El gatito siguió al hombre a casa desde el café y decidió que ahora era su padre.

Verdaderamente, cuando un gato elige a su dueño, es la conexión más hermosa del mundo.

Basil Aquan y su novia suelen pasar mucho tiempo en un café en Kuwait

El gato lo seguía constantemente hasta su coche, y un día Aquan se dio cuenta de que estaba tratando de decirle que quería ser parte de su familia.
Desde entonces ha nombrado a su nuevo gato Sophie. Y su novia también adoptó a su hermana. Si esa carita te mira con una expresión como «por favor ámame», ¿cómo puedes resistirte?

¿No es lindo? ¿Alguna vez has sido elegido por un gato? ¡Cuenta una historia encantadora en los comentarios!

No, si tiene su gracia

No digo que la situación no tenga su lado cómico. Mírenme si no, con mi mejor traje recién planchado, camisa de un blanco inmaculado, corbata con el nudo perfectamente ajustado, zapatos lustrados hasta parecer espejos… y, encerrado, sin poder ir a ningún sitio. Pero, aun así, ¿cómo puede alguien reírse de mí? ¿Cómo pueden reírse de un pobre hombre prisionero? Y, lo que es peor, ¿quién puede haber soltado esa carcajada aquí, bajo paletadas y paletadas de tierra, donde sólo se oye el ruido de la Muerte guardando las paredes de mi ataúd?(

EL PARAMO

Mi coche avanzaba a través de la noche, en el silencio, la luna iba guiandome a través de la solitaria recta. Entonces oí esa carcajada dantesca que lo ocupó todo, noté mi piel erizarse, mis ojos abrirse.. Paré el coche y salí, el páramo ante mis ojos,árboles lejanos. Entonces desde lejos empezaron a salir figuras y más figuras rodeandome rapidamente para intentar atraparme, conseguí entrar en el vehículo para ver que esas figuras que se agolpaban en los cristales eran yo mismo. Atropellé a mis fantasmas gemelos con dificultad y conseguí salir de allí, todos mis miedos siguieron riendo hasta que recuperé el silencio.

A cualquiera puede sucederle

Era muy tarde y estaba lejos de casa. No sabia como habia llegado hasta esta parte de la ciudad y es que llevaba una temporada abusando en exceso del alcohol. Se trataba de una zona marginal con todos los males que nuestra sociedad nos brinda. Tenía una mezcla de miedo y resaca porque había escuchado desde chaval miles de historias sobre heroina, putas y problemas. Comencé a andar más rápido para salir de alli cuanto antes y a unos metros de mí escuché una gran carcajada seguido de una voz que se acercaba pero no acerté a entender lo que decía. Yo ya no andaba, corría a lo largo de la calle pero esa voz cada vez estaba más cerca y no me atrevía a mirar atras. Mi respiración estaba muy agitada y mi miedo se había transformado en pánico porque esa voz ,que seguía sin entender lo que decía ,me estaba alcanzando. LLegué a unas doscientas pulsaciones al cruce del puente y creí ver a un taxi que se acercaba. Me subí en él y ahí se acabo todo .Me prometí seriamente no volver a abusar del alcohol.

La Carcajada

La carcajada se oía muy bajo. Tan bajo que me resultaba muy difícil distinguir entre su sonido y el ruido de mis pensamientos. Llevaba tiempo ahí intentando acaparar todo el espacio de mi cerebro y acentuando el agudo dolor de cabeza con el que me torturaba. En la oscuridad en la que estaba sumergido intentaba definir, siluetar esa boca abierta mostrando sus pestilentes dientes; su imagen era tan diáfana que no sé si la veía o la imaginaba. Mi mente estaba difusa, espesa, seguramente debido al intenso dolor de cabeza. Intentaba despertar, recordar, sentir, moverme, pero era imposible. Sólo recordaba a los amigos y el coche en el parking cuando fui a abrirlo. El dolor de cabeza disminuyó un poco su intensidad, y pude darme cuenta de que en realidad no estaba ni adormilado. Recordé de golpe que al atardecer había escuchado un diagnóstico que el doctor daba a mi mujer. El accidente de coche y el estado de embriaguez habían producido una tetraplegia definitiva, y en consecuencia quedaba brutalmente condenado a esa carcajada de por vida. No podía moverme, no podía hablar. Sólo podía escuchar y ver. Mi grado de desesperación se acercaba a dimensiones infinitas mientras la carcajada seguía ahí, muy bajito, desde su sucio rincón, alimentando mi nuevo estado de locura. Llevo varias semanas así, y ya soy un monstruo. Mis pensaminetos son sórdidos, negros. Ya no soy humano. Me quedan muchos años de carcajada.

lagrimas rosas

Despacio se miraba ante el espejo, cada una de sus arrugas le hacia recordar todo aquello que su mente había tapado, sus dedos paseaban los ojos intentando olvidar, una y mil veces esa imagen que tanto temía que aparecía en sus sueños. Pequeñas lagrimas de dolor recorrían sus mejillas, cayendo al suelo, mojando sus pies desnudos. Otra vez estaba allí.Silencio. Solamente la voz del viento gimiendo llegaba a sus oídos. La angustia la rodeaba…; El estaba allí otra vez. Lo sabia, no era posible, ella solo quería olvidarlo, olvidar todo aquello, pero él lo había conseguido. De nuevo dominaba su espacio. Al otro lado, paredes rosas, deformes, que inundaban su cuerpo. Él la observaba desde arriba, mientras millones de carcajadas retumbaban en sus oídos. Sola ante el espejo, recorriendo con sus dedos cada una de las arrugas que le hacían recordar todo aquello que su mente había tapado. Recorrió la habitación en busca de una salida, pero aquellas paredes no cedían, las carcajadas cada vez más fuertes hacían estallar mis oídos. Gotas que mojaban sus pies desnudos, gotas rosas, el tiempo se acaba, él va a volver, lo sabía, estaba cerca. Sus pies parecían pegados al suelo, ella creía que se movía, pero yo no podía dejar que lo hiciera, la quería tanto, quería que estuviese aquí conmigo, pero no pude hacerlo, así que la maté, prefería verla muerta, y conservar en mi memoria su rostro pálido, su cuerpo frió, mientras sonoras carcajadas emanaban de mi cuerpo

Noche en la bahía

Se situó ante mí repentinamente. No era posible. Apenas un segundo antes la aleta del escualo distaba a más de veinte metros. Ahora lo tenía delante, sin poder esquivar su voracidad. Las risas de mis compañeras se esfumaron con el atardecer, y como si hubiesen robado dos horas al tiempo, se hizo noche cerrada. Ahí estaba, enorme. Solos él y yo, él como experto depredador, en su terreno, yo como usurpadora, violando sus dominios. Me rodeaba, tan pronto lo tenía delante como detrás, inspeccionaba a su víctima con serenidad maldita. Yo no encontraba salida. Hubiese querido no saber que mis nervios lo atraerían más a mí, que las vibraciones de mi cuerpo enardecerían su instinto, que mis chapoteos le avisarían de estar ante una presa fácil. Pensé: debo escapar nadando suavemente, que me confunda con un pez grande; pero fui incapaz de ejecutar mi pensamiento. Por fin, el roce de su lija con mi piel. Palpé mi muslo ¿Sangraba? Seguro. Ahora el olor le enardecería. Súbitamente desapareció en el fondo de la bahía, sin duda para envestirme desde abajo. Primero fue un terrible costalazo. Luego se asomó para mostrarme sus nueve hileras de colmillos blancos, sus ojos apagados, sin odio ni crueldad, como los de quien ejecuta una rutina. No pude gritar, mi última mirada fue para observar una pierna desgarrada entre sus dientes, y la nada. Entonces desperté, palpé las sábanas, una carcajada seca y absurda rompió mi noche.

