal sódica y potásica que fascinó en su día a Marco Porcio Catón por crecer a medida que se extraía sal. Hoy, el Parque Cultural de la Montaña de Sal propone un recorrido por las antiguas instalaciones y permite internarse a 86 m de profundidad, al encuentro del espectáculo geológico de la sal cristalizada. Los portales de las casas nobiliarias del centro histórico son representativas de la bonanza que vivió la localidad gracias al tesoro salado.

CASARES (MÁLAGA)

Este coqueto pueblo blanco malagueño es la cuna del andalucismo, pues fue el lugar de nacimiento del político, ideólogo y escritor Blas Infante en 1885. Por sus estrechas y serpenteantes cuestas centenarias, además de llegar al hogar donde el personaje pasó sus primeros años, se sube hasta el castillo de Casares. Coronando lo alto de la colina, esta fortaleza construida por los árabes en el siglo XIII fue creada como bastión defensivo del reino nazarí. Sus murallas, que delimitaban la extensión de Casares, son uno de los pocos vestigios que se conservan en pie, así como alguna torre del alcázar y dos imponentes arcos –el de la Villa y el de Arrabal–, que servían de acceso al castillo.

La iglesia de la Encarnación, que presume de campanario de influencia mudéjar, el templo parroquial de San Sebastián, en cuyo interior descansa la imagen de Nuestra Señora Del Rosario Del Campo –patrona de Casares– y la pintoresca ermita de Veracruz son otros de los atractivos del pueblo. Resulta difícil imaginar Casares sin sus miradores, desde donde se obtiene una panorámica teñida de cal que embelesa por la disposición de sus casas como terrones de azúcar apilado.

CASTRILLO DE LOS POLVAZARES (LEÓN)

El verde de puertas y ventanas y un marrón rojizo presente en los muros de las casas contrasta con el cielo azul y otorga a esta localidad la aparente condición de haberse detenido en el tiempo. Situada en la comarca de la Maragatería, sus calles empedradas de acabado irregular interpelan al visitante desde otra época, aquella en la que los arrieros eran los habituales del lugar. Hoy siguen llegando hasta aquí peregrinos del Camino de Santiago buscando un descanso antes de emprender las etapas finales. El trazado original discurre por el puente viejo y sigue por la calle Real, descubriendo un auténtico pueblo maragato.

Algunas de sus casas arrieras conservan los escudos familiares sobre las puertas, la mayoría con una entrada amplia que permitía el acceso de los carros. Estas viviendas típicas fueron construidas con gruesos muros que protegían y atemperaban el interior.

CAZORLA (JAÉN)

Haberle prestado su nombre al Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas ha hecho que muchos viajeros asocien este topónimo a los bosques y pozas de este santuario verde. Y sin embargo, justo en la frontera entre los mares de olivos y los bosques de pinos, este coqueto municipio con aires de capital rasga con sus casas blancas y sus fortificaciones de piedra el skyline jienense. 

Desde el Balcón de Zabaleta, Cazorla se transforma en una postal perfecta y vertical formada por las almenas del castillo de la Yedra, las fachaditas blancas recostadas a sus pies y las copas de los árboles que emergen de la ribera del río Cerezuelo. Pero Cazorla es más que una panorámica. Paseando por sus arrabaleras y caprichosas callejuelas se descubren monumentos insólitos como la Iglesia de Santa María, en ruinas porque nunca llegó a terminarse, y la Bóveda del Río Cerezuela, un sistema de canalización ideado para transformar la garganta en plaza. En el resto del pueblo aguardan casas señoriales como la de las Cadenas, así como pequeños senderos que se adentran en el Parque.

COMBARRO (PONTEVEDRA)

Piedra gris del granito con toques de líquenes, las maderas pintadas, el olor a mar, a campo, a pulpo a feira y a crema de orujo…  el conjunto histórico de Combarro, declarado Bien de Interés Cultural, es una suma de sensaciones. Como buena villa marinera, la plaza de Chousa junto al puerto es el punto de partida. Allí se verán los primeros hórreos de Cambados. Lo singular es que la mayoría están tan cerca del agua que sus pilares llegan a cubrirse con la marea alta, casi como si fueran a zarpar en cualquier momento.

La rúa do Mar es la calle más popular y pintoresca del conjunto histórico. Es la máxima apoteosis del hórreo gallego, con el mayor número de estos y los más hermosos. A un lado, estos almacenes elevados sobre pilones de granito; al otro, las tiendecitas de recuerdos y las tabernas marineras con buenas vistas y mejores manjares, en forma de pulpo a feira, mejillones, almejas o zamburiñas acompañando un xato de vino blanco. El paseo continúa hasta la plaza de la Fuente y, finalmente, desemboca en la playa de Padrón.

COMILLAS (CANTABRIA)

La hermosa Comillas es el resultado del sueño cumplido de algunos indianos que, al regresar de América con fortuna, se dedicaron a embellecer su lugar de origen. Uno de los artífices de su embellecimiento fue el indiano Antonio López del Piélago. Entre sus encargos se hallaba el Seminario de Comillas (1881), que llegó a ser Universidad Pontificia. En este edificio magnífico, que despunta sobre la colina que preside el pueblo, arquitectos de moda por entonces como Joan Martorell y Lluís Domènech mezclaron estilos de todas las épocas.

Pero si por algo es conocida Comillas es por El Capricho de Antoni Gaudí. En 1883, Máximo Díaz de Quijano, otro indiano enriquecido, encargó al arquitecto catalán una villa de veraneo. El resultado fue este famoso edificio con torres de  minaretes. Además de la visita a estos edificios, Comillas bien vale un paseo por sus calles empedradas, por ejemplo hacia la Plaza el Corro de Campíos o hacia la de los Tres Caños, rodeadas de casas solariegas y mesones, o hasta su propia playa, de arena fina y dorada.