El otro lado

Engañado por la ninfa, probó la pócima. «Tu mirada traspasará horizontes como una flecha imparable, nada escapará a tu visión infinita». Ahora, una carcajada histérica estemecía todo su cuerpo mientras miraba aquella espalda convulsa en elotro extremo del universo.

Llovía.

Llovía. Y en medio del bosque la lluvia intensa provocaba la niebla más espesa que jamás había visto. Pero en ese momento solo podia notar que temblaba, y que sus dedos se clavaban sin poder evitarlo en sus brazos cruzados, agarrados fuertemente por instinto. Allí, perdido, apenas era consciente de que se estaba poniendo el sol, pero con ello justificaba la luminosidad extraña que parecía surgir de un infierno subterráneo. Pero de repente empezaron a sonar aquellas voces que ya le resultaban familiares, aunque no podía identificar si provenian de su cabeza o de la misma esfera que aquella luz tan indefinible. Esos cantos tétricos, cada vez más insoportables en medio del bosque, en medio de la lluvia, en medio de la espesa vegatación por la que sin embargo se filtraba la tenebrosa luz, hicieron que con las fuerzas que no tenía soltara un último grito de deseperación, de angustia. Mientras, caía de rodillas y el grito se convertía en carcajada. La niebla, impregnada de aquella luminosidad extraña, a ras de suelo, empezó a arremolinarse y parecía cobrar vida, ascendiendo alrededor de él, que seguía arrodillado en el suelo, con los brazos cruzados y la cabeza baja. Allí delante se configuraba una figura, de apariencia humana pero origen desconocido. Cuando abrió los ojos la vió de nuevo: la mujer nacida de materia intangibleestabar ante e´l: vestida de fuego, ojos llameantes, insoportable mirada roja, sangrienta. Volvía a enfrentarse a la muerte, pero ahora se entregaría a ella.

Más allá

Después de abandonar mi cuerpo sentí unos irresistibles deseos de volverme y mirar atrás. Allí, difuminada por la intensa niebla y sobre el asfalto mojado, se encontraba la silueta de lo que parecía ser mi anterior yo. No había duda. Ninguna otra posibilidad: estaba muerto. Algo o alguien me obligó a acercarme un poco más. El olor. Un automóvil en llamas. El árbol herido en su rugoso vientre. La sangre… mi sangre. Y la nota. Entonces, en ese momento, comprendí. Giré instintivamente la cabeza a mi derecha, y un fuerte temblor sacudió todo mi nuevo ser. En ese inerte rostro, el que una vez fue mío, destacaba una amplia e irónica sonrisa que, inequívocamente, sólo podía significar una cosa: murió soltando una sonora carcajada. Grité, y grité: — No, no, no. Y ya no pude recordar nada más. Un ráfaga de viento hizo que un trozo de papel se levantará por los aires: «Cuando leas esto me habré liberado de ti, déspota y traidor YO. Firmado: TÚ.»

el payaso cruel

Cristina decidio, así sobre la marcha, hacer pellas. Sus 12 años eran suficientes para decidir lo que quería hacer y ese momento la clase de ingles le parecio poco atrayente. El día anterior habia visto un circo instalado a la entrada de la ciudad, en un lugar lo sufiencientemente lejano para que nadie la descubriera. Tomo un autobus se apeo en la parado oportuna, diviso la carpa en la misma manzana. A la entrada al circo no habia nadie, las taquillas desiertas y la puerta abierta la decidieron a entrar . Entonces escucho golpes y se encamino en esa dirección. Por fin detrás de un tio vivo a medio instralar descubrio un… la verdad no sabia como describirlo… nunca habia visto algo semejante. Parecia un carromato circular. Al lado , se encontraba un enorme de un payaso realizada en un descolorido material que cristina tampoco pudo reconocer, sorpendida reparo en la falta de nariz tan significativa en todos los payasos. Los golpes subieron de intensidad y venian claramente del carromato-huevo. Ella trataba de encontra un acceso al interior del mismo y así descubrio una abertura ojival por la que, con las manos presionando sus oidos, paso al interior, todo estaba oscuro.Entonces cesaron los golpes, algo humedo y pegagoso la abrazo aprisionandola, no pudo gritar y en el exterior se oyo una cruel carcajada justo cuando el payaso tomaba instensos colores y lucia una enorme y roja nariz. El circo se inaguro esa noche y Cristina desaparcio para siempre.

Aquel hombre

El sudor corria por su frente a. Huia desesperadamente. «No creo que pueda mas», penso. Sus piernas fallaban y su corazon golpeaba con fuerza su pecho. La respiracion se entrecortaba desembocando en una fuerte tos. Llego a un cruce. Miro a ambos lados. Ninguna sen~al. Ninguna indicacion. «Por donde voy», se pregunto. Todo estaba oscuro y solo oia los pasos de aquel hombre siniestro. Miro atonito su sombra alargada… jadeando… con los ojos fuera de sus orbitas. Los pasos se acercaban.»Me rindo,…me rindo», dijo poco a poco. Su cara se deformo… sus facciones se agrandaron de forma increible… y solto una gran carcajada. El resto no lo recuerdo…

A cualquiera puede sucederle

Era muy tarde y estaba lejos de casa. No sabia como habia llegado hasta esta parte de la ciudad y es que llevaba una temporada abusando en exceso del alcohol. Se trataba de una zona marginal con todos los males que nuestra sociedad nos brinda. Tenía una mezcla de miedo y resaca porque había escuchado desde chaval miles de historias sobre heroina, putas y problemas. Comencé a andar más rápido para salir de alli cuanto antes y a unos metros de mí escuché una gran carcajada seguido de una voz que se acercaba pero no acerté a entender lo que decía. Yo ya no andaba, corría a lo largo de la calle pero esa voz cada vez estaba más cerca y no me atrevía a mirar atras. Mi respiración estaba muy agitada y mi miedo se había transformado en pánico porque esa voz ,que seguía sin entender lo que decía ,me estaba alcanzando. LLegué a unas doscientas pulsaciones al cruce del puente y creí ver a un taxi que se acercaba. Me subí en él y ahí se acabo todo .Me prometí seriamente no volver a abusar del alcohol.

EL PARAMO

Mi coche avanzaba a través de la noche, en el silencio, la luna iba guiandome a través de la solitaria recta. Entonces oí esa carcajada dantesca que lo ocupó todo, noté mi piel erizarse, mis ojos abrirse.. Paré el coche y salí, el páramo ante mis ojos,árboles lejanos. Entonces desde lejos empezaron a salir figuras y más figuras rodeandome rapidamente para intentar atraparme, conseguí entrar en el vehículo para ver que esas figuras que se agolpaban en los cristales eran yo mismo. Atropellé a mis fantasmas gemelos con dificultad y conseguí salir de allí, todos mis miedos siguieron riendo hasta que recuperé el silencio.

Risotada

La mujer estaba desesperada. sabía que cuando volviese su marido la iba a matar. Muchas veces le había advertido que si llegaba a casa de noche, pasadas las 11, no habría dios que le convenciese que ella no tenía un amante y él, eso sí, aguantaba muchas cosas (aunque ella tenía que llevar gafas oscuras a menudo, hasta en invierno), pero no los cuernos. Ella sabía que él estaba ahora afilando el cuchillo con el que la amenazaba cada dos por tres. ¿Por qué volvía a casa? Por su hija, que este día infausto él había recogido del colegio, mientras ella salió para buscar un traje para su marido, se le hizo tarde y se quedó atrancada en el Metro durante una hora y media larga. Ya oía su carcajada cuando le clavase la hoja o se la hiciera pasar por el cuello mientras la llamaba «Puta». El corazón se le salía por la boca y el resuello la abandonaba. Llegó al portal, metió la llave con cautela y entró. No había nadie. En ese momento sonó el teléfono, era su hija que le dijo que cuando su padre la iba a recoger del colegio tuvo un accidente de tráfico y… acababa de morir tras terribles convulsiones.

Risa estúpida

Carcajada, risa estúpida, como la de los concursos de televisión del vecino que no me deja dormir. Una carcajada me asesinó.

Miedo

No era la primera vez que sentía pánico, de echo el miedo era un compañero habitual en su vida, un miedo constante, irracional y posesivo. Miedo no a la muerte sino a la vida, miedo al llanto y a la risa, miedo al día y a la noche, miedo al miedo. Se levantó sudando de la cama, eran las cinco de la mañana y todavía no había amanecido, ni se vistió siquiera, bajó a la calle en pijama. Desde la ventana le vi perderse entre las calles, corría y corría desesperadamente, como si algo le persiguiera, no pude ver lo que era. Traté de alcanzarles pero fue inútil. Cuando llegué a la playa encontré sus ropas en la orilla, me metí en el agua, parecía tranquila, nadé, buceé pero todo fue en vano. Mientras me ahogaba vi su cuerpo flotando, me pareció que sonreía, como si hubiera expirado con una carcajada liberadora e histérica, ya no le perseguía nadie, ya no tenía miedo, el miedo ahora estaba conmigo.

Sudores frios

Abrí la puerta del coche para, como un día cualquiera, recorrer el tramo que separa mi casa del trabajo. El tráfico era el habitual, como habitual es también el cabreo que te produce. De repente una luz cegadora me impedía ver la carretera. El miedo recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica. La luz se apagó y pude descubrir que no había nada a mi alrededor. Sin coches, sin casas, ni carretera. Todo estaba oscuro. No daba crédito a mis ojos. Paré el coche y con muchas dudas descendí. Vi a lo lejos una luz y emprendí el camino hacia ella. Según me acercaba pude comprobar que se trataba de una ventana. Por fín llegé. Me asomé y pude ver mi cuerpo tumbado en una cama de hospital, mi mujer junto a mí, llorando a la vez que acariciándome la mano. Solo podía apreciar el típico ruido que hacen esos scaners. De repente, bajo mis piés se habrió una puerta negra. Caí en picado por un tunel. Las imágenes pasaban rapidamente a mi alrededor. Eran todos los acontecimientos de mi vida. Algunos de ellos me producian carcajadas, no llenas de temor, por la situación. Sentí un fuerte golpe y perdí la consciencia. Al recuperarme abrí los ojos y vi a mi mujer a mi lado. Estaba tumbado en la cama de ese hospital que había visto desde la ventana. Un sentimiento de alibio recorrió todo mi cuerpo. Había vuelto de un viaje que nunca recomendaré a nadie.

AULLIDOS

¿Carcajadas? No,doctor, aquello NO eran carcajadas. Nunca me rei… aquella niña. Simplemente me comuniqué con ellas, aquellos… Es que verá, doctor, aquellos sonidos eran aullidos, sí, de hienas espectrales que masacraban mis nervios a dentelladas. Me perseguían, me cercaban, me atacaban, pero nunca remataban su faena, doctor, nunca. Eran crueles en su grotesca inocencia. Resonaban en mi cabeza, o quizas venían de fuera, no lo se, doctor,NO LO SE,¿COMO DEMONIOS QUIERE QUE LO SEPA? Liberarme de ellas. Doctor, tiene que comprender, porque yo nunca hubiera podido, la niña…antes, antes eran eso, carcajadas. Me refiero, doctor, a que devinieron en zarpazos, algo salvaje que me desgarraba la cordura. ESTABA HECHA JIRONES, doctor, ¿NO LO ENTIENDE, JIRONES! Esa noche aquello me sobrevino con la intensidad de latigazos, paralizándome frente a un muro iluminado por neones. Y ocurrió, doctor. Fue como si las vomitara contra el muro. Emergieron las hienas como atroces sombras chinescas con ojos de fuego que me trasmitían rumores de sangre, doctor, de sangre. Entonces vi a la niña, dormida entre cartones, y entendí,doctor, era una de ellas, y aquel rumor de sangre se confundio en mi boca con un cálido espesor que apagó un débil grito, apenas un solozo… Mientras apretaba su cuerpecito masacrado ya no resonaban en mi mente, doctor, brotaban a borbotones de mi garganta. Me mutilé las cuerdas vocales. Pero pronto se confundieron con sonidos de sirenas, voces y disparos. Ya ve, doctor, ¿carcajadas? No, puede creerme, doctor, aquello NO eran carcajadas

El párking

Volvía de realizar las compras de última hora en el centro comercial y caminaba hacia el párking donde había dejado mi coche aparcado. Sólo se oía el ruido de mis tacones al pisar sobre el suelo. No había nadie y eso me inquietaba. Mientras sacaba las llaves del bolso, oí de repente unos pasos que se acercaban. Al volverme, vi la figura de un hombre joven que se dirigía hacia mí con una amplia sonrisa en la cara. Según avanzaba comenzó a hablar.. — Perdonde señorita, pero no sé dónde he dejado mi coche … – soltando una carcajada — al verla he pensado que podría ayudarme ….. De repente se abalanzó sobre mí poniendo su mano sobre mi boca y rodeándome la cintura con su otro brazo, me giró de tal manera que quedé de espaldas a él. –No se te ocurra gritar, puta…- me susurró al oído .- Si te estás quietecita no te haré daño y lo pasaremos muy bien los dos. Me tiró al suelo y al caer me golpeé la cara contra la puerta del coche que estaba aparcado junto al mío. La sangre comenzó a brotar de mi boca y de mi nariz y empecé a sentir náuseas. Antes de perder el conocimiento tuve tiempo de comprender que estaba siendo víctima de una violación más.