COVARRUBIAS (BURGOS)

Junto a un meandro del río Arlanza se encuentra esta villa conocida como «la cuna de Castilla» por haber sido uno de los señoríos monásticos más importantes del Reino. En la plaza del Obispo Peña y en la de Doña Sancha se encuentran los mejores ejemplos de edificios agropecuarios típicos de Covarrubias, construidos a base de piedra en la planta baja y con entramados de madera y adobe en los pisos superiores. Los soportales y las balconadas cubiertas que exhiben son una de las particularidades de las casas rachelas que se levantaron en el pueblo durante la Edad Media.

Entre los edificios de arquitectura sacra se encuentra la ex-Colegiata de San Cosme y San Damián, cuyo museo muestra obras de arte como los retablos de Berruguete y Van Eyck, capiteles románicos y el Tríptico de la Adoración de los Reyes Magos, atribuido a un discípulo de Gil de Siloé. En cuanto a las construcciones defensivas, el Torreón de Fernán González alberga una de las mayores exposiciones sobre armas de asedio de Europa. De la muralla tan solo se conservan algunos restos debido a que para combatir la peste que asedió el pueblo en siglo XVI se vieron obligados de derribarla.

CUDILLERO (ASTURIAS)

Hasta no hace mucho, la seña de identidad de Cudillero era el olor a mar y a salitre que provenía de los escualos que colgaban durante meses de la puerta de las casas de los marineros pixuetos. Todavía se pueden ver algunos gracias a su especialidad gastronómica, el curadillo, un escualo que se cura sin sal al viento del Cantábrico y que se guisa con patatas o con fabes. Los marineros también dejaron un lenguaje propio y exclusivo de Cudillero: el pixueto, un dialecto del bable que, de vez en cuando, se deja escuchar en boca de algunos locales y cada 29 de junio se reivindica en la fiesta de l’Amuravela dedicada a San Pedro.

A este santo también está dedicada la iglesia del casco histórico, parada imprescindible para los visitantes que, entre subidas y bajadas, siguen su recorrido por la capilla del Humilladero, la Lonja o la Fuente del Canto, sin pasar por alto los miradores de El Pico, Cimadevilla, la Atalaya, el Faro y la Garita. Al subir a este último, las vistas se extienden por el faro, el puerto y la villa. A medida que se asciende por las laderas de los alrededores, el graznar de las gaviotas deja espacio al mugir de las vacas, y el aspecto de Cudillero muta del azul del Cantábrico al verde intenso de su interior.

DEIÀ (MALLORCA)

Llegando por la carretera, Deià aparece encaramado en la montaña, con sus casas apiladas, entre el verde propio de un vergel. En 1893, a Santiago Rusiñol el pueblo le pareció como un belén. El famoso pintor y escritor volvió fascinado por el paisaje de la Sierra de Tramuntana. No fue el único. Años más tarde, Deià fue el lugar que escogió Robert Graves para decir adiós a toda una vida anterior. Detrás suyo fueron llegando artistas, escritores, bohemios y, en general, gente que quería vivir en contacto directo con la naturaleza.

Fueron años mágicos, de los que algo queda. Se nota en el ambiente, hay cierta vibración en los detalles y en la decoración de los restaurantes, tiendecitas y hoteles. Hoy la casa de Graves se ha convertido en un museo situado en la carretera. Es la ruta por la que pasan los cicloturistas que disfrutan de las curvas hasta el Cabo de Formentor. Para refrescarse, el pueblo cuenta con una calita de rocas casi secreta equipada con dos chiringuitos.

ELIZONDO (NAVARRA)

Serpentea y se transforma en saltos de agua a lo largo del valle de Baztán, pero el magnetismo del río Bidasoa aumenta cuando se topa con los pueblos navarros de la zona. A su paso por Elizondo, su cauce halla cobijo en los puentes que entrelazan los barrios de la capital del valle, cada uno con su personalidad y oficios, pero siempre con el blanco y el marrón de las casas como protagonistas. En los márgenes del río se alzan las casas más antiguas del barrio viejo, coronadas de buhardillas y tejados a la sombra de grandes aleros. Son casas revestidas de cal blanca, adornadas con sillares rojizos, geometrías de madera y balconadas floreadas.

En las calles Jaime Urrutia y Braulio Iriarte se concentra el mayor número de casas nobles y palacios, entre los que destaca el de Arizkunenea, erigido en el siglo XVIII por Miguel de Arizcun, caballero de Santiago y marqués de Iturbieta, y que hoy alberga la Casa de la Cultura de Baztán. Cerca, en la plaza de los Fueros, el Ayuntamiento muestra el símbolo de lo que fue y sigue siendo el valle y su capital, con un escudo donde se puede leer «Noble Valle y Universidad de Baztán», título que muestra el papel protagonista de Elizondo en la historia de Navarra. Entre sus calles, museos y espacios naturales, las esculturas de Jorge Oteiza y Xabier Santxotena rompen con el estilo rural y montañés.

ESTELLA (NAVARRA)

En un gran meandro del Ega, entre Pamplona y Logroño, se abre paso esta villa nacida en sus orillas gracias al trasiego de los peregrinos del Camino de Santiago. Es la llamada «Toledo del norte», por ser una de las grandes ciudades monumentales de la España septentrional, un calificativo que empezó a fraguarse en la Edad Media cuando se decidió desviar la Ruta Jacobea para establecer allí una población con una importante presencia judía. A partir de ese momento, Estella-Lizarra comenzó a llenarse de palacios, castillos, casas señoriales, iglesias y conventos que a día de hoy hacen de este pueblo uno de sus mayores atractivos.