Despacio

Sólo quedó uno vivo después de aquella noche fantasmal. Sólo quedó uno que pudiera contarlo. Sólo uno se escapó. Sin embargo, hasta ahora no se lo ha relatado a nadie. Quizá porque tiene miedo. Quizá porque no quiere recordar. A lo mejor es porque no le salen las palabras. O puede -y ésto es lo que me alegra la existencia- que porque sepa que la persona que le escucharía es también la que va a acabar con él: sin piedad, sin lágrimas, sólo con una carcajada de crueldad y sadismo infinito. Aquella noche murieron todos; en aquella casa, en aquel distrito, en aquel país, en todo el mundo. Y sólo quedaste tú, idiota, autista (¿qué poderes tienes, capullo?), pero será por poco tiempo. Quizá por eso no se lo has contado a nadie: porque nadie queda, amigo, nadie que te pueda ayudar ni que te escuche cuando emitas gritos de dolor como jamás nadie lo ha hecho. Esta noche. Nadie ha sufrido tanto como tú vas a sufrir, esta noche. Hijo, te has quedado a solas en este mundo con tu verdugo, con el verdugo de la humanidad. Despídete ahora, di adiós, pero dilo despacio, muy despacio…

La carcajada

Todo comenzo la noche del 23 de Junio en la playa de Riazor. Era San Juan y todos estabamos en la playa saltando la hoguera y riendo. Jesús y Caty, mi hermano Reza y su chica, Luis, Juan y el resto de la panda. Joder, hacía mucho que no estabamos todos juntos y tuve uno de esos momentos de lucidez en los que la realidad se manifiesta de forma tan evidente que casi duele. Alcohol,drogas y muchas risas, como siempre. De repente una carcajada me heló la sangre, y en ese momento supe que no quería vover la vista, que no quería mirar y que la realidad que yo estaba percibiendo era pura fantasía. La escena que pude contemplar en sus pupilas era dantesca. Una estaca me atravesaba y mi cuerpo se quemaba en la hoguera. ¿Serían las drogas?? ¿por qué se reían todos? Bueno, pense que les den por culo, aunque la enculada era yo

NO TE RIAS

Estoy en el Bar, ya iba a cerrar pero… …NO TE RÍAS, NO TE RÍAS…intento pensar únicamente en cosas tristes, pero le miro a la cara y de nuevo me vienen a la mente los años pasados entre marionetas en la tienda de mi padre. Vuelven a mí los juegos interminables con mi mejor amigo, el malvado muñeco Chucky, y las bromas que gastaba al malencarado señor del quiosco que estaba bajo mi casa. …NO TE RÍAS, NO TE RÍAS… Recuerdo cuando me iba arrastrando hasta el borde de su ventanita y como por sorpresa hacía aparecer a Chucky delante de sus ojos, acompañado de un pavoroso alarido -creía yo- ampliamente ensayado en el pasillo de casa ante mi hermana. Por eso tengo que hacer grandes esfuerzos para no reir al verle con esa careta de Chucky, aunque note como me va llenando un picorcillo el estómago y como mi diafragma está siendo sometido a una presión casi insoportable. Ummppppffff…lo sabía!, no he podido…he soltado la carcajada! …A través de su máscara, noto mientras me saltan las lágrimas de risa, que me mira claramente…se me acerca…y levanta su mano derecha,…la que sujeta firmemente una pistola. El frío en el paladar me hace constatar la presencia del cañón dentro de mi boca,y el calor en mis piernas me asegura que he perdido el control de mi musculatura involuntaria. Me lo dijo claramente: esto es un jodido atraco, como me mires o te rías, te descerrajo de un tiro, capullo…

¿Y tu quien eres?

Habia abierto el canal de chat buscando un amigo con quien hablar y apareció entre tantos otros un nick que desconocía:SEQUIENERES. «Hola Maria, ¿como llevas la mañana?, bien,respondí yo. -Te habras bebido un gran vaso de agua despues de correr toda la hora,¿verdad? -¡Anda! ¿y tu quien eres para saber lo que hago o dejo de hacer? — Alguien que te conoce. — ¿Me estas vacilando o qué? — Estas muy guapa con esos pantaloncitos rojos tan ajustados, pero la camiseta blanca de ayer te marca mejor la figura.Quiero que mañana te la pongas para mi.» Me quedé helada, no sabia quien podía ser aquel desconocido; conocía todos mis movimientos, donde iba, como me vestía, mi dirección… De repente sonó el teléfono, al otro lado una voz ronca como de ultratumba dijo mi nombre: «Maria, Maria, Maria… Esta vez vas a saber realmente quien soy,…¡jajaja!» Tras aquella carcajada llamaron a la puerta,¡Diois mio, la luz se ha ido!, una figura masculina al otro lado golpeaba insistentemente en la madera,introdujo una llave, la cerradura cedía y yo, me preparé para lo peor…

Uxoricidio

Nadie, ni siquiera el veterano comisario de policía, pudo comprender la carcajada del aquel hombre al pasar junto a la sábana que cubría el cuerpo de la que, hasta hacía unos minutos, había sido su mujer. M.P.M.

Amor mal dado

El viento azotaba los altos del valle,arrojando su rencor a las fustigadas hojas de los sauces. Sobre su cabeza el cielo se tornaba de una tonalidad ocre, despidiendo lágrimas que arrastraban el sudor que emergía de su rostro descompuesto; su respiración entrecortada y jadeante acompasaba el sonido de la tupida hierba reseca aplastada sin miramientos bajo sus desnudos pies. Cada pequeño paso era una amarga victoria en una batalla decidida de antemano seguramente por algún bufón de los Dioses… Mientras avanzaba, un sónido leve emergía através del tiempo, ruido de tambores se sucedían de menos a más, anunciando un destino fatal. El dolor inundaba su caja torácica, iba propagándose lenta y frenéticamente por su endeble figura. El sonido del viento golpeaba incesantemente sus oidos, siempre recordándole a esa carcajada caprichosa de la mujer que siempre tuvo su sentido corazón. Por un capricho del destino, de un animador de verbenas de hados… la sonrisa de una demasiado ociosa mujer una vida ha quitado, primero ungiendo la daga y luego de ella tirando… con un dolor más intenso que jamás nadie haya pagado,areebatando el último estertor a un pobre villano.

LA ESPERA

El silencio atrapó la estancia sin darle siquiera tiempo a levantarse y dar la luz. Los sonidos de la noche invadieron la habitación, el ruido insorportable del motor del frigorífico, los rumores de los coches en la calle, el incesante estruendo del segundero del despertador.Todo llenaba el cuarto convirtiéndose en el preludio de la amenaza incumplida. Tan sólo sus histéricas carcajadas llenaban el cuarto de realidad, supliendo así la soledad que la impregnaba en ese momento, un instante en el que necesitaba con urgencia la compañía de alguien. Sabría que vendría para cumplir sus palabras, lo que le producía un sentimiento de culpabilidad que le oprimía hasta provocarle un agudo dolor en el estómago. El teléfono quedaba cerca,quizá quedaba tiempo para pedir ayuda, pero no era capaz de mover ni uno de sus miembros de la cama.Estaba encadenada a un futuro que ahora,estaba convencida,era el que le tocaba vivir. Había compartido años de profundas emociones junto a él;años de verdadera pasión enloquecida; años junto a un desconocido que no permitió verla abandonar la casa cuando ni su cuerpo ni su mente le permitían pasar ni un sólo minuto más junto a ese hombre.Ahora, tiempo después, sabía que todo estaba a punto de terminar.El seguía siendo la sombra que la acechaba en el silencio sin dejarle un instante,ese sentimiento impregnado a sí misma tanto tiempo. Hubo un silencio largo al que le siguió otro todavía más prolongado.Entonces, alguien comenzó a forzar la cerradura de la casa.