En los alrededores de lo que fuera la judería se puede vislumbrar la iglesia de San Pedro de la Rúa, un templo del medievo de aspecto ascensional provocado por la verticalidad de su torre. A él se accede a través de una escalinata que comienza frente al Palacio de los Reyes de Navarra, conocido también como el Palacio de los Duques de Granada de Ega, una edificación que sirvió en el pasado de prisión y que, en la actualidad, acoge un museo dedicado al pintor Gustavo de Maeztu, máximo exponente de la Escuela Vasca de pintura del siglo XIX. Muy cerca también se encuentra la iglesia del Santo Sepulcro. Aunque dejó de funcionar como parroquia a finales del XIX, el estilo gótico de su arquitectura la hace merecedora de una visita.

EZCARAY (LA RIOJA)

Al sureste de la región, justo donde La Rioja parece esconderse entre montañas, asoma este coqueto pueblo a orillas del río Oja. Un municipio con mucha historia, tal y como atestiguan sus abundantes edificios palaciegos y señoriales y sus bellas plazuelas porticadas. En el siglo XVI, Ezcaray se convirtió en un destino importante marcado por sus talleres de manufactura lanera y su Real Fábrica de Paños, convertida ahora en Ayuntamiento y albergue. Una actividad que, a día de hoy, sigue siendo un reclamo para algunas de las marcas de moda más conocidas en todo el mundo, pues allí se elaboran artesanalmente mantas, bufandas, chales y pañuelos para firmas como Loewe, Carolina Herrera o Hermès.

Su centro histórico destaca por la plaza de la Verdura y la del Quiosco (donde se ubica el palacio del Arzobispo Barroeta), epicentros de la vida social. Es una visita imprescindible la Parroquia de Santa María la Mayor, ejemplo único de estilo gótico aragonés en La Rioja. En términos de gastronomía, destaca El Portal del Echaurre, dos estrellas Michelin.

FORNALUTX (MALLORCA)

La fama como uno de los pueblos más bellos de España precede a Fornalutx. La belleza del conjunto hace que, aunque vinculado a la cercana y modernista localidad de Sóller, Fornalutx no quede eclipsado. Hay que prepararse para subir y bajar por sus callejuelas estrechas y empedradas y no morir de envidia ante cualquiera de las preciosas casas de porticones verdes que contrastan con el color de la piedra.

Aunque parezca contraproducente, de vez en cuando se debe caminar mirando hacia arriba, pues los aleros de Fornalutx guardan secretos. Según una tradición, las tejas acogían diferentes dibujos de elementos geométricos, vegetales, animales o humanos. La calle Metge de Mayol–en realidad, una escalera– es el epítome de la belleza tocada por el viento de la Tramuntana. Para recuperarse de este síndrome de Stendhal mallorquín nada como reposar al fresco de las terrazas de la Plaça d’Espanya.

FRÍAS (BURGOS)

Su imponente silueta es fácilmente reconocible gracias a la fortaleza que la culmina, el Castillo de los Duques de Frías o Castillo de Velasco. Una construcción del siglo XII de gran valor estratégico, realizada sobre el cerro de La Muela y que fue ampliándose en los siglos posteriores. Este bastión se completaba con una muralla que rodeaba la villa en lo alto y otra más baja que pasaba frente a las casas construidas en la roca. Unos vestigios que todavía se pueden apreciar en sus tres accesos: la Puerta de Medina, la del Postigo y de La Cadena.

Su arquitectura se adaptó a lo escaso del terreno y su construcción, de toba y madera, les permitió aprovechar el reducido espacio sobre el que se asienta la parte más alta de la villa. Muy cerca de allí, junto al cortado rocoso, se localiza la iglesia de San Vicente Mártir. En su interior el templo esconde varias capillas de estilo gótico y renacentista y tres retablos, entre los cuales destaca  uno del pintor Juan de Borgoña, realizado en el siglo XVI. En la parte baja del pueblo se encuentra el puente fortificado medieval de Frías, con 9 arcos, 139 m de longitud y una torre defensiva ubicada en la parte central, construido con el fin de salvar el curso del río Ebro.

FRIGILIANA (MÁLAGA)

Tierra de luz radiante y suelo fértil, La Axarquía se extiende en el oriente de la provincia de Málaga, entre el Mediterráneo y las sierra de Alhama, Tejeda y Almijara. Sus lomas están salpicadas de luminosos pueblos blancos y en ellas crecen la vid, el olivo y el almendro, junto a especies tropicales como la chirimoya, el mango y el aguacate introducidos en las últimas décadas. La generosidad de este territorio hizo que en él se asentaran diversas culturas a lo largo de la historia. Por aquí pasaron fenicios, griegos y romanos, aunque fueron los árabes quienes más imprimieron sus trazos tanto en la arquitectura, con pueblos de calles estrechas, sinuosas y empinadas, como en la gastronomía.

Cuenta con la iglesia de San Antonio, cuyo campanario es el alminar de una anterior mezquita. El Barribarto, su núcleo antiguo, invita a pasear por calles de paredes encaladas adornadas con tiestos de flores, mientras se descubren escalinatas, pasadizos y patios escondidos, y rincones con azulejos que narran historias y leyendas locales. El pueblo se aferra a un cerro donde se confunden los restos de un castillo erigido en el siglo IX.

GETARIA (GUIPÚZCOA)

Una roca en forma de ratón advierte de la llegada a Getaria. Lo hace imponente al final del puerto, rompiendo el trazo que dibuja la costa cantábrica a su paso por el País Vasco, entre Zarautz y Zumaia. En lo alto de la cabeza del ratón se alza el faro desde donde antaño se avistaban las ballenas y al que se puede acceder gracias a un tómbolo que hizo que el monte de San Antón dejara de ser una isla en el siglo XVI. De esa unión surgió la cola del Ratón de Getaria, que divide el litoral en dos pequeñas playas. A un lado, la tranquila y familiar Malkorbe. Al otro, Gaztetape, popular entre los surfistas. Entre ambas, cerca de donde los viñedos rozan el mar, se asoma amurallado el casco histórico.

Al fondo de su calle principal (Kale Nagusia) emerge la iglesia gótica de San Salvador, con su suelo inclinado y presbiterio elevado como consecuencia del terreno rocoso. Desde su torre, custodia los numerosos palacios góticos, barrocos y neoclásicos, entre los que destaca el de Aldamar. Ubicado en la parte alta, vio crecer al diseñador internacional Cristóbal Balenciaga, y su obra permanece allí, en un edificio anexo que hoy acoge su museo. Getaria también vio nacer a Juan Sebastián Elcano, el primer navegante que dio la vuelta al mundo en la famosa expedición de hace 500 años.

GUADALEST (ALICANTE)

La voz del escritor alicantino Gabriel Miró resuena entre los muros que conducen al centro histórico de Guadalest, un «túnel con puertas clavadizas y poyo de sal». Al atravesarlo, las palabras que dejó en Años y Lenguas se hacen eco por lo que describió como «galerías que corren por rocas verticales, donde se descuelgan los cactos, los algarrobos…». Guadalest fue moldeado por la mano del hombre y por la fuerza de la naturaleza después de los terremotos de 1644 y 1748, cuando el defensivo castillo de San José quedó prácticamente destruido. Sin embargo, hoy pervive orgulloso cerca del cielo con varios pedazos de muralla y la inconfundible torre del homenaje.

Le acompaña un blanco campanario y el castillo de la Alcozaiba, que recuerda el origen medieval del pueblo y desde donde se vislumbran las sierras de Xortà y Serrella, la de Aitana y la de Bèrnia. Entre estos colores pardos y verdes de sus aledaños, se hace hueco el azul turquesa del embalse de Guadalest. Vistas similares se obtienen desde la plaza del Ayuntamiento, presidida por la estatua de San Gregorio y donde se puede visitar la prisión medieval bajo la casa consistorial. O la Casa de los Orduña, familia ligada al pueblo desde el siglo XVI hasta 1934 tras la muerte de Carlos Torres de Orduña.

HARÍA (LANZAROTE)

La forma más espectacular de llegar a Haría es desde el sur, por la carretera que parte de Teguise. La ruta gana altura progresivamente, hasta que de pronto se asoma al valle de Malpaso. Antes de descender, encadenando cinco curvas de herradura, conviene detenerse en el Mirador de los Helechos para contemplar un bucólico paisaje que ya no se olvida: el Valle de las Mil Palmeras. El mayor oasis de palmeras canarias envuelve las casas encaladas de los pueblos de Haría y Máguez. Al norte se eleva La Corona (609 m), un volcán de formas perfectas, en cuya cueva de 6 km con forma de túnel se ocultaba la población de los piratas, y donde hoy pueden visitarse los Jameos del Agua y la Cueva de los Verdes, dos grandes hitos del norte de la isla.

Emplazado en la cornisa de El Risco, es un pueblo de rica tradición campesina y artesanal, como se comprueba en el mercadillo que tiene lugar los sábados por la mañana. César Manrique eligió Haría para vivir cuando la fama y el aumento del turismo en la isla mermaron su tranquilidad. La casa en que residió hasta su muerte es hoy un museo. En sus amplias estancias pueden admirarse su estudio-taller, numerosas obras de arte y sobre todo esa simbiosis entre arquitectura tradicional y talento para innovar respetando la naturaleza.

HERVÁS (CÁCERES)

Pocos pueblos pueden presumir como lo hace Hervás de albergar una maravillosa judería, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1969. Aunque su origen se remonta al siglo XIV, todavía hoy es una de las mejor conservadas de España y ejerce de emblema de la localidad. Su corazón se ubica en la plaza de la Corredera, donde su fuente de piedra del siglo XVI se lleva la mayor parte del protagonismo. De ella parten coquetas callejuelas hechas para perderse e ir descubriendo lugares como la Travesía del Moral, reconocida como la calle más estrecha de España, con 50 cm de ancho, la pintoresca iglesia de San Juan Bautista o el Museo Pérez Comendador-Leroux, orgullo del pueblo.

Alzando la mirada se aprecian sus casas y fachadas balconadas tan típicas de la zona que aún conservan su arquitectura tradicional a base de adobe con entramados de madera. En muchas de ellas son visibles los emblemas y adornos con la simbología judía que dan fe de los habitantes que ocuparon esas viviendas siglos atrás. Fue tal la huella que dejaron y el peso demográfico que tuvieron que quedó reflejado en el dicho «En Hervás, judíos los más». Decorando las calles también es frecuente toparse con grandes macetas de plantas con exuberantes hojas que llenan la escena de color y tanto ayudan a suavizar las temperaturas cuando aprieta el calor.

HONDARRIBIA (GUIPÚZCOA)

La desembocadura del río Bidasoa y la Bahía de Txingudi son la frontera natural entre España y Francia, entre Fuenterrabía, su denominación en español, y Hendaya. Su ubicación estratégica ha determinado la configuración de la villa y ha dejado para el recuerdo una muralla transitable que rodea la ciudad vieja y que cuenta con bellas puertas de entrada como la de San Nicolás y Santa María. A esta última se llega a través de la arteria principal del casco viejo, Kale Nagusia –calle Principal, en euskera–, un paso estrecho y adoquinado que recuerda su antiguo trazado medieval. En la misma dirección se encuentra la Iglesia de Santa María de la Asunción y del Manzano y el Castillo de Carlos V, reconvertido en Parador de Turismo.