Adios, Carlos

¿Han estado alguna vez cerca de la muerte? No me refiero a estar a punto de morir. No va en esa dirección mi pregunta. Digo si han tenido la ocasión de sentir el pánico que produce la muerte alrededor, la muerte de verdad, la muerte de un amigo. Sobre la media noche, el novio de mi hermana, Carlos, cenaba apaciblemente en familia, mi familia, su futura familia. Veíamos una película que emitían por televisión, pero el tenía prisa por marcharse a pesar del interés que mostraba por el final. Se trataba de una pelicula de terror de la que Carlos y yo nos burlabamos ante la incredibilidad de unos exagerados efectos especiales. Aquella noche Carlos debía darse prisa si quería coger el autobus que le llevara al pueblo. Se despidió de nosotros con un hasta luego cuando debería haber pronunciado un escalofriante «adios». El autobus esperaba al otra lado de la autovía. Se dispuso a cruzarla cuando un camión lo atropelló ferozmente, desmembrando partes de su cuerpo, incluída su cabeza, la cual fue aplastada por otro vehículo. La pelicula de la tele aún no había acabado cuando volví a sentarme en el sofá, ahora sin emitir ninguna carcajada. El protagonista moria, como mi amigo. Los dos acababan de morir delante de mi. ¿Imaginan la sensación?

Niño

Miré al jardín. El sol se despedía de los árboles más altos. En un rincón oscuro una mujer apretaba a un niño contra su pecho como si quisiera apartarlo de la vida. Miraba al agua y volvía la cabeza bruscamente distinguiendo a un enemigo que yo no podía ver. El niño era pequeño, demasiado pequeño; sólo llevaba unos días sobre la tierra. Di unos pasos hacia ella y me asomé al pequeño lago. El agua era toda una sombra líquida. La mujer huyó sin moverse y con un gesto indefinido se preparó para el asalto. El agua se acercaba suavemente invitándola al suicidio. Necesitaba ayuda. Crucé la línea, dije dos palabras que querían ser amables y sonreí. Ella no dijo, no hizo nada, pero sus ojos me suplicaban que me fuera. Fue en ese momento. Fue como un relámpago, como una herida. La diminuta cabeza se volvió y unos dientes fuertes y compactos dibujaron una terrible carcajada.

fue entonces…

Fue entonces cuando lo pensé: resuelto, decidí adentrarme en el lago que lleva por nombre el del mítico monstruo. Tenía el pulso acelerado. No sé si por miedo a lo que pudiera allí ocurrir (no había que desdeñar las serpientes marinas), o, precisamente a que, de forma desilusionante, nada aconteciera. A pesar de continuar en tensión, me tranquilicé notablemente, había ido sólamente a fotografiar y, con lo que estaba viendo a cada remada, no podía salir desilusionado del lugar. Era tal y como lo mostraban todas aquellas revistas, tal y como lo imaginaba… atardecer brumoso y celajes tardobarrocos. Como un fresco de Caravaggio o una tela, incluso, de De la Croix, enfrentamientos cromáticos que esperaba se reprodujeran como finalmente quedaron revelados a mi regreso a casa. Pero, una vez dada media vuelta para la orilla,…un estruendo. ¡Pareciera en aquél momento que las aguas tuvieran corazón… y padecieran de taquicardia!… la paz, el sosiego volviéronse turgencias violentas… e inopinadamente, ¡chooooof!, emergió ante mis cuencas… sí, él.. Solté una carcajada sin malicia: era el monstruo. Pero estaba viejete. Ni fuego por la boca ni fuerza diligente con la que amedrentar. Sin apenas dientes y con una lengua flácida bífida ya no asustaba. Había pasado años sin comer en la superficie, así que le di la cesta de mi meri

Sin mí

Abrí los ojos y allí no estaba ella. Desesperado la busqué por toda la habitación. Lo único que hallé fue el vago rostro de su fragancia fúnebre en el pasillo. Se había ido y no me había llevado con ella. Una vez más, mi petición había sido declinada en el último instante. Me volví a tumbar en mi cama y posé mis ojos en el cielo del techo. Varado en la amargura de mis pensamientos, sentí el cuerpo girar sobre sí mismo como las peonzas que tenía de chaval. El caballo volvía a hacer efecto. Navegaba por mis venas al tiempo que yo me dejaba seducir por mi viejo amigo. Solté una carcajada furibunda. Pero cuando creía alcanzar aquella sensación de ingravidez que en verdad nunca me había abandonado, ni siquiera en mis días de abstinencia, volví a oler el aroma lúgubre de su presencia. Salté como un resorte en su búsqueda. Me lancé al pasillo y seguí su rastro. Pero allí no había nadie. La temperatura del pasillo era enorme. Me lamí inconscientemente el amargo sudor de mi brazo cuando de súbito sentí una bocanada de aire a mi espalda. Me giré sobre mis pasos y a medida que me acercaba a la habitación de mi compañero de piso, Juanma, el olor se hacía más espeso. Vacilé antes de abrir la puerta. Las cortinas flotaban sin rumbo, despavoridas y sobre su lecho, mi amigo yacía con los ojos vidriosos, y el cuerpo inerte, sin vida, acompañado por ella

El ritual

Demasiado silencio, pensaba mientras me acercaba al arroyo. Miraba furtivamente a izquierda y derecha y avanzaba sigilosa. Dos ojos incrustados en la noche confirmaron mis temores. Mi mirada se crispó, se tensaron mis músculos. Había pensado mucho en ello, sabía que tarde o temprano debería enfrentarme a este momento, y sin embargo no fui capaz de pensar, mi mente se nubló y eché a correr. Corrí cuanto pudo sin mirar atras, le sentía cerca, muy cerca. Caí al suelo y volví a levantarme. Su jadeo se incrustaba en mis oidos paralizando mi mente, sentía su sed de sangre, mi sangre. Fueron segundos interminables, pero al fin el se detuvo agotado y a los pocos metros yo paré también. No podía más, tenía el rostro desencajado, mi pata sangraba. El miedo y el esfuerzo intenso no me dejaban razonar, giré la cabeza y vi dos nuevos ojos mirándome, avancé cuanto pude pero un zarpazo sobre mi pecho me detuvo y me hizo caer. Sentí como se avalanzaban sobre mí. Sus garras afiladas rasgaban mi piel como el papel y sus colmillos se hundieron en mi cuello ahogando un grito desesperado. Horas despues la carcajada de la hiena sobrecogió la sabana completando el ritual de sangre y despojos.

METAFORA

Creo que entró en la Iglesia cuando había comenzado ya la homilía. Cuando el Padre Urrutia aclaraba la metáfora del Infierno. Explicaba que todo había sido una imagen útil, una forma de explicar que el mal está en cada uno de nosotros. — Olvidemos el fuego eterno y las calderas- Decía. Creo que siguió con atención el razonamiento y que incluso asintió con la cabeza cuando desde el púlpito se ridiculizó la creencia en un ser repugnante capaz de adoptar horribles formas. — No sigamos creyendo en caducas leyendas medievales- Sentenció el Sacerdote. De lo que estoy seguro es de haberlo visto salir justo en el momento en el que se apagaba la voz del Padre Urrutia y caía fulminado. Lo recuerdo porque me miró desde la puerta y, como si quisiera explicarme algo, soltó una carcajada y dejó tras de si el inconfundible, sin sentido ya según nos explicaban pero inconfundible a pesar de todo, olor del azufre

En el metro

Primero fue la viejecita del sombrero rojo. Empezó como una risilla espasmódica que poco a poco fue evolucionando hasta una carcajada grotesca y franca, que la sacudía con estertores violentos. Luego fue el señor del bigote, sentado en frente mío. Luego la niña con el uniforme de colegio, la embarazada, la pareja de enamorados. Todo el vagón de metro se sacudía con una alucinada carcajada sin motivo. Gradualmente, las caras asombradas de la gente que aún permanecía seria, desaparecieron, hasta que sólo quedé yo. Mientras rezaba por que la llegara la próxima parada de metro para bajarme de ese vagón infernal, empecé a sentir un ligero escozor en la garg

Rojo sobre mi cabeza

La sonora carcajada de la abuela. El vientre del lobo la hacía resonar de una manera especial, contaminando los manantiales de mis sueños para toda la eternidad. El afanososo leñador, que con oficio de carnicero sajaba cuidadosamente el vientre de la bestia. El brazo de la abuela,sangriento ,solicitando ayuda como quien solicita almas para el infierno. Esa cara manchada,satisfecha, emergiendo de entre la muerte. Me cubrió con su abrazo sangriento, como una pequeña caperuza protegiendo mi cabeza.

el payaso cruel

Cristina decidio, así sobre la marcha, hacer pellas. Sus 12 años eran suficientes para decidir lo que quería hacer y ese momento la clase de ingles le parecio poco atrayente. El día anterior habia visto un circo instalado a la entrada de la ciudad, en un lugar lo sufiencientemente lejano para que nadie la descubriera. Tomo un autobus se apeo en la parado oportuna, diviso la carpa en la misma manzana. A la entrada al circo no habia nadie, las taquillas desiertas y la puerta abierta la decidieron a entrar . Entonces escucho golpes y se encamino en esa dirección. Por fin detrás de un tio vivo a medio instralar descubrio un… la verdad no sabia como describirlo… nunca habia visto algo semejante. Parecia un carromato circular. Al lado , se encontraba un enorme de un payaso realizada en un descolorido material que cristina tampoco pudo reconocer, sorpendida reparo en la falta de nariz tan significativa en todos los payasos. Los golpes subieron de intensidad y venian claramente del carromato-huevo. Ella trataba de encontra un acceso al interior del mismo y así descubrio una abertura ojival por la que, con las manos presionando sus oidos, paso al interior, todo estaba oscuro.Entonces cesaron los golpes, algo humedo y pegagoso la abrazo aprisionandola, no pudo gritar y en el exterior se oyo una cruel carcajada justo cuando el payaso tomaba instensos colores y lucia una enorme y roja nariz. El circo se inaguro esa noche y Cristina desaparcio para siempre.

Proxima parada…

El movimiento del vagón y los chirridos de las vías son gritos ensordecedores que me impiden dormir. Levanto la cabeza despacio resignado a no pegar ojo el resto del camino. Miro el reloj y me inquieta la soledad del vagón. A esta hora suele estar abarrotado. La voz en off que anuncia la siguiente estación suena desvirtuada. No importa, conozco las paradas de memoria. Saco un libro y empiezo a leer. El tren se para. Se abren las puertas…levanto la vista del libro. No conozco esta parada. No hay gente en el anden, no hay gente en el vagón, pero ¿qué pasa?. Asomo la cabeza por las puertas abiertas. Las paredes están amarillentas, descascarilladas y de una de ellas pende un cartel carcomido sin nombre…no entiendo nada. Ando hasta las escaleras y las subo despacio, una flecha indica la salida. Me dirijo hacia allí, pero de nuevo me lleva a la estación. Sigo intentándolo durante horas, pero es como estar atrapado en un circulo cerrado. Estoy sudando y respiro con dificultad. La luz amarillenta me produce dolor de cabeza y el aire espeso parece no contenar apenas oxigeno. Entro al vagón y me siento de nuevo. Una terrible carcajada resuena por los altavoces…

Un paso no dado

No habría dudado ir un paso más allá si aquella carcajada, brutal y excesiva, no hubiese brotado del abismo lesivo de su propia, impropia, garganta.

el payaso cruel

Cristina decidio, así sobre la marcha, hacer pellas. Sus 12 años eran suficientes para decidir lo que quería hacer y ese momento la clase de ingles le parecio poco atrayente. El día anterior habia visto un circo instalado a la entrada de la ciudad, en un lugar lo sufiencientemente lejano para que nadie la descubriera. Tomo un autobus se apeo en la parado oportuna, diviso la carpa en la misma manzana. A la entrada al circo no habia nadie, las taquillas desiertas y la puerta abierta la decidieron a entrar . Entonces escucho golpes y se encamino en esa dirección. Por fin detrás de un tio vivo a medio instralar descubrio un… la verdad no sabia como describirlo… nunca habia visto algo semejante. Parecia un carromato circular. Al lado , se encontraba un enorme de un payaso realizada en un descolorido material que cristina tampoco pudo reconocer, sorpendida reparo en la falta de nariz tan significativa en todos los payasos. Los golpes subieron de intensidad y venian claramente del carromato-huevo. Ella trataba de encontra un acceso al interior del mismo y así descubrio una abertura ojival por la que, con las manos presionando sus oidos, paso al interior, todo estaba oscuro.Entonces cesaron los golpes, algo humedo y pegagoso la abrazo aprisionandola, no pudo gritar y en el exterior se oyo una cruel carcajada justo cuando el payaso tomaba instensos colores y lucia una enorme y roja nariz. El circo se inaguro esa noche y Cristina desaparcio para siempre.

NOSOTROSLOSDEMOCRATASDETODALAVIDA

El miedo invadió todo el país,todos los medios de comunicación al servicio del partido en el poder y del principal partido de la oposición lo avisaban a través de periodistas sin titulación universitaria, tertulianos sin oposición, filosofastros con la visión alterada, escritores incunables convertidos en ratas sin biblioteca,… El último secreto de Fátima se había descubierto: el comando «Nosotroslosdemócratasdetodalavida» iba a ganar las elecciones en Euskadi, con el futuro director del CESID como Presidente… Lo siento, no puedo seguir este relato sin evitar la carcajada.

Según se acerca el fin

El disparo había caído cerca de la población, revelando así las intenciones del otro bando. “Ahora que la guerra es como el rosario de la aurora, toda baja cuenta”, decía mi sargento, y los últimos días de resistencia en Madrid lo evidenciaban. — Vamos a por la bala –dijo, acercándose su último cigarrillo. — Es sólo un obús, ¿para qué? — ¿Desde cuándo me conoces, no cayó acaso tu pelotón defendiendo Atocha hace unas semanas? — Cierto, pero son los mandos quienes me encomendaron a tí. — ¿Los mandos? ¿Esos soldados invisibles merecedores de condecoraciones? Dime cuándo has visto a uno y no su palabra – me espetó junto a una carcajada. Nos dirigimos hacia las afueras, compartiendo aquel último pitillo. Caravanas de heridos huían a nuestro alrededor. — Allí. He visto una antes – dijo el sargento con voz queda. A unos metros había un surco largo, que acababa en un montón de tierra levantada. — No temas, vamos a verlo. Según nos acercábamos, las linternas iluminaban el proyectil. Era de metal blanquecino y parecía no haber estallado. — Ilumina. Tenía unas rendijas. Algo se movía en su interior, parecía peludo. — Sargento, una víctima. Aquello se movió, y con un graznido, lo que parecía ser un millar de ratas negras y aladas, voló hacia nosotros. — No, chico, dos. Y no podíamos ganar.