Las plazas de Armas, del Obispo y Gipuzkoa se convierten en los puntos neurálgicos de la villa. La Marina, antiguo barrio de pescadores, está ubicado extramuros y es conocido por sus casas de colores, pintadas así debido al aprovechamiento de la pintura sobrante de los barcos. En la alto del Jaizkibel, con magníficas vistas, se yergue la Ermita de Guadalupe, a la que los locales peregrinan cada 8 de septiembre por la promesa de sus antecesores tras un ataque que sufrió Hondarribia.

HORTA DE SANT JOAN (TARRAGONA)

Picasso transformó en una composición cubista la colina por la que se encaraman las casas de Horta de Sant Joan. Si Picasso volviera hoy apenas descubriría cambios. La plaza por­ticada de la iglesia conserva la calma de siempre, con su templo del siglo XIII ampliado en el XVIII y el Ayuntamiento renacentista. Las calles, estrechas y empinadas, conservan el trazado medieval y las señoriales Casa Pessetes, Casa Clúa o casa Pitarch y la Casa del Delme –residencia del cobrador de impuestos en la época hospitalaria–, o la que hoy aloja el Centro Picasso y el Ecomuseo del parque de El Ports.

Horta de Sant Joan estuvo bajo dominio templario y después hospitalario tras la reconquista del territorio a los musulmanes en el siglo XII. Su influencia no solo se notó en la legislación local –se guardan documentos de 1296– sino también en la sobriedad y el aspecto fortificado de la iglesia de Sant Joan, del convento dels Àngels y de la torre del Prior, estos dos últimos en las afueras. Hacia 1570, el estilo renacentista aportó a las fachadas pórticos y ventanales con arcos como los del Ayuntamiento o Casa de la Vila.

LA ALBERCA (SALAMANCA)

A cobijo del Parque Nacional de Las Batuecas, el santuario mariano Virgen de la Peña vigila, desde lo alto de un pico, el pueblo salmantino. El laberinto de calles angostas y empedradas que dibuja el entramado urbano es el escenario donde vive suelto, entre el 13 de junio y el 17 de enero (San Antón), un cerdo que es alimentado por los alberqueños, y que se sortea de forma benéfica en la segunda fecha. En algunas calles el sol apenas llega al suelo, pues los pisos superiores de las casas serranas sobresalen más que los inferiores, como si pretendieran tocarse.

El centro neurálgico de esta localidad es la plaza Mayor. Las columnas de granito sustentan los pórticos sobre los que se levantan las casas, cuyos balcones de forja lucen los alegres colores de los geranios cuando el temporada lo permite. Bajo ellas, se instalaba el mercado. Ahora se degusta embutido ibérico en los restaurantes en los que se han transformado.

LAGUARDIA (ÁLAVA)

Sucede que cuando la retina se va aproximando a la capital de Rioja Alavesa, por la cabeza pasan muchos conceptos: el vino, la loma, las bodegas modernas que asoman en sus pagos e, incluso, el desafío que plantean sus campanarios a la Sierra de Cantabria. Y sin embargo, cuando se deja el coche, el modo de empleo de esta localidad se torna medieval. Para entrar a su almendra central hay que hacerlo a través de sus accesos fortificados y entonces todo se vuelve de piedra. Esta metamorfosis se produce en cualquiera de sus puertas, siendo la de Carnicerías la más concurrida por conectar el siglo XXI con la Plaza Mayor.

Merece la pena la visita guiada al pórtico de Santa María de los Reyes (siglo XIV), un prodigio de la escultura gótica que se conserva policromado gracias a un atrio que se le agregó en el siglo XVI. La torre abacial anexa, la casa de Félix María Samaniego, el estanque celtibérico del siglo I a.C. de La Barbacana y la iglesia de San Juan Bautista, notable por sus retablos y por su planta octogonal, completan el inventario de monumentos históricos de esta localidad. Eso sí, sería un delito obviar la presencia del vino y de los numerosos calados que hay bajo las casas y que hoy se han adaptado para recibir visitas o para servir vinos y pintxos.

LASTRES (ASTURIAS)

La brisa marina entra por el puerto, se cuela entre las estrechas calles del núcleo urbano, trepa por las empinadas y adoquinadas cuestas y asciende hasta la parte alta de esta villa. Desde allí, el mirador de San Roque ofrece unas espléndidas vistas al Cantábrico. Precisamente a este mar debe casi toda su historia y esplendor Lastres, pueblo pesquero por excelencia. Un espigón de 55 m protege del embate marino un puerto que es referencia en la región, cuya actividad encuentra el momento cumbre en la subasta diaria que tiene lugar en la lonja. Antiguamente el fortín de El Castillo, del que hoy solo se conservan algunos restos, actuaba como defensa contra los ataques piratas.

Dejando atrás el batir de la olas, la belleza del casco antiguo conquista a todo aquel que decide pasear entre sus calles. Aquí es imposible perderse, pues el mar es siempre el mejor guía. La Torre del Reloj también actúa como una buena referencia para orientarse. De planta cuadrada, fue levantada en el siglo XV y remodelada en el XVIII, y cumplía las funciones de campanario y torre de vigilancia del puerto. Ningún visitante debería marcharse de Lastres sin detenerse en alguna de sus sidrerías y degustar un rico plato de pescado fresco.

LIÉRGANES (CANTABRIA)

Este municipio de poco más de 2000 habitantes conserva un centro histórico bellísimo, declarado Conjunto de Interés Histórico-Artístico nacional en 1978, de esos en los que es agradable deambular tranquilamente. La riqueza monumental de su patrimonio se debe en gran parte a que Liérganes fue un importante centro industrial que se desarrolló alrededor de la Real Fábrica de Artillería desde el siglo XVII. La fábrica se nutría del combustible aportado por los bosques de la zona y de la energía del río.