Carcajada

Ella seguía con interés el funeral. El cura glosaba el difunto recuerdo de su amantísimo esposo cuando el móvil parpadeó su mensaje anónimo: «sigo vivo». Y ella se mofó en voz alta de su última mentira antes de apagarlo. La gente pensó que estaba loca de dolor, pero no hay terror más cierto que una carcajada a destiempo.

No desearás

Los apuntes en la mochila y el despertador a las cinco. Inmóvil sobre la cama, intenta dormir mientras docenas de fórmulas bailan ante sus ojos. Se da la vuelta y abraza la almohada, mientras piensa en cuánto desea que hayan pasado los malditos exámenes. Se duerme. Un pitido rítmico le despierta: no es su inconfundible despertador. Mira alrededor para ver un cuarto que no es el suyo; en una mesilla metálica hay algunas medicinas y un espejo pequeño. Sobre su cabeza, el bip-bip del monitor cardíaco que está acelerando su ritmo. Un hospital. Se mira las manos y ve unos dedos huesudos como sarmientos y manchas oscuras en la piel. El fogonazo de la aprensión le empuja a coger el espejo. En él, un anciano pálido y delgadísimo, con grandes ojeras, le mira con la boca formando una enorme O. Entonces grita, sintiendo los pulmones a punto de reventar. Una enfermera entra en la habitación. Le quita el espejo de las manos e intenta tranquilizarlo. Él empieza a comprender y con la voz rota, se dirige a ella: — Una cosa… ¿aprobé el curso? La cara de extrañeza de la chica le provoca una risa enferma, aviesa, que crece hasta una carcajada honda y desquiciada. Siente esa risa atravesada en su garganta como una puñalada. La chica, demasiado tarde, corre hacia la puerta, mientras él oye ese pitido continuo cada vez más lejos, justo antes de cerrar los ojos.

Cerca del Parque

Habiamos estado contando historias de miedo en casa de Julian. Todos habiamos contribuido con algo a la cena. Hubieron platos de Mejico y Brasil , yo prepare torrijas y tambien hubo un plato portugues para postre. Los relatos se habian sucedido impulsados por la pareja brasilegna , ellos contaron sorpresas monstruosas en quirofanos , al fin y al cabo hacen su postdoc en medicina. Tambien hubo quien se lanzo con autopsias y no faltaron las meigas gallegas, aunque Alejandro se resistio para contar lo de su abuelo. Yo me limite a escuchar. Asi transcurrio nuestra periodica reunion de hispanos en Newcastle, pero esta vez, sin una carcajada de Sandra. Como siempre, me resisti a ser acompagnada hasta mi residencia de estudiantes. Solo eran veinte minutos caminando, aunque eran las dos de la madrugada. No encontre a nadie o quizas simplemente no le vi, porque andaba con la cabeza fija en el pavimento. Tras pasar Marx and Spencer, solo quedaban atravesar los diez minutos de parque. Fue entonces cuando escuche el grito terrorifico de una mujer joven, probablemente de mi edad. Hubiera jurado que me pedia ayuda. Levante la vista y no vi a nadie, tan solo escuche el ruido del motor de un coche que se alejaba muy deprisa, era blanco. Deseaba llegar a casa a toda prisa, cuando tropeze con algo o alguien. Mire hacia arriba y alli estaba aquel hombre arabe, alto y con barba.. Has oido eso, exclamo. No pude responder.

Adios, Carlos

¿Han estado alguna vez cerca de la muerte? No me refiero a estar a punto de morir. No va en esa dirección mi pregunta. Digo si han tenido la ocasión de sentir el pánico que produce la muerte alrededor, la muerte de verdad, la muerte de un amigo. Sobre la media noche, el novio de mi hermana, Carlos, cenaba apaciblemente en familia, mi familia, su futura familia. Veíamos una película que emitían por televisión, pero el tenía prisa por marcharse a pesar del interés que mostraba por el final. Se trataba de una pelicula de terror de la que Carlos y yo nos burlabamos ante la incredibilidad de unos exagerados efectos especiales. Aquella noche Carlos debía darse prisa si quería coger el autobus que le llevara al pueblo. Se despidió de nosotros con un hasta luego cuando debería haber pronunciado un escalofriante «adios». El autobus esperaba al otra lado de la autovía. Se dispuso a cruzarla cuando un camión lo atropelló ferozmente, desmembrando partes de su cuerpo, incluída su cabeza, la cual fue aplastada por otro vehículo. La pelicula de la tele aún no había acabado cuando volví a sentarme en el sofá, ahora sin emitir ninguna carcajada. El protagonista moria, como mi amigo. Los dos acababan de morir delante de mi. ¿Imaginan la sensación?

Bala perdida

Se miró al espejo. El mismo aspecto de siempre, ni más ni menos. Siempre había creído que los asesinos tendrían otro aspecto. Tal vez pensaba que por el simple hecho de matar a alguien le cambiaría la mirada, le aturdirían los remordimientos o el nerviosismo entumecería sus movimientos. Nada de nada. Ni siquiera la mirada. Acercó su cara al espejo, moviéndola de ado a lado. La misma mirada perdida de siempre, sin vida. Tal vez era eso. Siempre había sido una persona tranquila, «sin fuste», como le decían sus amigos sin poder evitar la carcajada. «Incapaz de matar a una mosca», le habían definido los vecinos. Por eso, cuando se alistó en el ejército le extrañó a todo el mundo. Él mismo se sentía incapaz de empuñar un fusil. Y ahora se había convertido en el más sangriento de los francotiradores de Belgrado. En su patria le hubieran llamado asesino, pero aquí, simplemente le llamarían soldado e incluso le condecorarían por los servicios prestados. Con estos pensamientos colocó el último cartucho en su rifle, se lo introdujo en su boca y apretó el gatillo, como tantas otras veces.

Bala perdida

Se miró al espejo. El mismo aspecto de siempre, ni más ni menos. Siempre había creído que los asesinos tendrían otro aspecto. Tal vez pensaba que por el simple hecho de matar a alguien le cambiaría la mirada, le aturdirían los remordimientos o el nerviosismo entumecería sus movimientos. Nada de nada. Ni siquiera la mirada. Acercó su cara al espejo, moviéndola de ado a lado. La misma mirada perdida de siempre, sin vida. Tal vez era eso. Siempre había sido una persona tranquila, «sin fuste», como le decían sus amigos sin poder evitar la carcajada. «Incapaz de matar a una mosca», le habían definido los vecinos. Por eso, cuando se alistó en el ejército le extrañó a todo el mundo. Él mismo se sentía incapaz de empuñar un fusil. Y ahora se había convertido en el más sangriento de los francotiradores de Belgrado. En su patria le hubieran llamado asesino, pero aquí, simplemente le llamarían soldado e incluso le condecorarían por los servicios prestados. Con estos pensamientos colocó el último cartucho en su rifle, se lo introdujo en su boca y apretó el gatillo, como tantas otras veces.