Fruto de aquel auge económico, hoy en El Mercadillo, que coincide con la parte más antigua, se puede disfrutar de un conjunto patrimonial de lo más interesante. Entre las joyas, se encuentra el Palacio de Cuesta-Mercadillo, el Palacio de Rañada, la iglesia de San Sebastián, la iglesia de San Pedro ad Vincula, las casas de los Setién y los Cañones o las capillas del Humilladero y el Carmen. De todas formas, el edificio que atrae más visitantes hoy es el emblemático balneario. Rodeado de una magnífica finca, es la estación termal más antigua de Cantabria. Aunque presume de estar activo desde 1717, fue en los siglos XIX y XX cuando disfrutó de su mayor desarrollo e incluso el rey Alfonso XIII vino a darse sus baños aquí.

MADERUELO (SEGOVIA)

No es una exageración decir que Maderuelo está como estaba. Las poderosas murallas que lo protegían en lo alto de un meandro del río Riaza no tuvieron que ser desmanteladas, de ahí que hoy en día permanezca incorrupto. El acceso desde el sur, el más cercano a Madrid y a las grandes carreteras, se realiza por la puerta de la Villa, un arco del siglo XII que hasta hace un siglo aún conservaba su foso y su puente. Toda una declaración de intenciones, pues lo que viene después es un viaje en el tiempo.

El paseo por las calles de Maderuelo es corto pero pausado. Su pavimento empedrado y sus casas antiguas regalan decenas de rinconcitos con encanto, como la plaza de San Miguel y su iglesia-palacio homónima, que sorprende por su delicada y acertada restauración. Más adelante espera la antigua cárcel, el ayuntamiento, la plaza del Baile con su característica Casa Porticada y la iglesia de Santa María del Castillo, notable por sus dimensiones y su imponente espadaña. A esta altura ya se empiezan a intuir las vistas que se abren por completo en el mirador del Alcarcel, en este caso sobre el pantano, y en la puerta de Barrio, que se asoma a un pequeño valle.

MEDINACELI (SORIA)

Parece que su emplazamiento en el valle del Jalón estaba destinado a ser un objeto de deseo para muchas civilizaciones. Todo comenzó con un poblado celtíbero que fue conquistado por los romanos y después por los musulmanes, que le dieron el nombre de Medina Slim, «ciudad segura», antes de ser tomada por los cristianos.

De esas culturas quedan maravillosas reminiscencias que hacen de Medinaceli un municipio monumental. Ejemplo de ello es el castillo, antes alcázar árabe y ahora cementerio. O la plaza Mayor, que acogía el foro romano. Pero lo que realmente destaca en Medinaceli –y además da la bienvenida a la villa amurallada–, es su arco romano de triple arcada erigido en el siglo I, la única edificación de este tipo que se conserva en la Península Ibérica. Entre la arquitectura religiosa sobresale la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, donde se guarda la réplica de la talla del Cristo de Medinaceli, pues la original está en la iglesia madrileña que lleva su nombre.

MIRAVET (TARRAGONA)

A orillas del Ebro, el castillo de Miravet baila en el reflejo del agua como si quisiera desvanecerse, pero sin llegar a hacerlo nunca. Aquí, frente a una de las postales con más encanto de la comarca catalana de la Ribera d’Ebre, uno se cuestiona qué tuvo esta localidad para precisar tal fortaleza. Y la pregunta no es en vano, pues está considerado como uno de los mejores ejemplos de arquitectura templaria de toda Europa.

Aunque se puede llegar por carretera, lo mejor es acceder hasta el castillo a pie atravesando el Cap de la Vila, el núcleo histórico de Miravet. Sus callejuelas se encaraman abrigadas por el bosque de ribera y flanqueadas por pórticos, casas antiguas y miradores. Merece la pena detenerse en la Iglesia Vieja, un templo renacentista que se ha convertido en un monumento cultural que alberga interesantes exposiciones sobre la historia de Miravet. También de la reconocida cerámica miravetana, una tradición documentada desde el año 1650. Por el Cap de la Vila, uno se encuentra con el Raval dels Canterers, donde en el siglo XIX se establecieron los alfareros. Hoy estos siguen abriendo sus puertas para mantener vivo un oficio centenario que, como el castillo, siempre sigue en pie.

MIRAVET (TARRAGONA)

A orillas del Ebro, el castillo de Miravet baila en el reflejo del agua como si quisiera desvanecerse, pero sin llegar a hacerlo nunca. Aquí, frente a una de las postales con más encanto de la comarca catalana de la Ribera d’Ebre, uno se cuestiona qué tuvo esta localidad para precisar tal fortaleza. Y la pregunta no es en vano, pues está considerado como uno de los mejores ejemplos de arquitectura templaria de toda Europa.

Aunque se puede llegar por carretera, lo mejor es acceder hasta el castillo a pie atravesando el Cap de la Vila, el núcleo histórico de Miravet. Sus callejuelas se encaraman abrigadas por el bosque de ribera y flanqueadas por pórticos, casas antiguas y miradores. Merece la pena detenerse en la Iglesia Vieja, un templo renacentista que se ha convertido en un monumento cultural que alberga interesantes exposiciones sobre la historia de Miravet. También de la reconocida cerámica miravetana, una tradición documentada desde el año 1650. Por el Cap de la Vila, uno se encuentra con el Raval dels Canterers, donde en el siglo XIX se establecieron los alfareros. Hoy estos siguen abriendo sus puertas para mantener vivo un oficio centenario que, como el castillo, siempre sigue en pie.