La premonición

Sabia que seria así. Después de tanta obscuridad estaba desorientado, pero esa luz brillante me da fuerzas para avanzar. Me siento bien, a pesar de todo lo que he pasado para llegar hasta aquí, tengo la sensación de ir flotando, atraído por la luz del fondo, y estoy seguro de que el otro lado será maravilloso. Este viaje ha de hacerse así, en solitario, de otro modo no sentiría con tanta intensidad. Realmente no estoy solo, ahora me acuerdo de todos los que me importan, si estuvieran aquí no creo que los pudiera tener tan cerca. Pasan por mi mente con rapidez pero me impregnan hasta el alma. Ya falta poco, noto la brisa fresca cargada de fragancias. Habrá merecido la pena correr el riesgo. Es la única manera de acceder a este precioso valle paseando: a través del túnel del tren. Pero, ¿qué es ese ruido?. No es posible, en la estación me aseguraron que no pasaría otro tren hasta dentro de dos horas, lo pregunte dos veces. No tengo salvación, a esa velocidad me aspirará y me hará pedazos. Irónicamente, en el último instante no puedo reprimir una carcajada. Es el fin… Sabia que seria así. Después de tanta obscuridad estaba desorientado, pero esa luz brillante…

El mas acá

Cuando en la oscuridad oyó aquel sonido por primera vez, le vino a la mente una frase que había leído en más de una ocasión: «Una carcajada que no parecía de este mundo». Sin embargo, lo último que pudo pensar cuando la volvió a escuchar es que lo terrible de aquella risa era que era humana, demasiado humana.

Dia a dia

Corro y no se aleja.Salto y no le esquivo.Le abrazo y se me escapa. Lloro y se rie de mi. Quien eres tu, que te escondes en mis sombras, dejame solo?. Grito y se hace el sordo. Me susurra y no le entiendo. Hablo con el a todas horas y creo que usamos idiomas distintos. Repito quien coño eres??? sonrio, me alejo del espejo y acompaño mis pasos con sonoras carcajadas hacia un nuevo dia…dije nuevo?

metro

Siento como corre el sudor por mi frente. Es tarde, de noche. El largo tunel del metro parece no tener fin. Tiemblan mis manos, estoy muy cansada intento pensar en algo agradable pero mi mente se dirige una y otra vez al mismo lugar, el recuerdo imborrable del rictus de la muerte en su cara. Fue cuestión de segundos, bebió más de la cuenta, estaba alegre, aún oigo su carcajada. Para él no tiene remedio y par mí ya nada tiene sentido.Bajo del metro y recorro lentamente los trescientos sesenta y cinco escalones que me conducen a él.

Vuelta de tuerca

El reo temblaba. Cada músculo de su cuerpo actuaba con vida propia buscando salvarse por su cuenta pues el Ser estaba irremisiblemente perdido. Su corazón era una locomotora mandando una presión enorme e innecesaria a su cuerpo inmóvil. Tiraba de sí hacia delante, pero el mástil del garrote le sostenía erguido. Su cabeza penduleaba en el lazo metálico como la de un gorrión. La vista se le nublaba en rojo. Oía el murmullo de la muchedumbre de la plaza, pero no era capaz de fijar la vista. Buscaba piedad en los ojos de los coraceros, en los vendedores de barquillos, en los del diputado regional. -Cúmplase- oyó. El verdugo puso sus manos en los remates esféricos de las palancas. Asemejábase a un práctico en una difícil maniobra de atraque. Hubo un chirrido y un clac. Los músculos hiperestesiados del rostro del reo compusieron una carcajada de terror. Hubo un murmullo. La abrazadera izquierda del lazo había saltado. El verdugo miraba la tarima del patíbulo. Allí encontró la cabeza del tornillo. -¡Juicio de Dios!- dijo un jesuita–No ha querido que muera- cuatro monjas piadosas asintieron. -Qué contrariedad- dijo el juez sin encomendarse–Habrá que suspender la ejecución- De entre la muchedumbre salió un niño apoyado por el público. –Pruebe con esto señor- dijo alargándole un trozo de metal a un funcionario. –Es de la rotativa- añadió –pero devuélvamelo luego que es un encargo. Y se cumplió la sentencia.

Adios, Carlos

¿Han estado alguna vez cerca de la muerte? No me refiero a estar a punto de morir. No va en esa dirección mi pregunta. Digo si han tenido la ocasión de sentir el pánico que produce la muerte alrededor, la muerte de verdad, la muerte de un amigo. Sobre la media noche, el novio de mi hermana, Carlos, cenaba apaciblemente en familia, mi familia, su futura familia. Veíamos una película que emitían por televisión, pero el tenía prisa por marcharse a pesar del interés que mostraba por el final. Se trataba de una pelicula de terror de la que Carlos y yo nos burlabamos ante la incredibilidad de unos exagerados efectos especiales. Aquella noche Carlos debía darse prisa si quería coger el autobus que le llevara al pueblo. Se despidió de nosotros con un hasta luego cuando debería haber pronunciado un escalofriante «adios». El autobus esperaba al otra lado de la autovía. Se dispuso a cruzarla cuando un camión lo atropelló ferozmente, desmembrando partes de su cuerpo, incluída su cabeza, la cual fue aplastada por otro vehículo. La pelicula de la tele aún no había acabado cuando volví a sentarme en el sofá, ahora sin emitir ninguna carcajada. El protagonista moria, como mi amigo. Los dos acababan de morir delante de mi. ¿Imaginan la sensación

Lo sé?

…Sé que a sucedido, pero no puedo recordar ni cuando ni donde,no me atrevo a mirar el rostro en descomposición que yace junto al mío propio, en una cama de la que no puedo salir, inmovilizado por la angustia de afrentar la verdad…o quizás no. Puede que todo sea un mal sueño y despierte con una carcajada disipando con ella los terrores de una pesadilla…y sin embargo este olor, Dios, los sueños no huelen y el rostro está ahí, y no sólo eso, no es esa cara lo que me hiela el alma, es su edor, los sueños no huelen, es la certeza del pecado cometido, soy culpable, pero, de qué, quién se pudre a mi lado y me niega el consuelo de la huida? Voy a hacerlo, me levantaré y … no puedo moverme, he de hacerlo , sin respirar, tan sólo volverme lentamente y acabar con este martirio…pero los sueños no huelen…ya está, me estoy girando, siento el roce de la sábana sobre mi cuerpo, no estoy dormido, es real, pero no quiero que esto sea real, no puedo aceptarlo…el olor…tiene que ser un sueño, si me veo a mi mismo es por que es un sueño, sí, sólo una alucinación, pero este hedor… Ya está, un estruendo me devuelve a la realidad, he abierto los ojos voy a levantarme y … Un espejo roto multiplica por mil el rostro de un cadaver putrefacto abandonado sobre un lecho´; soy yo. Quiero gritar pero no puedo, estoy muerto.

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