MOGARRAZ (SALAMANCA)

A finales de los años 60, Alejandro Martín, alcalde de esta localidad salmantina, creó un archivo fotográfico de todos los vecinos del pueblo que no habían emigrado a la ciudad, en una época en que la industrialización tomaba el protagonismo frente a la vida rural. El objetivo era que estos pudieran formalizar su documento de identidad. Pocos podían imaginar que, 50 años más tarde, aquel archivo convertiría a Mogarraz en «el pueblo de las mil caras» gracias a la obra de un artista local. Florencio Maíllo recuperó las fotografías del antiguo alcalde y las reprodujo a gran tamaño, fijándolas en las fachadas donde vivían sus antiguos propietarios.

Debido al aislamiento que proporcionan los bosques que la circundan, en Mogarraz uno tiene la sensación de que aquí se detuvo la historia. Sus tradiciones siguen vivas en la confección de joyas artesanales y en sus bordados y trajes típicos. Durante las fiestas patronales, los mogarreños los exhiben orgullosos en sus balcones. Es posible conocer su técnica, su historia y algunos de los mejores ejemplares en La Casa de las Artesanías, el museo etnográfico del pueblo. Plácido y sosegado, Mogarraz aguarda a los visitantes. Las casas serranas con entramados de madera, piedra y adobe seguirán ocupando su lugar impasibles al transcurso del tiempo.

MONDOÑEDO (LUGO)

De la comarca de A Mariña Lucense se conoce su costa, tan fotogénica como abrupta. Sin embargo pocos saben que su interior es una amalgama irresistible de prados, ríos, montañas y bosques. En esta explosión de naturaleza asoma Mondoñedo, una villa que consigue robarle a su entorno algo de protagonismo gracias a sus callejuelas y monumentos. Parada ineludible para aquellos peregrinos que caminan por la ruta del norte del Camino de Santiago, esta villa fue antigua sede episcopal. La plaza de la Catedral, donde confluyen prácticamente todas las calles del pueblo, está presidida por la fachada del templo construido en el siglo XIII, en cuyo interior destacan pinturas murales del gótico.

El pintoresco barrio dos Muíños revela la vertiente más popular y tradicional de esta localidad. En él se descubre la presencia esencial del agua, pues los canales en los que se bifurca el río Valiñadares discurren entre y bajo las antiguas casas de piedra. Aparecen como un recuerdo de la importancia de este recurso natural, que antaño ponía en funcionamiento los molinos de la zona. La Fonte Vella, construida en el siglo XVI y que antiguamente abastecía a todos los habitantes del municipio, es otro testimonio de aquel tiempo en el que el agua proporcionaba vida, trabajo y sustento a los mindonienses.

MONTBLANC (TARRAGONA)

El paseo por lo alto de la muralla de 1500 m que rodea Montblanc es toda una lección de historia. El tramo visitable es el del portal de Sant Jordi, uno de los cuatro accesos al núcleo medieval de la capital de la Conca de Barberà, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1988. La muralla se levantó en el siglo XV como defensa frente a los ataques de Pedro I de Castilla, pero Montblanc fue fundada mucho antes, en 1163, en una colina desprovista de vegetación, de donde le viene el nombre. El primer vestigio de población se remonta al asentamiento íbero de los siglos IV y I a.C., cuyos habitantes probablemente vieran pasar los elefantes del ejército de Aníbal rumbo a Roma.

La historia medieval se despliega por toda la ciudad, en sus edificios civiles, religiosos y militares, en las pocas calles de la judería –un recinto con sus propias puertas– que aún quedan, en el románico Pont Vell que cruza el río Francolí y en el molino de los Capellans. Entre las construcciones más señoriales destaca el Palacio Real, donde se alojaba el rey de Aragón cuando visitaba Montblanc, y el Palacio del Castlà, residencia del representante militar de la Corona. El patrimonio religioso cuenta  con tres conventos –en uno se alojó san Francisco de Asís–, la iglesia románico-gótica de Sant Miquel y la de Santa Maria, de origen gótico y añadidos barrocos. En cuanto a obras más «recientes», sobresale la bodega modernista.

MONTEFRÍO (GRANADA)

En Montefrío confluyen barrancos con sus respectivos arroyos desde varios puntos cardinales, esculpiendo el paisaje como si fuera un bajorrelieve. En el centro del nudo fluvial se yergue la imponente peña que Abú Abdalá Yusuff coronó con una alcazaba nazarí en el siglo XIV. Tras la conquista del enclave en 1486, lo que abría el camino hacia Granada, la fortaleza fue demolida. En su emplazamiento se erigió la iglesia de la Villa, un espacio cerrado al culto que hoy acoge el Centro de Interpretación de la Última Frontera de Al-Andalus.

Hacia esa peña miran, hechizados, los cinco miradores que jalonan el perímetro de Montefrío, rivalizando entre sí. La esbeltez de la roca, el templo que la culmina, las casas que se encaraman por la montaña a través de sinuosas cuestas buscando su protección… En el centro, destaca la iglesia de la Encarnación, construida en el siglo XVIII por Lois de Monteagudo inspirándose en el Panteón de Roma, sorprende con su planta redonda y una cúpula de 30 m de diámetro. Da gozo pasear por las calles que ascienden a la antigua fortaleza. Cada casa aporta su toque genuino al conjunto, como teselas de un mosaico donde los monumentos megalíticos vecinos, el Mons Frigidus de los romanos, la arquitectura árabe o el arte andaluz de vivir se entretejen con humildad y acierto más allá del tiempo.

MORATALLA (MURCIA)

Encaramado en lo alto de la sierra,  Moratalla  emerge  como un bosque de piedras ocres y blancas rodeado del verde agreste que tanto caracteriza la comarca murciana que colinda con Andalucía y Castilla-La Mancha. Su encanto reside precisamente en su entorno y en el ritmo que se respira en el pueblo y que impregna sus calles angostas. Una vida sosegada, donde aún late la esencia morisca. Hay mediodías en la taberna con vino de la tierra y tardes en la plaza. Reminiscencias del medievo que se aprecian en sus callejuelas y arquitectura –tan palpable en sus balcones de forja–, que conserva también algunos monumentos emblemáticos que merecen una visita.

Su castillo del siglo XV es uno de ellos, una visión que aparece coronando el horizonte del pueblo con su Torre del Homenaje con una altura de 30 m. En el otro extremo del centro histórico, se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, cuya construcción se remonta al siglo XVI. Sin dejar el templo, es una buena idea dirigirse al mirador que descansa sobre el valle del río Alhárabe y ofrece una bella panorámica. Otras paradas que no se deberían eludir son la iglesia del convento de San Francisco –el templo es lo único que sobrevivió del total de la estructura tras los siglos y demoliciones– y las ermitas de Santa Ana y Casa de Cristo.

MUNDAKA (VIZCAYA)

Mundaka se enclava en un entorno privilegiado: la Reserva de la Biosfera y el Área de Conservación de Urdaibai. Su casco viejo actual es la fiel representación de la villa en el medievo, pues el pueblo de Mundaka se desarrolló en torno al mar. Tanto es así que el puerto es el centro del municipio y desde allí nacen las calles irregulares que forman su núcleo histórico. En la parte vieja se localiza la biblioteca, un antiguo edificio portuario que antaño hizo las veces de hospital de peregrinos del Camino de Santiago, además de servir en otros tiempos como lonja de pescadores y de matadero.

Extramuros, se localiza sobre una atalaya con vistas al horizonte la iglesia de Santa María. Un templo gótico renacentista que figura adscrito a la villa desde 1071, igual que la ermita de Santa Catalina. Ubicada en la punta que lleva su nombre, se trata de un edificio de transición entre el Gótico y el Renacimiento que se emplaza sobre un pequeño promontorio. El mirador de la Atalaya y el de Portuondo son dos de los mejores parajes para disfrutar de las panorámicas de la ría de Mundaka. Dos lugares que mezclan la imponente belleza del mar con la naturaleza que inunda sus montañas.

VALLE GRAN REY (LA GOMERA)

No hay carreteras que bordeen la costa de La Gomera. Para ir de una localidad litoral a otra es preciso remontar un barranco rumbo al interior en la isla y, una vez en las alturas, descender hacia el mar por otro tajo entre las montañas. Cada barranco es diferente. Y el de Valle Gran Rey goza de unas condiciones excepcionales: soleado, al abrigo del viento y pródigo en manantiales de agua.

Valle Gran Rey no presenta un verdadero conjunto urbano, sino un paisaje de palmeras y peñascos, salpicado de bancales con huertos, caseríos o pequeños barrios. El idílico enclave atrajo hace ya medio siglo a un turismo hippie, que apreció la singularidad del valle y su aislamiento. En ese vergel donde desplazarse implica subir o bajar, la playa del Inglés devino un punto de encuentro entre cosmopolita y rastafari. Su negra arena, el profundo azul del mar y la espuma de las olas siguen deparando unos atardeceres inolvidables. El turismo rural ha tomado el relevo, con viajeros que simpatizan con la alimentación y el estilo de vida ecológicos.

VEJER DE LA FRONTERA (CÁDIZ)

Es el Mirador de la Cobijada desde donde se disfruta de una de las mejores panorámicas del pueblo. Es buen lugar donde comenzar a recorrer el que para muchos es el más bello de los «pueblos blancos» de Andalucía. Una aventura entre calles laberínticas, fachadas encaladas y azulejos de estilo nazarí. Enclavado a orillas del río Barbate, durante un poco más de cinco siglos, Vejer fue dominio musulmán, de ahí su entramado de calles al modo de una medina. El casco antiguo, amurallado y elevado a 200 m de altura, está declarado Conjunto Histórico-Artístico. No existe un rincón al que le falte su correspondiente maceta. Aquí, patios y balcones son motivo de orgullo.

Enfrente del mirador está el Arco de la Puerta Cerrada, uno de los cuatro accesos a la zona amurallada. Más arriba, el Castillo remata la silueta del pueblo. Adosado a la cara exterior del Convento de las Monjas Concepcionistas (actual Museo de Tradiciones y Costumbres vejeriegas), se halla uno de los rincones más fotografiados, el Arco de las Monjas. Se sigue recorriendo el barrio de la Judería, lleno de artesanías locales y galerías de arte, para llegar a la puerta de la Villa. Cerca espera la siempre animada plaza España

ZAFRA (BADAJOZ)

Por su fisionomía llena de patios, conventos, coloridas fachadas y suelos empedrados, Zafra es conocida como «Sevilla la Chica». Su arquitectura urbana, con retorcidas callejuelas de herencia árabe y un omnipresente color blanco, completa la importancia de su pasado mercantil. En pleno casco histórico, cerca de la plaza Grande, se encuentra el Palacio de los Duques de Feria, que acoge en la actualidad el Parador de Turismo. Frente a él se encuentra el Convento de Santa Clara, cuyo interior alberga un museo que permite al visitante conocer cómo es la vida en el convento, así como la historia de su fundación.

En torno a la plaza Chica y la Grande, se localiza el Hospital de Santiago, la primera residencia señorial de Zafra, en el que destaca la representación de la Salutación del Arcángel Gabriel en su hornacina. Muy cerca se ubica la Colegiata de La Candelaria conocida, sobre todo, por atesorar algunas de las obras de arte del pintor del Siglo de Oro, Francisco de Zurbarán, como su fabuloso retablo mayor. Pero Zafra también fue una ciudad amurallada que contaba con decenas de puertas, como la puerta de Badajoz y la de Jerez.

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